Del #MeToo a la presunción de inocencia
Prácticamente todas las mujeres y no pocos hombres han, hemos, sido expuestos a diversos tipos de abuso durante nuestras vidas. ¿Cómo lo procesamos? ¿Cómo vivimos con él? Conductas que hasta hace muy poco se normalizaban como galanteo o los roles que supuestamente ...
Prácticamente todas las mujeres y no pocos hombres han, hemos, sido expuestos a diversos tipos de abuso durante nuestras vidas. ¿Cómo lo procesamos? ¿Cómo vivimos con él?
Conductas que hasta hace muy poco se normalizaban como galanteo o los roles que supuestamente deberían interpretar ciertas personas en posiciones de poder, ya sea por su género o su desempeño en la vida, hoy son vistas con algo más allá de la suspicacia y abiertamente con reprobación. Afortunadamente.
Desde alguna noción eran normales visiones obtusas: jóvenes de ambos sexos que eran vistos como delicatessen por personas en posiciones de poder; la creencia de que la única manera de avanzar en ciertos ámbitos era por la vía de los favores sexuales.
Gente en estas posiciones de poder creían que ése era el camino y novatos que estaban dispuestos —sin ninguna presión— a ofrecerse como si fuera el atajo para no avanzar con base en el trabajo o la inteligencia.
Desde hace unos años este tóxico sistema colapsó. El respeto (a quienes están en posiciones subordinadas en la cadena de liderazgo) comenzó a dejar de ser una aspiración escrita con el abecedario de lo imposible.
El crecimiento de una nueva conciencia de mayor respeto entre todos los seres humanos ha tenido un parto verdaderamente doloroso y que, en el extremo, podría involucionar. No podemos y no debemos permitirlo.
Grupos feministas decidieron alzar la voz a borbotones, destapando lo que socialmente era acallado, quizá porque su realidad nos avergonzaba mucho a todos, mujeres que decidieron ir mucho más allá de la protesta privada y unirse en manifestaciones que parecería que aún no logran el cometido final.
Movimientos como #MeToo lograron romper barreras, pero lo hicieron de una manera desordenada y obtusa. Sí, hay personas miserables que aprovechan su lugar en la vida para someter a otros contra su voluntad.
Sin embargo, los diques se rompieron sin control. Demandas justas han ido prostituyéndose y abriendo espacios hacia las venganzas de daños no realizados y el afán de notoriedad de ciertos denunciantes.
Es un axioma de vida deleznable cuando una víctima toma el camino equivocado de convertirse en victimario. No buscar un mundo mejor, sino una venganza que a nadie gratifica, que a nadie sirve para nada.
En algunos casos parecería que los ataques en contra de un presunto victimario sólo se justifican en un odio contenido que no se dirige a las presuntas acciones, sino que grita ¡rómpanlo todo, reviéntenlo ya!
La forma en la que se dan estos linchamientos, la mayoría a través de las redes sociales, parecen pretender una revancha inútil, vacía, para tratar de tapar otros huecos, carencias que no provienen de ciertas acciones particulares, sino de un dolor que no pueden identificar.
En aras de la protección a los más débiles es necesario encauzar las protestas. Darle plena credibilidad al acusador mucho antes siquiera de pedir pruebas o, por lo menos, indicios, nos pone a todos en una condición de indefensión.
Las acusaciones en contra de Kevin Spacey dieron pie a uno de los linchamientos mediáticos más grandes de los últimos tiempos. Hoy que una corte de Estados Unidos lo declaró inocente de los cargos que se le imputaban, quedan los altísimos costos en todos sentidos que debió asumir este hombre. Su nombre, vida y carrera quedaron destrozados. A pocos les importará si era o no inocente, ya fue condenado por la opinión pública.
Es necesario dejar de culpar directamente a los acusados y darles el derecho a la presunción de inocencia; dejar de creer ciegamente escondidos en una supuesta sororidad que en realidad sólo obnubila y pierde del foco.
Sí, es necesario llevar ante la ley a los abusadores, pero es mucho más importante respetar la inocencia de quienes lo son. Hay que dar un paso adelante en el #MeToo y pasar de la acusación a la denuncia formal.
POST SCRIPTUM
Se conmemoran 77 años de la creación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y sería un extraordinario momento para hacer un balance de los aciertos y fracasos de esta organización internacional y reformarla.
En el contexto actual, el multilateralismo está haciendo las veces de una figura de ornato, sin influencia ni poder.
