Vientos del norte
Kimberly Armengol
La diplomacia implica una gran paciencia y entendimiento, tanto de la realidad como de los alcances propios, así como una mezcla muy fina de azar para tomar acción, permanecer neutral o sólo observar.
Neville Chamberlain tenía razón, en términos generales, la teoría del apaciguamiento funciona con mucha eficacia cuando se trata de atemperar los ánimos exaltados de un tercero.
Hoy, la política exterior de Estados Unidos es una mezcla muy extraña entre la diplomacia pura en sus formas más elegantes, hasta otra totalmente opuesta, donde las armas y la provocación resaltan como elementos clave.
El gobierno de Joe Biden ha mostrado una apertura al diálogo con México. Mucho antes de solicitar consultas en el marco del T-MEC por la reforma energética, incluso bajó la guardia frente al gobierno de Cuba respecto a vuelos comerciales y lanza guiños a Venezuela frente a la crisis de hidrocarburos que el mundo padece actualmente.
Simultáneamente, se dieron otras señales. El Congreso de Estados Unidos amplió a toda América del Norte el subsidio para automóviles eléctricos producidos en la región, terminando así con la disputa que se abrió con los gobiernos de México y de Canadá.
Todo lo contrario respecto a su política exterior con países “más lejanos”, el ejemplo más claro: Ucrania y China. Frente al primero, un apoyo incondicional cargado de armas y millones de dólares para detener el avance e influencia rusa en la región, pero, ¿por qué no detener también la invasión israelí en lo poco que queda de Palestina?
Otro “punto caliente” es la relación con China, con una abierta provocación de Washington a Pekín por la visita de Nancy Pelosi a Taiwán, a pesar de las solicitudes que luego se transformaron en amenazas que, por un momento, hicieron pensar a muchos conspiracionistas que la Tercera Guerra Mundial comenzaba.
China no se quedó con las manos cruzadas y enseguida buscó reforzar aún más su relación con los BRIC (Sudáfrica se desdibujó del grupo), pisándole los pies aún más a Estados Unidos.
Muchos analistas destacan el avance chino en América Latina, dejando a México y Centroamérica fuera de esa jugada, pero, ¿realmente es así? No se necesita mucha investigación o un análisis muy profundo para descubrir que cada día más empresas chinas están trasladando su operación a México. Un jaque geopolítico muy brillante.
Las elecciones intermedias en Estados Unidos están a la vuelta de la esquina, por lo que pronto veremos nuevas sorpresas y probablemente la reaparición de Donald Trump, quien no dudará en usar a México, los migrantes, la guerra en Ucrania, China y todos los temas incómodos para posicionarse nuevamente al frente de las encuestas, a pesar de las brillantes acciones propuestas por el gobierno demócrata para hacer frente a la crisis.
La política exterior de Estados Unidos es, sin duda, el ejemplo más eficaz de la búsqueda de los objetivos nacionales más allá de las fronteras físicas, donde los recursos y las armas son su mejor carta credencial, pero esa fórmula se está agotando, y muy, pero muy pronto, tendrá que compartir esa corona con una o dos potencias más.
POST SCRIPTUM
En México, varias ciudades del país vivieron una escalada de violencia que no veíamos en varios años. Los cárteles de la droga están generando acciones que, en lo personal, calificaría de terroristas.
Es urgente una estrategia de seguridad integral que, por una lado, no abogue por la militarización del país y, mucho menos, una guerra absurda que sabemos perdida.
Basta de promesas, urgen acciones para proteger a la ciudadanía y aplastar al crimen organizado.
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