El festival de la estupidez

Por lo visto, no aprendimos nada y nos seguimos hundiendo en un individualismo

Sirvan estas líneas a modo de catarsis de una semana profundamente desgastante en materia informativa, pero, sobre todo, para una reflexión respecto a un tema que nos atañe a todos.

El mundo podría estar en la antesala de una tercera y más mortífera ola de coronavirus, la amenaza que representa la variante Delta puede devolvernos a un largo confinamiento. Sí, a esa pesadilla que pensábamos haber superado.

Nuevos casos, más vidas perdidas, más pobreza y crisis. Por lo visto, no aprendimos nada, pero nada, y nos seguimos hundiendo en un individualismo que nos recuerda el lado más vil del ser humano.

Los culpables, en menor o mayor medida, somos todos, pero, sin duda, el grupo más desconcertante y maquiavélico son los antivacunas. 

“Nos quieren controlar”, “Buscan empadronarnos” y entregamos con éxtasis nuestros biométricos a Apple o Google para recibir la nueva app o bloquear nuestro invaluable móvil.  

Sin contar aquellas teorías aún más absurdas sobre un supuesto microchip, un código que sustituirá a los billetes y monedas actuales, y un sinfín de ridículas teorías que rayan verdaderamente en lo absurdo. Son miles de personas que sostienen sus teorías de conspiración con alfileres y que son incapaces de establecer un diálogo constructivo.

En días pasados publiqué en redes sociales un exhorto a inmunizarnos en nombre de las millones de personas que perdimos en el camino por falta vacunas. En las respuestas, una llamó mi atención: “Seguro te pagan, chayotera”.

No tardé en contestar a este genio cibernético “¿los gobiernos (cual ente supranacional incógnito) o las farmacéuticas?”. Evidentemente, ya no respondió. Desconozco si comprendió la ironía de mi respuesta o sigue investigando dónde escondí los miles de bitcoins que obtuve por ese tuit. ¿Se puede ser más ignorante? 

Este grupo de personas fanfarronean que no contribuirán con la industria farmacéutica en redes sociales entregando su data a Facebook, Twitter e Instagram tomando Coca-Cola y, de fondo, la serie de moda de Netflix.

Para obtener cualquier tipo de información de la vacuna que les genera “sospecha” hacen millonarios a generadores de contenidos audiovisuales o digitales. ¡Qué tontería!  Por ejemplo, a mí no me gusta el reguetón, me parece vulgar y lo considero un ruido primitivo. ¿A quién le importa? ¡A nadie! Y, por ello, no conozco a sus cantantes, no sigo sus redes sociales, no acudo a sus conciertos y, en ninguno de los universos, leería sus publicaciones para insultarlos. ¿Qué sentido tendría?  

Por cuestiones de derechos humanos, cada quien puede elegir o no aplicarse la vacuna. El tema es que los gobiernos y empresas tienen que tomar medidas contra quienes no estén inmunizados. ¿La increíble carrera de la ciencia se verá mermada por los negacionistas? ¿Vamos a permitir que individuos no vacunados viajen, atraviesen fronteras, utilicen el transporte público o trabajen en corporativos? ¿Sería justo que por una minoría necia la amenaza siga latente y se fortalezcan nuevas cepas? La vacunación es algo más serio, algo que ni siquiera debería estar a discusión, ya que una vacuna es resultado de la ciencia, no de la especulación o la ignorancia.

Los movimientos antivacunas no son nuevos, pero desde la década pasada tomaron auge y seguidores en redes sociales, donde supuestos expertos o “médicos disidentes” comparten sus “teorías y pruebas” de cómo las vacunas pueden provocar graves secuelas a la salud, pero también de supuestos complots con fines de control mental.

En este mundo diverso, toda opinión cuenta, pero, ¿por qué debatir algo probado? ¿Será que nuestros amigos negacionistas frente a una infección compran un cuarzo en lugar de utilizar antibióticos?

Lamentablemente, antes de la pandemia, en Estados Unidos y otros países industrializados comenzaron a resurgir enfermedades que se creían extintas, como el sarampión.

Hoy tenemos la oportunidad de salvar vidas, de una enfermedad terrible que nos ha afectado a todos. ¿Por qué negarnos a salvarnos y salvar a otro? ¿Por qué volvemos a pensamientos medievales fuera de contexto?

Sin duda, el ser humano es el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra, sólo espero que ésos que se niegan reflexionen y si no se vacunan por amor propio, lo hagan por la gente a su alrededor y las casi cuatro millones de vidas que perdimos en este camino.

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