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¿No se cansarán?

Kimberly Armengol

Kimberly Armengol

Rompe-cabezas

 

Pregunto seriamente: ¿sabe usted de alguna publicación médica, congreso internacional, simposio o gobierno extranjero que le pida asesoría a la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios? ¿A algún organismo regulador como la FDA o EMA le pudiera interesar la opinión de la Cofepris en cualquier materia? Evidentemente, no.

La tardía, burocrática y tormentosa aprobación del uso de emergencia de remdesivir para los casos tempranos de covid-19 —mientras que más de 50 países como Estados Unidos, Canadá, Japón y la Unión Europea ya lo utilizaban casi un año antes— contrastó con la distribución y utilización de la ivermectina en el sector público de salud.

Mientras la OMS desaconsejaba la utilización de la ivermectina, aquí se entregaba a los pacientes en su kit covid junto con otros remedios. En tanto que los casos clínicos demostraron que 30% de los pacientes que requerían oxígeno no avanzarían a cuadros más graves con el uso de remdesivir, aquí se prohibía. ¿Cuántas intubaciones y muertes se pudieron evitar? No lo sabremos.

 

DANDO TUMBOS

Tras un año de jaloneos contra la vacunación de los menores de edad, finalmente, México dio un paso adelante para administrar el biológico a los niños. Paso adelante que se convirtió en tremendo descalabro.

Si el argumento institucional que justificó por más de un año el rechazo por inmunizar a los menores de edad era que “no existía evidencia médica para ello” y que la OMS no lo recomendaba aún, ¿cómo se justifica que ahora la “estrategia nacional” sea aplicarles la vacuna cubana Abdalá? La vacuna puede o no ser eficaz, pero la OMS aún no la autoriza y, mucho menos, en menores de edad.

¿Podría alguien explicar con datos duros, no con actos de fe, cuáles son los ensayos clínicos que llevan a México a tomar esta decisión? Hay que destacar que la OMS sólo recomienda la aplicación del biológico de Pfizer y el de Moderna.

Decisiones como ésta agudizan la lacerante desigualdad social que existe en México. Los sectores más favorecidos de la población vacunaron a sus hijos en Estados Unidos hace más de un año con el biológico recomendado a nivel mundial. ¿Los sectores vulnerables? ¿Los niños en pobreza? Se joden. Se vacunan un año después con lo que hay: Abdalá. ¿Y la tan codiciada justicia social? Otra falacia.

 

DE LO TRASCENDENTAL A LO SUPERFLUO

 

No hay justificación científica ni moral aceptable para el manejo discrecional en materia sanitaria frente al coronavirus. Pero estos “excesos” se encuentran hasta en los temas más irrelevantes y absurdos.

Hace una semana, México aprobó la aplicación del electrocardiograma o ECG en el Apple Watch. Con esta app se puede medir el ritmo cardiaco y detectar irregularidades silenciosas, como ritmo ritmo sinusal, fibrilación auricular y otros. Esta extraordinaria herramienta permite detectar ritmos cardiacos irregulares que pueden ocasionar accidentes cerebrovasculares.

Lo indignante de un tema que podría ser irrelevante (no así para las víctimas de accidentes vasculares) es que la aplicación se utiliza ¡desde hace cuatro años en más de 116 países! Tenemos acceso a las bondades de la tecnología cuatro años después que el resto de mundo por la autorización y tramitología de un ente como la Cofepris (me recuerda historias de hace cuarenta años, cuando sólo quienes viajaban al extranjero comían chocolates Snickers, así de primitivo). Otra vez, la tan acariciada y fantasiosa justicia social. De nueva cuenta, los sectores “pudientes” ya contaban con esta aplicación; la descargaron en un viaje a Estados Unidos o con una VPN.

 

DEL MANTRA A LA OBSESIÓN

Sin entrar en teorías de la conspiración acerca del impacto en el PIB por las autorizaciones, es importante mencionar que los organismos reguladores internacionales pares a la Cofepris son autónomos. No son dependientes de funcionarios públicos. En México, la citada comisión depende de la Subsecretaría de Prevención y Promoción de la Salud, sí, de Hugo López-Gatell.

Uno de los pilares en los que se sustenta la 4T es el combate a la corrupción. Habría que ser cuidadosos en que ese mantra no se convierta en una obsesión por controlar todo y obstaculizar procesos que impactan en los derechos humanos fundamentales: el acceso universal a la salud.

 

 

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