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Más argumentos para no construir la nueva refinería

Leo Zuckermann

Leo Zuckermann

Juegos de poder

Ayer, en este espacio, argumenté por qué el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no debe construir la nueva refinería en Dos Bocas, Tabasco. El asunto volvió a tomar fuerza por la entrevista del subsecretario de Hacienda en el Financial Times, donde afirmó que el proyecto se pospondría.

De acuerdo con Arturo Herrera, los dos mil 500 millones de dólares presupuestados este año para comenzar la obra se utilizarían, mejor, para capitalizar a la empresa. No obstante, el Presidente y la secretaria de Energía, Rocío Nahle, desmintieron a Herrera. No quieren reconocer que es mejor invertir el capital escaso en el negocio que más deja dinero: la exploración y explotación de crudo.

Un estimado amigo me escribió para agregar nuevos argumentos de por qué es una tontería la construcción de la nueva planta de refinación. Vale la pena mencionar que es un experto en la industria petrolera, es decir, uno de esos miembros de la élite del conocimiento que tanto detesta López Obrador. Pero, de que sabe, sabe, y mucho.

Mi amigo dice, con razón, que se están dando las condiciones para que Estados Unidos tenga, cada vez más, excedentes de gasolinas de alta calidad que podrá exportar a nuestro país a buenos precios. Todo parece indicar que nos encaminamos a una caída estructural de la demanda de combustibles.

Para empezar, la industria automotriz está produciendo más coches con motores más eficientes que consumen menos combustibles fósiles. Luego está la gradual, pero progresiva, penetración de los automóviles eléctricos que algún día sustituirán a los de combustión interna. Finalmente, se está dando un cambio en el paradigma de movilidad de las generaciones jóvenes. Ya no quieren conducir sus propios autos, sino utilizar servicios como Uber o vehículos que rentan por hora.

Así que habrá menos demanda. Por el lado de la oferta, Estados Unidos cada vez está produciendo más petróleo por la revolución tecnológica del fracking y cuenta con muchas plantas de refinación, privadas y bien administradas. Varias se encuentran cerca de México y conectadas por poliductos a nuestro país. Luego, entonces, cada vez tendremos un mayor acceso a gasolinas, refinadas en plantas con los costos más bajos de toda la industria petrolera mundial, de buena calidad y a precios bajos.

Con esas gasolinas tendrá que competir la que salga de la nueva refinería de Tabasco, si efectivamente se construye. Pero la planta en Dos Bocas previsiblemente tendrá costos altísimos con los que refina Pemex y el problema adicional de la lejanía de los centros de consumo de combustibles. Cito, aquí, a mi amigo: “Una nueva refinería en México cargará, inevitablemente, con el lastre de ser parte de un proyecto de la empresa más ineficiente en refinación en el mundo por los últimos 30 años. Si no han podido hacer rentables a Salamanca o Tula (que debieran ser rentables por abastecer al mercado más grande de combustibles del país) está de misión imposible pensar que van a operar rentablemente una nueva refinería”.

Alguna vez tuve la oportunidad de hablar de esto con unos de los más encumbrados funcionarios del gobierno actual que sí saben de asuntos económicos. Reconoció los argumentos para no construir la nueva refinería, pero me dijo que no se trataba de un asunto económico, sino de seguridad nacional. Eran los días en que el presidente Donald Trump más amenazaba a México. “¿Qué vamos a hacer si un día a este loco se le ocurre cerrar los ductos y dejarnos sin gasolina? En tres días se pararía el país. ¿Eso queremos?”.

Desde luego que no. Pero, si ése es el problema, creo que hay mejores soluciones alternativas. Primero, hacer que las seis refinerías existentes operen al 100% y no como ahora, que están muy por debajo de su potencial.

Segundo, construir más terminales de almacenamiento para, en lugar de tener tres días de reserva de gasolina, elevar este número a varias semanas como tienen otros países. Si los estadunidenses nos cierran la llave, tendríamos un colchón suficiente para ir a comprar, y recibir a tiempo, combustible de otras naciones.

Tercero, incluir en el nuevo Tratado de Libre Comercio garantías jurídicas para que Estados Unidos no pueda cerrar unilateralmente sus ductos de exportación a México. Supongo que habrá más soluciones jurídicas, políticas y económicas para evitar que EU cierre unilateralmente la exportación de gasolinas a México. Lo que me queda claro, y regreso al punto original, es la tontería de construir una nueva refinería cuando el escaso capital debería invertirse en el negocio rentable de la extracción de crudo. Ojalá alcanzara para las dos cosas. No es el caso.

                Twitter: @leozuckermann

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