El tema de nuestra dependencia a las redes sociales para mantenernos informados y comunicados ya se ha analizado en exceso. Todos sabemos que somos “virtualmente” esclavos de nuestros teléfonos y no podemos imaginar un día sin estar hiperconectados e informados hasta de las nimiedades de las vidas de los otros.
Ayer, cual experimento social, vaya un reallity sádico, nos quedamos por más de seis horas fuera del mundo. Eran miles quienes creían que no funcionaban sus aparatos, para más tarde conocer la realidad: Facebook y sus servicios, WhatsApp e Instagram, tuvieron la caída mundial más prolongada que hemos experimentado.
Fuimos casi tres mil millones de usuarios los que volvimos al pasado al utilizar mensajes SMS, sólo nos informamos por Twitter, algunos otros usaron como mensajería instantánea los correos electrónicos.
Son poco más de 12 años los que ha existido WhatsApp e imaginar hoy nuestro día a día sin esta herramienta es muy complicado.
En México, de los 96 millones de usuarios de telefonía celular, más de 95% utiliza WhatsApp para comunicarse (y ya no sólo en texto, también en llamadas).
Más de 94% utiliza Facebook y casi 40% emplea Instagram. Diversos estudios muestran que invertimos más tiempo en nuestra “existencia virtual” que en la convivencia cotidiana, y la fortuna de Mark Zuckerberg lo sabe.
Esta falla mundial hasta le ha costado 6.5 mil millones de dólares a la riqueza de
Zuckerberg. Esto equivale casi a 6% de su fortuna, valuada en más de 120 mil millones de dólares. Las acciones de Facebook perdieron 4.9% de su valor.
Las pérdidas económicas por el apagón en redes sociales no representan mucho para uno de los cinco hombres más ricos del mundo. El problema es la coyuntura en la que sucedió.
Durante las últimas tres semanas, el periódico Wall Street Journal publicó los archivos de Facebook, con documentos filtrados por Frances Haugen, una exempleada de Facebook. Documentos que muestran la falta de prácticas éticas en la plataforma.
Anoche, Haugen explicó a CBS que la empresa priorizaba el crecimiento de su red frente a la seguridad de los usuarios y fomenta el odio y la violencia. Fue tajante cuando expuso: “Facebook optó una y otra vez por optimizar sus propios intereses, como ganar más dinero”.
Otra de las declaraciones de Haugen que pone la lente sobre Facebook y sus empresas, como Instagram, fue: “La versión de Facebook que existe hoy en día está desgarrando nuestras sociedades y provocando violencia étnica en todo el mundo”.
Y es que para nadie debería ser sorpresa cómo Facebook y allegados utilizan su algoritmo, modificado en 2018, para personalizar la información que cada uno de nosotros vemos en nuestras cuentas.
Infieren directamente en nuestros gustos comerciales, nos ofrecen productos que buscábamos y nos provocan necesidades de experiencias que antes no conocíamos.
Pero no sólo es el algoritmo, también es el daño a la salud mental de exhibir en todo momento nuestra mejor versión del “yo”; en particular, generaciones más jóvenes que viven obsesionadas con sus fotografías y reels en Instagram.
Sirva este apagón virtual para darnos cuenta de cuánto dependemos de las redes sociales y la mensajería instantánea.
