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Si gana Santa Lucía

Leo Zuckermann

Leo Zuckermann

Juegos de poder

El lunes ya sabremos si el presidente electo canceló o no la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) en Texcoco. Es una decisión que definirá el destino económico de su sexenio. Adelanto la publicación de mi artículo en caso de que suspenda dicha obra para sustituirla por la construcción de dos pistas en la Base Militar de Santa Lucía que operarían de manera conjunta con el actual aeropuerto Benito Juárez de la CDMX más una mayor operación en Toluca:

Iban bien. En los hechos, habían tomado decisiones responsables que enviaron señales positivas sobre la economía mexicana. Primero, el equipo. Lo mejor del gabinete de AMLO son los funcionarios que manejarán la hacienda pública: Urzúa, Esquivel y Herrera.
Segundo, el apoyo que el gobierno entrante otorgó al saliente para sacar adelante las negociaciones del nuevo tratado comercial con Estados Unidos y Canadá.

Un gobierno de izquierda mostrándose a favor del libre comercio designando a un conocedor del tema, Jesús Seade, como parte del equipo negociador. Tercero, la nominación de Jonathan Heath para la Junta de Gobierno del Banco de México, lo cual asegura el manejo autónomo de la política monetaria.

Iban bien. Sin embargo, los inversionistas seguían teniendo dudas. Todavía no estaban dispuestos a sacar sus chequeras para invertir más dinero en México hasta no definirse dos cosas: el aeropuerto y el Presupuesto 2019.

Lo del NAIM se trataba de un aspecto clave: el proyecto de infraestructura más grande de la historia. Cancelarlo acarrearía graves consecuencias. Así será.

Primero, quizá lo más importante, la señal de que el próximo gobierno no está dispuesto a honrar los compromisos del Estado mexicano con los privados. En este caso, con inversionistas que creyeron en el proyecto de Texcoco, que compraron los bonos para financiarlos y que ahora tendrán que confiar que se les pagarán el capital y los intereses aunque se haya cancelado la obra que generaría los flujos de efectivo para sufragarlos. También están los contratos firmados con los proveedores que contienen cláusulas de penalización si se suspendía la obra. En el mejor de los casos, vendrá un duro proceso de renegociación; en el peor, decenas de demandas judiciales. Súmese el despido, ipso facto, de miles de trabajadores que hasta la semana pasada laboraban en la obra.

AMLO le ha dado un golpe a la credibilidad del Estado. A partir de hoy, los capitalistas demandarán un mayor rendimiento para invertir en nuestro país por el mayor riesgo de hacerlo. Si hoy cancelaron el NAIM, mañana pueden hacer lo mismo con el Tren Maya o la refinería en Tabasco.

Esta decisión llega en un momento donde el horno no está para bollos. Las tasas de interés están subiendo en Estados Unidos. Esto siempre es una mala noticia para los mercados emergentes como México. El nuevo gobierno no tenía margen para equivocarse. Y lo ha hecho. En este sentido, López Obrador comenzará su sexenio remando a contracorriente. Tendrá que recuperar la confianza de los capitales. Deberá pagarles extra por el mayor riesgo. Todo eso implicará menos crecimiento económico, lo contrario que había prometido en su campaña.

AMLO ha cancelado una obra que, seguramente, tenía muchos problemas y que había que revisar para limpiarla de la corrupción que caracterizó al sexenio de Peña, pero la ha sustituido por una entelequia. La realidad es que la coexistencia de Benito Juárez con Santa Lucía es, hoy por hoy, una cosa irreal.

No hay ni un solo estudio técnico que compruebe que los dos caben en el espacio aéreo para resolver el problema de la saturación aeroportuaria. Se canceló Texcoco y ahora vamos a ver si Santa Lucía es viable. Y si no, ¿qué hacemos? Vaya irresponsabilidad.

Agreguemos el rechazo de toda la industria de la aviación que apoyaba la obra de Texcoco, el impacto que esto tendrá en uno de los pocos sectores de la economía que está creciendo (el turismo) y los múltiples costos económicos.

El nuevo gobierno deberá acelerar el pago de alrededor de tres mil millones de dólares de bonos; se hundirán alrededor de 58 mil millones de pesos de obras ya ejecutadas; y se deberán devengar miles de millones más en penalizaciones.

El “error de octubre” se hizo realidad. En los hechos hemos atestiguado que el próximo gobierno no será racional, que está dispuesto a jugar con la economía.

A diferencia de los sexenios de Echeverría y López Portillo que acabaron mal, aquí empezaremos mal. Mi recomendación: si usted tiene dinero, váyase a invertir a otro lado o, si decide quedarse en México, exija rendimientos más altos porque, a partir de hoy, el riesgo económico se ha incrementado en este país.

Este sería mi columna del lunes en caso de cancelar Texcoco. Mañana publicaré el equivalente si es que impera la razón y sigue el proyecto texcocano.

                Twitter: @leozuckermann

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