Lo que aprendimos de estas campañas

Las reglas electorales actuales son obsoletas.

Esta semana terminarán las campañas y el próximo domingo iremos, espero que todas y todos, a votar. Este proceso electoral nos ha dejado varias lecciones que vale la pena consignar.

En primer lugar, constatamos que las reglas electorales actuales son obsoletas y fueron incumplidas desde el primer momento, cuando se adelantaron las precampañas, primero de Morena, después de la coalición opositora conformada por el PAN, el PRI y el PRD, siendo Movimiento Ciudadano, hay que reconocerlo, el único partido que respetó el calendario electoral oficial.

La anticipación de las precampañas también evidenció al INE y al Tribunal Electoral federal, que se vieron rebasados por los partidos políticos y sus aspirantes. La cantidad de dinero que se gastó en la promoción de éstos fue enorme, deficientemente contabilizado, y con nulas consecuencias. Ciertamente, la actual legislación electoral es absurdamente restrictiva, pero mientras esté vigente, debería respetarse. Lo que debe proceder, y creo que así sucederá, es una reforma a este marco normativo electoral que se adecúe a la realidad política de nuestro país.

Además de las y los candidatos, otros protagonistas de esta campaña han sido las encuestas, que, si bien cargan con un importante desprestigio, son el único instrumento con el que contamos para darnos una idea sobre las preferencias electorales de las y los ciudadanos. El cuestionamiento a estas mediciones ha servido para que comprendamos mejor qué tipos existen, cómo se realizan y para qué sirve cada una de ellas. Entendimos, por ejemplo, que el perfil de los entrevistados de las encuestas a domicilio es distinto que el de quienes responden una encuesta telefónica con una operadora o con un robot, y ambos son distintos de quienes participan en sondeos o mediciones en internet, y que no sólo es distinto el perfil de los entrevistados, sino también la cantidad de personas a las que se puede acceder a través de cada una de ellas. Asimismo, la utilidad propagandística de las encuestas por parte de las y los candidatos es cada vez más obvia, y es claro que quienes las realizan tienen un enorme desafío de cara a recuperar la credibilidad y la confianza por parte del electorado.

En México, desde hace dos décadas, no hay elecciones sin debates, y no sólo debates presidenciales, sino, cada vez más, también las elecciones de senadores, diputados federales, locales y presidentes municipales contaron con su debate. Esto, sin duda, es positivo, ya que nos permiten conocer de mejor manera, tanto a las personas que aspiran a un cargo como sus propuestas, pero nos falta un largo trecho por recorrer para lograr que el formato atienda más al interés de los ciudadanos que al de los partidos y los candidatos. Los formatos acartonados que no permitan la mayor interacción posible y el contraste de ideas y trayectorias entre los candidatos siempre irán en detrimento de la mejor información que puedan obtener los ciudadanos de los debates.

La propaganda electoral, de manera particular en la Ciudad de México, también se convirtió en un foco de atención. Sobra decir que, dada la urgencia de transitar hacia la sostenibilidad, la propaganda plástica debería estar absolutamente prohibida, tal y como ya sucede en la mayoría si no es que en todos los estados del país. El ver tapizadas las calles de propaganda plástica resulta inadmisible y debe corregirse.

Hoy, en México, aceptar una candidatura, sobre todo a nivel local, implica aceptar el riesgo de ser asesinado. La violencia política electoral no es nueva, pero se ha incrementado con cada proceso electoral, llegando en el actual a más de 30 candidatos y candidatas asesinados, un buen número de secuestrados, cientos de renuncias y otros cientos de peticiones de protección a las autoridades. Otro reto para futuras elecciones.

La democracia en México aún es joven y hay mucho por corregir de nuestros procesos, pero lo más importante de todo, por lo que todo se hace, es para que el próximo domingo todas y todos podamos elegir. No faltemos a las urnas.

*Politóloga e internacionalista.

Expresidenta de la Cámara de Diputados

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