Emerge un semidios
La imagen de Trump levantando el puño, ensangrentado, lanzando arengas a minutos de resultar lesionado, es una obra maestra.
En esta columna hemos documentado muchas veces la figura de rockstar y maestro mercadólogo de Donald Trump; lo que no se esperaba era que se convirtiera en una suerte de deidad en el imaginario colectivo en esta contienda electoral.
Tras el intento de asesinato del sábado pasado, resulta sorprendente —por decir lo menos— la forma con la que el magnate refuerza su imagen con cada acontecimiento.
Si ya era objeto de admiración su habilidad para convertir sus causas penales en una suerte de martirización; la imagen de este hombre indestructible levantando el puño, ensangrentado y lanzando arengas a minutos de resultar lesionado, es una obra maestra.
A escasas dos semanas de que el debate público (y mundial) se tornara en relación con las capacidades físicas y cognitivas del presidente Joe Biden, el candidato republicano (y, todo indica, próximo presidente) logró enviar justo el mensaje que ha repetido hasta la náusea: es el único capaz de proteger a su país de cualquier amenaza.
La irónica fotografía de Evan Vucci, de la agencia The Associated Press, simboliza un Donald Trump fuerte, desafiante, inspirador. Una figura de protector al que no le tiembla la mano en la antesala de su propia muerte. Vaya, un inmortal. Por si fuera poco y faltará el toque patriótico, la bandera de las rayas y las estrellas detrás. Sin duda, la imagen de Trump reforzará la idea del macho, del hombre fuerte y poderoso que representa la fortaleza y los valores de Estados Unidos, frente a un Biden que, si bien reaccionó rápida y estratégicamente, esto no se traducirá en votos ni en apagar las voces que piden su renuncia.
Fuera del show mediático y electoral de este atentado, pone de manifiesto algo muy grave: la violencia y el fácil acceso a armas que tiene cualquier persona en Estados Unidos y más aún cuando su atacante era una persona muy joven, blanca y que no vivía en pobreza, pero lo más contradictorio es que simpatizaba con el partido que representa a la que pudo haber sido su víctima.
Los servicios de seguridad no actuaron rápidamente ni tampoco de forma eficiente. Este hecho nos recuerda hechos similares presentes en dictaduras o “países bananeros” a los que Estados Unidos menosprecia y descalifica.
Lo que pasó el fin de semana no es el nacimiento de un héroe mediático, es una alarma de la descomposición y violencia que padece la sociedad estadunidense. Si ese joven hubiera alcanzado su blanco, hoy, Estados Unidos y el mundo entero estarían en shock, y la crisis generada por esa tragedia hubiera desencadenado protestas violentas e, incluso, hasta un intento de golpe de Estado.
Para quienes dicen que la suerte no existe, pregúntenle a Trump.
