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Madonna y el canibalismo yankee

Leda Rendón

Leda Rendón

Umbrales mínimos

 

El cuento se adapta a muchos medios. Porque quien cuenta lo hace para narrar ritmos e historias. Un video musical es, muchas veces, un tejido multimodal que narra algo. Madonna es un ícono paradigmático, un Picasso que atrae, que canibaliza todo lo que ve y escucha. Lo bello, lo vulgar y lo monstruoso son tragados por ella, que ya está muy lejos de ser eso soñado a sus 17 años. Pero Madonna en un loop del ego que regresa a esa edad del deseo ardiente, con una rosa roja masculina se entrega a las drogas y al sueño, es una Lolita eterna Madonna en Medellín. Es tan parecida a Leatherface, el protagonista de La masacre en Texas, que asusta.

En Medellín, el cuento-video musical, aparece Madonna con Maluma, quien representa de manera encantadora y retorcida la imagen del latino creado por el imaginario yankee: poseedor de una virilidad hiperbólica, irreverente. Juan Luis Londoño Arias es convertido por la industria musical en un animal éxito y exótico que se mueve “al ritmo de Tierra”.

Llama la atención que esta diosa del pop enamorada de sí misma lo eligiera a él para casarse en un sueño artificial. En Medellín aparece una Madonna sin ojo; David Lynch sonrió al ver el video. Su boda es como la cena de El extraño encanto de la burguesía. El ícono norteamericano de masculinidad-femenina se casa con la naciente Latinoamérica. Maluma, al final del cuento-video musical, lleva puesto el velo de la novia que tiene una pequeña coronita. El video musical regresa al cuento a la oralidad y a la performatividad primera.

El cuento-video transcurre en dos partes. En la primera, Madonna le reza a Dios, se sabe ultrajada y quiere volver a creer; a amar. En la segunda parte, Madonna está convertida en Madame X, sobrenombre de la hermosa mujer retratada por John Singer Sargent en 1885, la antítesis de Madonna en elegancia y porte, pero sí una transgresora como ella. Madonna es Warhol, un trasvesti, un vampiro, una estrella; pero, a pesar de eso, tiene que soñar que se casa con el prototipo de lo latino. Madonna no se atreve a estar con él sin pastillas y sueña el sueño de su decadencia.

Maluma parece burlase siempre de todo con esa sonrisita de fauno. Le dice “mi reina” a Madonna, como se lo diría a cualquier chica que camina por las calles de Latinoamérica: la Madonna contemporánea es ahora vista como cualquier otra mujer: ¡ya le pusieron bigotes como a la Moraliza! Mientras, Madonna en toda su masculinidad se casa con Maluma sin dejarse de ver a ella en el espejo infinito de la cámara, el hombre adquiere una extraña feminidad, está vestido de rojo; dispuesto a recibir al toro.

El hombre, enjoyado como una reina, entra al sueño kitch de Madonna, rota ya, descompuesta. ¿Su ojo con parche será un agujero más para hacer el amor como en la Historia del ojo, de Bataille? La diosa sólo puede ser “cogida” por un bicho más salvaje y cínico, una fuerza natural.

El cuento-video musical es una fantasía del yo en la que Madonna transgrede y disfruta: yo también lo hago. Tomo una pastilla y despierto en la cama de Madonna, las dos desnudas, indefensas. Ella es el epicentro del deseo y su olor me da nauseas.

 

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