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En el nombre de Dios

Kimberly Armengol

Kimberly Armengol

Rompe-cabezas


 

Un amigo, a quien considero un hombre de profunda fe —otros lo definen muy apegado a su religión—, me envió una imagen en la que se ve el mapa de Estados Unidos y adentro de ella puede leerse: “Es mi país, no tu iglesia”.

Pocas horas antes se conoció la aberrante decisión de la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos, que abrogó la resolución del caso Roe vs. Wade, en la que se protegía la libertad constitucional de la mujer para decidir libremente sobre su salud reproductiva.

Personajes tan impresentables como Donald Trump azuzaron a las hordas de fanáticos con declaraciones tan absurdas como: “Dios tomó la decisión”. Y, básicamente, en eso reside la discusión: en subjetividades como la existencia o la furia de Dios. Otra vez, un Dios egoísta y vengativo que está al pendiente de las decisiones de su rebaño.

La reacción del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, quien luego de calificarlo como un día triste para las libertades, pidió al Congreso recuperar el derecho al aborto como un derecho constitucional. La nación que quiere continuar siendo hegemónica, irónicamente, discute leyes estatales propias de 1800.

¿En qué punto las decisiones de índole moral, que básicamente están sustentadas en las muy diversas religiones, deben ser adoptadas en un orden legal? ¿Quién debe determinar el límite de los derechos humanos?

En el mundo occidental, son cada vez más las naciones constitucionalmente laicas, pero que viven con una confusión muy profunda para determinar dónde están las fronteras de lo moral y lo público. ¿Hasta dónde el Estado puede intervenir en decisiones personalísimas?

En Estados como los musulmanes no existen estas confusiones porque las decisiones de orden público están fundamentadas en el Corán y en sus libros sagrados. En las naciones en los que libremente coexisten personas de muy distintas confesiones, e incluso crecientes cantidades de agnósticos, se deben buscar normas que permitan una sana convivencia sin que nadie les imponga a otros su visión de fe del mundo. ¿Cómo lograr ese equilibrio?

Para algunos, es muy difícil entender cuáles son las diferencias reales entre confesiones muy parecidas como las judeocristianas. Por ejemplo, tratemos de determinar cuáles son las diferencias fundamentales entre católicos romanos de los católicos ortodoxos.

La primera migración de europeos a Estados Unidos, que dio origen a las 13 colonias raíz de esta nación, estaba compuesta por hombres y mujeres que huían de la intolerancia religiosa, de gobiernos que pretendían imponer una agenda basada en una interpretación de la fe y en la búsqueda del bien común, según sus propias y limitadas visiones.

El constituyente original de Estados Unidos, al que se apeló para quitar la posibilidad del aborto legal en toda la nación, tenía en su espíritu una integración con la que personas verdaderamente disímbolas en lo privado pudieran coexistir sanamente.

 

NO ES UN TEMA DE FE

El aborto y el libre acceso a ello es un tema de debate propio de hace siglos. No del siglo XXI. El respeto a los derechos de las personas es una idea superior a la de coartar por motivos religiosos, o los que sean, libertades.

Así que, si queremos vivir en un mundo incluyente, ecuménico en la fe, para que todos podamos ser parte de él —sin discriminaciones o sanciones de índole moral—, es necesario establecer las libertades.

Que el aborto sea un derecho constitucional permite a quienes creen en él hacerlo con medidas de seguridad e higiene, pero de ninguna manera obliga a los que están en contra de él a tomarlo.

Un derecho no es lo mismo que una obligación. Una fe no es lo mismo que una convención social.

 

POST SCRIPTUM

Le recomiendo que no se pierda la serie Caníbal; indignación total, producida por Javier Tejado, que a partir de ayer comenzó a transmitirse por Canal 22, Televisa y en Justicia TV.

Una brutal historia en formato de documental que habla de quien podría ser el asesino más grande de la historia de México y, quizá, del mundo.

 

 

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