Positivismo tóxico

Basta con abrir las redes sociales para enfrentar a una sociedad a la que le gusta fingir e imaginar que vive en un Edén perpetuo.

Hace unos días, el compositor español Alejandro Sanz sorprendía al mundo con una inusual publicación. En sus redes sociales declaró: “No estoy bien. No sé si esto sirve de algo, pero quiero decirlo. Estoy triste y cansado. Por si alguien más cree que hay que ser siempre una brisa de mar o un fuego artificial en una noche de verano. Estoy trabajando para que se me pase. Llegaré a los escenarios y algo dentro me dirá qué hacer”.

Como era de esperarse, la publicación se viralizó y alcanzó miles de likes y comentarios en pocas horas.

Y es que en una sociedad que nos exhorta a vivir en un perpetuo estado de frenesí, alerta quien decide bajar de su nube de éxtasis y decir “ya basta”.

Millones de personas a nivel mundial nos hemos sentido o nos sentimos fastidiados, exhaustos, tristes y sin motivación, mientras que no falta el sesudo entusiasta con frases profundamente vacías como “échale ganas”, “tienes que poner de tu parte”, “todo estará bien”. ¿Por qué tendremos esa obsesiva costumbre de opinar de todo?

De acuerdo con la OMS, la depresión es la segunda causa de discapacidad a nivel mundial. Más de 350 millones de personas la padecen y sus síntomas son absolutamente discapacitantes. En México, se calcula que 8% de la población la padece.

Positivismo asfixiante

Uno de los problemas que agrava la depresión es que más de 50% de quienes la padecen no identifica la depresión ni acuden a diagnósticos y, mucho menos, llevan un tratamiento y padecen los síntomas en total aislamiento y soledad.

¿Y es que cómo aceptar la tristeza, la ansiedad, la irritabilidad o el agotamiento crónico en una sociedad que premia la alegría patológica? Basta con abrir las redes sociales para enfrentar a una sociedad a la que le gusta fingir, posar e imaginar que vive en un Edén perpetuo. ¿Cuándo y cómo aprendimos tanta estupidez? Si esos estados delirantes de felicidad y positivismo (con sus fingidas sonrisas) existieran, sería agotador; física y emocionalmente sería imposible soportarlo.

Siempre las mujeres

En el tema de la depresión, las mujeres vamos a la delantera. De acuerdo con la Clínica Mayo, las mujeres somos dos veces más propensas a sufrir depresión que los hombres.

Ni qué decir de las pobres madres que no pueden expresar el agotamiento y la soledad que conlleva la maternidad por el terror de ser etiquetadas como “malas mujeres”. Los medios, la sociedad y el mundo digital promueven la maternidad como un estado de éxtasis, creación y sacrificio constante y son muy pocos quienes promueven la sanidad mental que permite quejarse y externar el cansancio o el hartazgo.

En este coctel de toxicidad no falta el eterno opinador que emite comentarios que desincentivan el uso de antidepresivos. Dentro de su tremenda ignorancia consideran que la depresión se puede curar con “voluntad”, con “ganas” y que “la mente es más poderosa”. Miles consideran que el uso de fármacos “adormece” la voluntad y tienen un nulo entendimiento de los neurotransmisores.

Todos estos empíricos que desprecian años de avances científicos deberían aplicar sus conocimientos y curarse del mismo modo de las infecciones, evitando el uso de antibióticos... sólo con su voluntad y poder mental.

POST SCRiPTUM

Enhorabuena por la creación de la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones.

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