El camino del canciller

Es justo señalar que el canciller Marcelo Ebrard ha sabido sacar ventajas de este rol que le ha sido solicitado

El canciller mexicano, Marcelo Ebrard, ha tomado un protagonismo poco usual para alguien en su condición dentro del gobierno mexicano. Si bien una de las funciones del secretario de Relaciones Exteriores es, jus­tamente, llevar la representación del Estado a nivel global, durante este sexenio el papel se magnificó ante la ausencia pública en el exterior del Presidente y la promoción que hace el funcionario en las redes sociales.

Salvo en aquellos asuntos que implican la relación entre México y Estados Unidos, Ebrard ocupa todos los demás espacios ante la cuestionable decisión del mandatario de cumplir su encargo con una suerte de des­vinculación con el concierto internacional.

No será tema de esta entrega señalar aquellos espacios internacionales en los que el Presidente de la República debería tener una presencia personal más intensa.

Enviar al titular de Relaciones Exteriores a presentar una propuesta de paz y mediación ante la invasión de Rusia a Ucrania desluce la pro­puesta que, en sí misma, tiene un carácter meramente simbó­lica o se usa como un acto de relaciones públicas.

La lectura en las Naciones Unidas hubiera sido diferen­te si la propuesta hubiera sido presentada directamente por el presidente Andrés Manuel López Obrador y no por su en­cargado de despacho. En el fondo hubiera sido igualmente ignorada, pero con mayores méritos.

Es justo señalar que el canciller Marcelo Ebrard ha sabido sacar ventajas de este rol que le ha sido solicitado. Se encarga de ha­cerse ver como la figura de este gobierno que podría mantener una relación cordial y cer­cana con el mundo, puesto que se le ve como una figura de respeto más allá de su encargo.

El uso intensivo de las redes socia­les ha sido una característica fundamen­tal de su gestión. Si bien lo hace ver como una figura pública cercana a la población, también lo pone en situaciones bastante comprometidas.

La selfie que se tomó, junto con su espo­sa, en el marco del funeral de la reina de In­glaterra, Isabel II, ejemplifica muy bien no sólo su trabajo en redes para verse como un hombre cercano de acceso a grandes acontecimientos mundiales, sino el riesgo de caer en la frivolidad.

Por un lado, deja constancia de que estuvo ahí; sin embargo, no faltaron aquellos quie­nes consideraron que se trató de una actitud irrespetuosa o poco protocolaria, ya que se interpretó que se había hecho la fotografía en el funeral. No existe ningún elemento que pudiera mostrar que estaba ahí, puesto que fue muy cuidadoso de que la imagen fuera en un fondo liso que no da ningún indicativo de dónde estaba.

Poco después, ahora asistiendo al funeral de Estado del exprimer ministro de Japón, Shinzō Abe, mostró una imagen similar. En ella camina sin corbata cargando un paquete gris en su mano derecha. Otra vez, cercano y en hechos fundamentales.

En este caso, aprovechó la visita para ha­cer una serie de reuniones con autoridades de Japón para promover no únicamente la presencia de México, sino para atraer inversiones. Las con­tinuas giras de Ebrard por el mundo tienen más y mejores resultados en manera de atrac­ción de capitales que las que escasas que ha realizado la se­cretaria de Economía, Tatiana Clouthier.

Desde el principio de esta administración, el titular de la SRE ha ido ganando espacio en la representación comercial de México en el extranjero, un modelo que es común en otros países, lo que también ha contribuido a darle una imagen mucho más sólida al funcionario público. Ni qué decir de su papel protagónico en la adquisición y distribución de vacunas, función en la que el secretario Alcocer mostró su invisibilidad.

Es muy poco probable que Ebrard logre la candidatura de Morena a la Presidencia de la República, a pesar de que es considera­do como uno de los tres más probables; sin embargo, la manera en que ha manejado la Cancillería le augura no sólo un gran lugar en la historia de la dependencia, sino que tendrá futuro internacional.

POST SCRIPTUM

No hay que perder de vista el triunfo de Giorgia Meloni como primera ministra de Italia y la vuelta a la extrema derecha y el nacionalismo exacerbado.

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