Trump, siempre Trump

Gracias a Donald Trump, la política estadunidense atraviesa un momento de fricción extrema. En ninguna administración se ha visto el choque extremo contra todo lo que se perciba como un obstáculo: medios de comunicación, gobiernos locales, instituciones financieras y ...

Gracias a Donald Trump, la política estadunidense atraviesa un momento de fricción extrema. En ninguna administración se ha visto el choque extremo contra todo lo que se perciba como un obstáculo: medios de comunicación, gobiernos locales, instituciones financieras y migrantes. Washington se convirtió, bajo la batuta del magnate, en el epicentro de la estrategia de confrontación.

El presidente estadunidense sigue un patrón claro que es la hostilidad hacia cualquier ente que lo critique o ponga en tela de juicio sus decisiones y caprichos. Probablemente el episodio más representativo contra la libertad de expresión sea su petición a la Comisión Federal de Comunicaciones para revocar las licencias de ABC y NBC, a las que señala de difundir “malas historias” sobre su persona. Seguramente su próximo blanco será la cadena CNN. Donald Trump está decidido a llevar a los extremos legales al Poder Ejecutivo, así pase encima de un pilar fundacional de su nación: la libertad de expresión.

No conforme con ello, Trump emprendió una cruzada contra las ciudades influyentes gobernadas por demócratas que no se subordinan a su poder imperial. Ahora amenaza con desplegar la Guardia Nacional en Baltimore, Chicago y Nueva York. El discurso dice que es porque están “plagadas de delincuencia”, pero la estrategia es clara: tomar control federal de los bastiones opositores.

Esta estrategia de militarizar ciudades puede resultar contraproducente para sus fines políticos. Por lo pronto, Gavin Newsom, gobernador de California, y J.B. Pritzker, gobernador de Illinois, consiguen reafirmar su lugar como opositores dignos de los republicanos de cara a las elecciones de 2028. Hasta hace algunas semanas, sólo se veía a Bernie Sanders y Alexandria Ocaso como demócratas con liderazgo y ahora se unen Newsom y Pritzker gracias a Trump.

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¿PACIFICADOR?

La lógica con la que se presenta Donald Trump es la del líder que lleva por el mundo (y su país) la ley y el orden frente a un mundo peligroso y sin rumbo. ¿Los enemigos? Todos. Los demócratas, los delincuentes, los migrantes, las minorías, los dictadores, los comunistas, los cárteles y un infinito etcétera. Una política que necesita enemigos visibles y estigmatizar a ciertos grupos para mover las pasiones de su base electoral.

El combate al narcotráfico se inserta en esta misma lógica. Washington presume que está limpiando México de los criminales como Ismael El Mayo Zambada. Todo entra en esta misma retórica, donde las amenazas provienen del sur y sólo “él” puede salvarnos del ocaso anunciado. Simplifica fenómenos al absurdo y con eso no se detiene la demanda de estupefacientes ni el poder de las organizaciones criminales.

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MINAR LAS INSTITUCIONES

Los frentes son amplios y tan diversos que incluyen instituciones tradicionalmente autónomas como la Reserva Federal. El despido de Lisa Cook, gobernadora de la Fed, se enmarca en esta misma mecánica. Es histórico y escandaloso que el presidente pretenda controlar la política monetaria de la primera economía del mundo. ¿Más alarmante aún? Lo está consiguiendo.

El panorama político de Estados Unidos se sostiene en la confrontación constante: un presidente que crea adversarios y una oposición que no sabe si responder entre lo institucional o lo simbólico. Frente a tantos enemigos (Fed, medios, migrantes, gobernadores y cárteles), Donald Trump obtiene titulares y respaldo inmediato, aunque erosione instituciones, polarice y normalice el autoritarismo. Mientras tanto, China espera paciente.

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