Sueños de cambio

Desde la década de los setenta del siglo pasado se juega, una y otra vez, con la fantasía de un orden mundial multipolar. Las concepciones van desde la teoría del declinismo hasta el imaginario de que el sur se convertiría en el hemisferio hegemónico. La guerra de ...

Desde la década de los setenta del siglo pasado se juega, una y otra vez, con la fantasía de un orden mundial multipolar. Las concepciones van desde la teoría del declinismo hasta el imaginario de que el sur se convertiría en el hemisferio hegemónico. La guerra de Vietnam, la invasión a Irak, la caída de la Unión Soviética, el surgimiento de la Unión Europea y el atentado del 11 de septiembre han servido de supuestas pruebas a los amantes de estas teorías que refieren que Estados Unidos pierde su preponderancia y poder hegemónico.

Dentro de este imaginario colectivo, ahora toca el turno a los BRICS. Este club de economías emergentes está integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Este supuesto contrapeso a los países de Occidente concentra más de 42% de la población mundial y 30% del territorio del planeta, así como 23% del PIB mundial y 18% del comercio mundial.

Con las fanfarrias del presidente chino, Xi Jinping, se dio la bienvenida a nuevos miembros a este distinguido club. Esta expansión “histórica” integra a Argentina, Arabia Saudita, Egipto, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos e Irán. Con estas adhesiones, el bloque controlará 29% del Producto Interno Bruto mundial y ampliará a 21% su impacto en el comercio internacional.

Lula da Silva, presidente de Brasil, celebró las adhesiones (siendo él quien, por alguna exótica razón, pujó por la entrada de Argentina) y aseguró que “los BRICS seguirán siendo el motor de un orden mundial más justo”. Discursos que hieden a antaño y que ya hemos escuchado con la integración del Mercosur, ALBA, TPC, UE y todos los esfuerzos de integración regional. Vaya, hasta con el surgimiento de las criptomonedas se acaricia el sueño de un nuevo orden mundial, por supuesto, desdolarizado.

Otros de los éxitos teóricos de los BRICS son:

1.- Rusia superó a la economía de Alemania y a la de Japón.

2.- Los BRICS concentran un poder adquisitivo un poco mayor a los integrantes del G7.

3.- Los BRICS controlan más de la mitad de la producción mundial del crudo.

Con base en estos datos se quiere sostener la teoría de que los BRICS serán el motor de cambio del orden mundial. Pregunta seria: ¿qué sucede con el ingreso per cápita y el bienestar social? Ningún alemán o japonés, en su sano juicio, cambiaría a sus países de origen para migrar a la pujante economía rusa o india, al caos argentino o a la realidad brasileña. La diferencia es abismal.

De acuerdo con Jim O’Neill, creador de las siglas BRIC, el bloque no ha logrado nada más que cierto poder simbólico. Agregó que la idea de una moneda común para el bloque económico es inviable: “Es simplemente ridículo… ¿Van a crear un banco central de los BRICS? ¿Cómo lo harían? Es casi vergonzoso”.

O’Neill también fue claro al mencionar una supuesta alianza entre China e India: “El grupo sería más efectivo si sus miembros clave fuesen más serios sobre objetivos comunes; China e India raramente se ponen de acuerdo en algo y, dada la actual relación bilateral, ninguno quiere que el otro gane más influencia en las instituciones globales”.

A pesar del cacareo de que el tamaño del PIB medido por nivel adquisitivo del grupo de los BRICS es un poco más grande que las economías del G7, también es cierto que sus divisas están subvaluadas a dólares nominales.

Para que cualquier bloque económico quiera ejercer influencia global y contar con autoridad moral para hablar de un orden mundial más justo, tendrían que comenzar con las condiciones internas de sus países, el bienestar y la justicia social de los suyos, la erradicación de la pobreza y la disminución de las asimetrías.

Mientras tanto, la idea de un bloque económico hegemónico y una nueva divisa que controle el mercado mundial sigue siendo una fantasía.

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