Nuevo orden mundial
La hegemonía, presencia y protagonismo de EU en el debate internacional se cuestionan
Por décadas, el mundo vivió un escenario bipolar, donde dos potencias luchaban por la hegemonía a través del poder económico, político y militar, logrando dividir al mundo en dos zonas de influencia y una periferia oscilante de acuerdo a sus intereses.
Aquella batalla realmente significó una especie de Guerra Santa, donde no sólo se disputaba el poder, sino también la prevalencia de una ideología sobre otra y, para algunos fanáticos e infantiles, la guerra del bien contra el mal.
La lucha terminó con la disolución de la Unión Soviética y la extinción casi total del bloque comunista desde 1991 a la fecha, cuando aún prevalecen reductos del bloque rojo, aunque —la mayoría— son más un testigo antropológico que otra cosa.
Por prácticamente 10 años, Estados Unidos se fortaleció como la superpotencia, el hegemón, hasta que un atentado cambió la geopolítica mundial hacia una nueva guerra comandada por el país norteamericano: la guerra contra el terrorismo.
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Veinte años después, el escenario es muy distinto a aquel 2001, cuando Afganistán saltó al ojo público como el refugio del líder terrorista Osama Bin Laden y el más grande opresor de mujeres a nivel mundial.
Diez años después, la operación fue exitosa: el enemigo fue aniquilado, pero el camino para lograrlo costó miles de vidas, un país desgastado por la guerra y otro que se enfrentó a una paradoja de cantar Victoriano, seguir luchando contra ese régimen maligno.
Nuevamente, diez años después, Estados Unidos se enfrenta a otra derrota, más vergonzosa que Vietnam, donde el armamento más sofisticado y el ejército más poderoso del mundo quedaron como un árbol de navidad fuera de temporada.
El conflicto afgano tiene dos actores muy importantes: Rusia y China. Ambos países, que han buscado otras vías para entablar el diálogo que Washington rehusó a entablar y que amenaza con un resurgimiento del terrorismo a nivel internacional, donde el blanco seguramente será su territorio o intereses.
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Yemen está perdido, Rohingya ni siquiera figura en las noticias y Estados Unidos parece sin rumbo, con una política exterior muy similar a la de hace 30 años, cuando el mundo era otro.
La hegemonía estadunidense se cuestiona, su presencia y protagonismos en el debate internacional, también, sin contar que el mundo toma como referencia a China y Rusia nuevamente, cuando por décadas se les miraba como países en decadencia o de una fuerza media.
Seguramente por muchos años veremos una lucha descarnada por la hegemonía económica entre China y Estados Unidos, aunque aquí difícilmente podremos predecir quién ganará o qué sucederá en años venideros.
