Iker y los nadie

El pequeño Iker, de siete años, fue un niño de origen chiapaneco que se dedicaba a hacer malabares y pedir limosna en las calles de Mérida, Yucatán. Iker murió atropellado mientras mendigaba, como lo hacía todos los días. Hasta el cierre de esta columna, nadie ha ...

El pequeño Iker, de siete años, fue un niño de origen chiapaneco que se dedicaba a hacer malabares y pedir limosna en las calles de Mérida, Yucatán.

Iker murió atropellado mientras mendigaba, como lo hacía todos los días. Hasta el cierre de esta columna, nadie ha reclamado su cuerpo.

Parecería que la indignación radica en que nadie se presenta en el Semefo para llevarse el cuerpo del pequeño. Considero que eso es lo de menos. ¿Cómo es posible que no sea un escándalo nacional que un niño esté limosneando por las calles? ¿A qué niveles de descomposición social estamos expuestos, que esto es una realidad? Tan sólo siete años; mientras debería jugar y estudiar se dedicó a mendigar.

De acuerdo con Unicef, a nivel mundial hay más de 100 millones de niños “viviendo” en las calles; en América Latina, por lo menos, 40 millones. En México no hay cifras exactas, aunque el Sistema Integral de la Familia (DIF) calcula que hay más de 100 mil menores viviendo en las calles del país.

De lo que sí hay cifras nacionales es de los menores que trabajan. Son más de 2.2 millones de niñas y niños que tienen que ganar dinero para subsistir.

¿Cómo pretenderían las autoridades resolver el tema de los niños de la calle si ni siquiera los tienen cuantificados? No saben dónde o con quiénes viven, si acuden a la escuela o si están vacunados. De ese tamaño es la indiferencia y la irresponsabilidad.

Son miles de vidas truncas, expuestas a la pedofilia, la prostitución, el abuso sexual, la drogadicción, el tráfico de órganos, entre muchos otros horrores.

Son miles de pequeños descalzos, con parásitos y hambre frente a nuestras narices, en los semáforos y las estaciones del Metro, y nosotros, la gran ciudadanía, fingimos no verlos. Es más fácil suponer que es menester del gobierno resolverlo y olvidarnos que somos parte activa del problema y de la solución.

Fantasías danesas

Aprovechando la obsesión mexicana de fantasear con alcanzar (y superar) los indicadores de Dinamarca, imaginemos por un momento que Iker hubiese sido un niño danés. ¡Sería un escándalo!

La noticia, claramente, acapararía los titulares por semanas, rodarían cabezas de políticos importantes y los obligarían a una revisión y reforma del sistema de cuidados infantiles danés.

¿Aquí qué sucede? Nada. Absolutamente nada. Iker es una historia más en el mosaico de nuestra desgracia nacional. Él y otros 100 mil nadies son parte del paisaje urbano de México. Decenas de miles de niños están en condición de mendicidad, explotados laboral y sexualmente frente a la incapacidad de las autoridades y de nuestra indiferencia. ¡Qué jodidos estamos!

Temas: