Otra cumbre gris

Encuentros regionales suelen culminar con aire caliente convertido en buenos deseos e intenciones

En 2018 fue la última ocasión en la que la mayoría de los líderes del continente americano se vieron cara a cara en Lima, Perú. El tema de aquella Cumbre de las Américas fue “Gobernabilidad democrática frente a la corrupción”. ¿Alguien la recuerda o le importa? Lo dudo. A lo sumo, las comitivas que extrañaron el turismo político y los viáticos.

Cuatro años, una pandemia, una guerra y una potencia cada vez más desinflada nos recuerdan que el orden mundial cambió diametralmente en este periodo.

De los 57 acuerdos signados como resultado de aquella reunión, ninguna tuvo relevancia ni consecuencias. Probablemente, los medios recuerden la invitación y cancelación de la misma a Venezuela o la ausencia de Donald Trump en la reunión continental.

Esta Cumbre de las Américas, en 2022, que se realizará en la ciudad de Los Ángeles, causó más polémica y ruido en los medios por las ausencias que por su agenda: construyendo un futuro sostenible, resiliente y equitativo.

Nuevamente, no es la cumbre en sí lo que resuena en los medios o en la opinión pública, es la decisión de varios mandatarios de no asistir al evento en solidaridad a Cuba, Venezuela y Nicaragua, países considerados por el anfitrión como poco democráticos e indignos de recibir invitación.

México, Honduras y Bolivia dijeron ‘no’ a la cumbre, mientras el ultraderechista Jair Bolsonaro afirma no tener aún una invitación formal o, entre líneas, las ganas o interés de asistir.

LA NADA SOBRE LA NADA

Seamos francos, estas cumbres siempre culminan con aire caliente convertido en buenos deseos e intenciones, una foto y sonrisas por documentos colosales llenos de letra muerta, mucha tinta y papel. Turismo, abrazos y nada.

Aunque también es importante reconocer que esta cumbre pone de manifiesto que el continente es otro, que el Tío Sam languidece y que China se convierte, silenciosamente, en el principal socio comercial de los países del continente.

Tampoco debemos olvidar que se acercan elecciones en Estados Unidos, por lo que Joe Biden debe mover estratégicamente las piezas del ajedrez o el descalabro a su partido será aún más fuerte del pronosticado.

UN APLAUSO

Por su parte, México no tiene mucho que perder, ya que de todos modos enviará al canciller Ebrard, uno de los escuderos más fuertes de la 4T, pero, sobre todo, un estratega en lo que respecta a la relación con Estados Unidos.

Más que un tema de dignidad o solidaridad, la ausencia del presidente López Obrador es una posición diplomática romántica y valiente. Dicho sea de paso, la presencia de los tres países vetados en el evento es meramente simbólica.

Lo que sí es realmente interesante es que, por primera vez en este siglo, un gobierno mexicano ha desairado a Estados Unidos en diversas ocasiones y retomó ese papel de líder regional perdido desde las serviles políticas exteriores de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

Voces con visión de conquistados han criticado terriblemente la posición de México frente a esta cumbre, augurando un enfriamiento de las relaciones con Estados Unidos, pero olvidan que la relación de ambos países no es un tema de política exterior como lo afirmaba George W. Bush, sino un asunto interno.

Le toca comprender a Estados Unidos que los hermanos menores crecieron y que están reinventándose al darse cuenta de que el hermano mayor no es tan alto y tan fuerte, pero, sobre todo, que no cuentan con él en los momentos difíciles.

POST SCRIPTUM

¿De qué animación se disfrazarán Sammy y Fosfo Fosfo esta semana? ¿Alguna frivolidad nueva en TikTok mientras Nuevo León se sigue cayendo a pedazos?

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