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AMLO y la reafirmación del poder político sobre el económico

Leo Zuckermann

Leo Zuckermann

Juegos de poder

López Obrador justificó ayer su decisión de cancelar el aeropuerto de Texcoco bajo el argumento de que nunca más el poder económico dominará al poder político en México. No es la primera ocasión que lo dice. Me parece una idea interesante que, bien ejecutada, podría tener consecuencias positivas para la economía o, como ha pasado en otras latitudes, podría terminar en un simple cambio de cuates con el mismo o peor sistema donde se empalman los intereses económicos y políticos.

Doy el ejemplo de Rusia. Después de la caída de la Unión Soviética, vino un rápido y descuidado proceso de transición de una economía comunista a una capitalista. Se privatizaron las principales empresas del Estado a un grupo de amigos de los gobernantes, quienes pronto se convirtieron en una oligarquía dominante.

Hasta que llegó Vladimir Putin a la Presidencia: un apparátchik de la vieja nomenklatura convencido en restablecer el poder del Estado, lo cual implicaba subordinar los intereses económicos al aparato estatal. En 2003, Putin arrestó al empresario ruso más rico, Mijaíl Jodorkovski, dueño de la petrolera Yukos. Las acciones de esta compañía se desplomaron y la mayoría de sus activos pasaron, a precio de ganga, a RosNeft, petrolera propiedad del Estado.

Todos entendieron el mensaje de Putin: había un nuevo sheriff dispuesto a ejercer el poder estatal. Putin procedió a estatizar de nuevo la economía. El sector público pasó de representar el 35% del Producto Interno Bruto en 2005 al 70% en 2015. Hoy, las principales empresas del Estado y del sector privado son administradas por amigos del Presidente, quien es el dueño y señor de una plutocracia con enormes fortunas escondidas en Occidente. Naturalmente, este sistema no ha servido para incrementar el bienestar de la población. La economía rusa, todavía muy dependiente de las materias primas, lleva estancada varios años. Mientras tanto, el poder político de Putin ha crecido al punto de haberse convertido en un nuevo zar.

Vayamos ahora al caso de México. Después de las crisis de los ochenta y noventa, aquí también se dio un proceso de liberalización de la economía. Muchas empresas públicas se privatizaron y desregularon. Muchos de los beneficiados fueron empresarios amigos del gobierno. Se creó, así, nuestro propio sistema de capitalismo de cuates, algo que siempre criticamos los liberales. No era posible que hubiera un sector abierto de la economía, el vinculado con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, y otro cerrado lleno de monopolios y oligopolios en sectores clave de la economía doméstica. Lo que necesitábamos, y así lo demandábamos, era liberalizar más la economía nacional. Las reformas estructurales de este sexenio tuvieron ese propósito. La de telecomunicaciones, por ejemplo, efectivamente creó un mercado más competitivo afectando al empresario más rico del país (Carlos Slim).

En México sigue habiendo capitalismo de cuates: cada gobierno ha tenido y favorecido a sus empresarios amigos. En este sentido, tiene razón Andrés Manuel López Obrador de que el Estado no puede subordinarse a los intereses de una oligarquía empresarial.

La cancelación del aeropuerto de Texcoco ha tenido, al parecer, esa intención. Como hizo Putin con Jodorkovski, AMLO ha enviado el mensaje de que hay un nuevo sheriff en el país. El poder del Estado no se subordinará al económico. Perfecto. Pero hago dos apuntes al respecto.

Primero, no sé si la cancelación de Texcoco era la mejor manera de enviar este mensaje. Sostengo que dicha decisión tendrá consecuencias económicas negativas en una coyuntura internacional adversa por el incremento de las tasas de interés en Estados Unidos. A partir de ayer, el riesgo de invertir en México se incrementó y, por tanto, los inversionistas nacionales y extranjeros ya están demandando mayores rendimientos. Esto, contra lo que piensa Andrés Manuel López Obrador, dificultará el crecimiento de la economía nacional.

Segundo, si todo esto, efectivamente, sirve para desmantelar al capitalismo de cuates y transformar la economía mexicana en una auténtica economía de mercado, competitiva, donde los empresarios hagan fortunas por su mérito y no por sus relaciones políticas, pues bienvenido. Si, en cambio, esto termina como Putin, es decir con una sustitución de los cuates del Presidente, entonces lo que viene no es nada bueno. En este sentido, vale la pena preguntarse qué hacían dos empresarios amigos de AMLO,
Alfonso Romo y José María Riobóo, en la conferencia de prensa de ayer junto al presidente electo.

¿De verdad habrá una nueva reconfiguración de la clase patronal mexicana con auténticos empresarios que hagan buenos negocios por competir eficazmente en el mercado o persistirá el capitalismo de cuates controlado ahora
por los amigos de AMLO? Ésa es la pregunta.

                Twitter: @leozuckermann

 

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