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¿Quién es el responsable del fracaso?

Leo Zuckermann

Leo Zuckermann

Juegos de poder

Pues sí, como muchos expertos lo pronosticaron, el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) fracasó.

Se fundó el primero de enero de 2020 sustituyendo al Seguro Popular. Duró tres años. Nunca funcionó. El Congreso lo desapareció la semana pasada.

Se trata de una derrota del gobierno de López Obrador.

El Presidente, que había despotricado en contra del Seguro Popular, prometió un mejor sistema de salud para todos los mexicanos que no son derechohabientes del IMSS o el ISSSTE. Nada menos que 33 millones de personas. Es equivalente a toda la población de Perú.

Este gobierno desapareció el Seguro Popular que, bien que mal, daba algo de servicios a la población más desprotegida. A todos los niveles: desde la prevención hasta cirugías muy especializadas. Había un fondo de protección contra gastos catastróficos que incluso financiaba el tratamiento de enfermedades muy complicadas y carísimas, como el cáncer, o cirugías como trasplantes de órganos.

El Seguro Popular sí funcionaba. Que tenía problemas, sin duda. Que hubo casos de corrupción muy sonados en la compra de medicamentos, también. Pero, muy al estilo de este gobierno, en lugar de reparar los desperfectos con bisturí, entraron con machete a liquidar esta institución.

Lo sustituyeron con el Insabi, un organismo descentralizado de la Secretaría de Salud federal. El Presidente prometió el sol, la luna y las estrellas. Sería mejor que el Seguro Popular. Nos acercaría al sistema de salud de Dinamarca. Los mexicanos sin IMSS o ISSSTE serían felices.

Promesas incumplidas.

El Insabi no funcionó.

Sin estrategia ni reglas de operación, con una pésima administración, el Instituto nunca despegó. La crisis más patente fue en la escasez de medicamentos y la falta de consultas médicas para la población más desprotegida. No encontré un conteo del número de muertos por la ineficacia del Insabi, pero vaya que los hubo. Porque un fracaso en la salud pública tiene consecuencias literalmente de vida o muerte.

Ya desde el año pasado, el gobierno se dio cuenta que el Insabi era inútil. Comenzaron pruebas para transferir a la población sin seguridad pública a las clínicas del IMSS que, desde 1973, en el sexenio de Echeverría, atienden a la población más marginada del país que no son derechohabientes. No en todas sus dolencias, sólo las más básicas. Lo que fue el IMSS Coplamar, IMSS Oportunidades e IMSS Prospera, ha sido renombrado como IMSS Bienestar. Cuestión de modas sexenales en los nombres.

¿Funcionará el IMSS Bienestar para darles salud a todos los mexicanos que no tienen donde tratarse una enfermedad y no pueden pagar servicios privados?

Los mismos expertos que pronosticaron el fracaso del Insabi aseguran que no. Tampoco piensan que el esquema que heredará el gobierno de López Obrador será mejor al que teníamos con el Seguro Popular. Así que, por lo menos en el tema de salud pública, este sexenio estará marcado por un descalabro.

Lo de lograr un sistema igual o incluso mejor que Dinamarca es un muy mal chiste del Presidente, al que le encantan las provocaciones mediáticas. Él sabe perfectamente que su gobierno fracasó y va a dejar una situación peor a la que se encontró cuando tomó posesión. Pero a este régimen lo que importa es la propaganda y, si el líder máximo afirma una mentira, ésta se convierte en realidad por arte de magia.

La realidad es otra. México tiene 33 millones de habitantes sin acceso a servicios sanitarios.

Nada de justicia social. Al revés, una pirámide muy marcada. En la cúspide se encuentran los más ricos, que cuentan con atención privada de clase mundial. Luego vienen los burócratas privilegiados con envidiables servicios como los marinos, soldados y petroleros. A continuación, los que acuden a servicios privados más económicos. Después están los trabajadores formales que pagan y usan los servicios del IMSS e ISSSTE, decentes pero que siempre presentan problemas en la provisión de los servicios. Y, finalmente, 33 millones de mexicanos a quienes les quitaron el Seguro Popular, lo sustituyeron por una quimera llamada Insabi y ahora los están traspasando al IMSS Bienestar con una gran incertidumbre de si funcionará o no.

Es una vergüenza nacional. Este Presidente, con la legitimidad con la que llegó, pudo haber reformado en serio el sistema de salud pública uniendo todas sus modalidades e imitando las mejores prácticas internacionales. No se atrevió a hacerlo, pero sí destruyó al Seguro Popular.

Sólo hay un responsable de este fracaso. Se llama Andrés Manuel. Se apellida López Obrador.

 

Twitter: @leozuckermann

 

 

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