El egoísmo sobre la razón

La pandemia deja ver brechas entre países

En pleno 2021, sí, después de que la humanidad descubrió que la Tierra no era plana, donde la gente ya no muere de una simple gripa o una diarrea, donde llevamos nuestro propio universo en un celular; sí, en este mundo aún hay personas que se niegan a vacunarse. Individuos que por su irresponsabilidad han perpetuado la pandemia de covid-19.

Quiero pensar que estos millones de personas viven aisladas del mundo, en medio de frondosos bosques, bebiendo agua de manantiales, cultivando sus propios alimentos; no consumen azúcar y son deportistas destacados o regulares. Bueno, de alcohol, cigarros o drogas, ni hablar ¿verdad?

Si usted no cumple estos requisitos y no quiere vacunarse, déjeme decirle que no tiene nada de especial, es una persona común y corriente que vive y forma parte de esta voraz sociedad, donde su irresponsabilidad e ideas absurdas están llevándonos a todos al mismo pozo.

Más allá de nuestras ideas, pensamientos y tendencias está la salud, pero no sólo malentendida de manera individual, no, sino la salud vista desde la colectividad. El no vacunarse no es un derecho, es una decisión personal y eso no lo digo yo, mi médico o el Presidente.

A inicios de año, el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos dictaminó que las vacunas obligatorias (como la de covid-19) no violan las leyes relacionadas con derechos humanos e incluso pueden considerarse como necesarias en una sociedad democrática.

Entonces, ¿por qué la estupidez? Si incluso salir de nuestra casa a trabajar es una decisión que implica riesgos ¿por qué no vacunarse? ¿Por qué no ser responsable? ¿Por qué no sacrificar el egoísmo?

Tristemente, esta tendencia no es nueva, como lo mencioné en una nota anterior, países desarrollados ya presentaban niveles de vacunación preocupantes, así como el regreso de enfermedades que se creían erradicadas.

La pandemia que continuamos viviendo nos recuerda las grandes brechas entre países ricos y pobres, pero también el grave efecto desinformador que tienen opiniones médicas sin evidencia sobre los efectos secundarios de las vacunas, principalmente en países desarrollados.

A todos nos indignó el acaparamiento de vacunas por parte de los países ricos, mientras países de ingreso medio las recibíamos a cuentagotas y los países pobres sólo migajas. Es ahora donde el karma, si es que existe, nos está tomando factura, cuando esas personas que no han recibido ni una dosis siguen muriendo, cuando muchos países ya van por la tercera dosis.

Vivimos una guerra por la salud, donde esta crisis nos recordó nuestro instinto básico de supervivencia, pero del modo individualista, egoísta, al que hemos mutado. Este modelo está en crisis y de seguir así, no sólo vendrán más pandemias, sino el fin de la humanidad como la conocemos, los responsables: usted, yo y todos.

El debate a partir de este momento ya no debe centrarse en quién se va a vacunar y quién no, los gobiernos deben poner mano dura y hacer obligatoria la vacunación, quien no acceda, tendrá que vivir aislado hasta que la razón guíe sus decisiones o hasta que concluya la pandemia.

Muy bien por Austria, Italia y Nueva York que no darán cabida a que la estupidez de unos, afecte a todos.

Todos tenemos derechos por el solo hecho de ser personas, pero también obligaciones, sobre todo cuando el bien colectivo está amenazado.

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