¿Y la diplomacia?
Desde principios de la década de los noventa, las tensiones entre Estados Unidos y Rusia parecían haberse entibiado. Salvo algunas controversias y enfrentamientos verbales, el mundo bipolar se volvía unipolar, pero hoy, 30 años después, el mapa geopolítico vuelve ...
Desde principios de la década de los noventa, las tensiones entre Estados Unidos y Rusia parecían haberse entibiado. Salvo algunas controversias y enfrentamientos verbales, el mundo bipolar se volvía unipolar, pero hoy, 30 años después, el mapa geopolítico vuelve trazar nuevas fronteras y zonas de influencia. Un nuevo equilibrio de poderes y un complejo entramado de alianzas.
La semana pasada fuimos testigos de que el imperialismo no se extinguió el siglo pasado, está vivo y es Rusia quien, sin importarle el derecho internacional ni las advertencias ni las sanciones, atacó despiadadamente a su vecina Ucrania.
Sí, podemos estar en contra del imperialismo yanqui, pero eso no exime justificar el imperialismo que está ejerciendo Rusia contra una nación evidentemente más débil. La naturaleza humana con su inherente deseo de dominar en todo su esplendor.
Bombarderos, declaraciones, amenazas, insultos, comparaciones, misiles y balas tomaron el protagonismo de los hechos que estamos presenciando.
Sí, usted y yo todavía no nos reponemos de una pandemia que parece no tener fin y ahora nos tenemos que enfrentar a una “pandemia de violencia” que amenaza la golpeteada paz y la ilusoria seguridad internacional.
Más que alarmas aéreas, tropas invasoras o plantas nucleares invadidas, detrás de toda esa numeralia, la tragedia es la humana. Hombres, mujeres y niños que viven (o sobreviven) otra guerra, otro exilio. Personas que sufren, lloran, se desesperan por no saber a dónde huir o cómo protegerse de la cerrazón y estupidez de sus líderes. Hasta el momento, más de 500 mil personas salieron de Ucrania sin un destino cierto.
¿Verdaderamente no aprendimos nada de la Primera y Segunda guerras mundiales? ¿Realmente somos la cúspide de la evolución? Cada día lo dudo más.
EL ROSTRO DE LA GUERRA
Hace unas horas, una mujer dio a luz a un bebé mientras se refugiaba en las instalaciones del metro de Kiev, lo que refleja la fragilidad de la niñez frente a la violencia.
La organización Save the Children estima que 7.5 millones de niños en Ucrania están en peligro durante el conflicto, además, advierte que 1.5 millones de personas podrían ser desplazadas en las próximas semanas.
Ésta y la mayoría de las guerras nos recuerdan que los civiles de cualquier país somos piezas de ajedrez que se mueven a voluntad de las cúpulas en el poder, bajo el disfraz de lo contrario.
Mientras, millones de personas sufren y ven su vida derrumbarse de un momento a otro. Parece que los muertos, heridos y desplazados se cuentan como si fueran toneladas de mercancía.
UNA MUESTRA MÁS
Las reuniones de la ONU donde escuchamos lo esperado: “condenamos”, “exigimos que inmediatamente”, “habrá una fuerte respuesta” y ¿nada?
El arcaico sistema de Naciones Unidas ni siquiera sirve para poder emitir una condena enérgica por el derecho de veto de Rusia. Ahora convocan a una reunión de emergencia, ¿para qué?, ¿para ilustrar nuestro noticiero nocturno? China pide que se resuelva el conflicto por la vía diplomática, ¿cuál?, ¿eso no se intentó en las semanas previas?
Kosovo, Irak, Afganistán, Irán y, ahora, Ucrania se suman a la lista de crímenes internacionales en los que Naciones Unidas no sirve para absolutamente nada. No se puede esperar que ese organismo funcione para preservar la paz si no es capaz de ejercer acción alguna. Lo que fue un triunfo en 1945, hoy resulta francamente obsoleto.
