De cómo hacer el ridículo

Cursi es la palabra que mejor define el affaire de Gustavo Petro el fin de semana pasado: algo que pretende ser sublime y termina siendo ridículo. La larga, aburrida y barroca carta, en forma de tuit, que envió el presidente de Colombia a Donald Trump pretendía ser una ...

Cursi es la palabra que mejor define el affaire de Gustavo Petro el fin de semana pasado: algo que pretende ser sublime y termina siendo ridículo.

La larga, aburrida y barroca carta, en forma de tuit, que envió el presidente de Colombia a Donald Trump pretendía ser una pieza para ser recordada en los anales del mejor latinoamericanismo trasnochado y terminó siendo motivo de risa y mofa en prácticamente todo el mundo.

Este escrito, que parecía inspirado en los vapores de sustancias no recomendables para la salud, daba opiniones sobre Estados Unidos que se contradicen con las imágenes de sus continuas visitas y exceso de compras (shopping) en aquel país. En el mismo texto le atribuye a Colombia la creación del maíz. Mientras que trataba de mostrar desprecio por Estados Unidos, le concedía bondades a su cultura y autores como Walt Whitman; lo que resulta incongruente con un hombre que suele grabarse en Nueva York poniendo a esa sociedad como ejemplo.

En su misiva tomó posiciones propias de un valentón de cantina y se victimizó como si encarnara él mismo a Salvador Allende. Retó al presidente Trump a derrocarlo desde la posición de quien se da por vencido, no sin antes compararse con personajes de la obra de Gabriel García Márquez. Exótica mezcla entre realidad y ficción.

Sin embargo, en la sustancia, nada.

La respuesta de Estados Unidos le desarmó su patriotismo en pocas horas. Sin dejar su partida de golf, Trump informó sobre la aplicación de un arancel de 25%, que en pocos días podría escalar a 50 por ciento. También canceló las visas para los colombianos que, como Petro, ven a Estados Unidos como un lugar mejor.

Frente a la dureza de las sanciones, quizá ya en mejores condiciones mentales, el gobierno colombiano aseguró que enviaría aviones (incluido el presidencial) para recoger a sus connacionales y que permitiría que Estados Unidos siga realizando las deportaciones, como las 14 mil realizadas durante el gobierno de Joe Biden, casualmente, en las mismas condiciones que causaron la furia dominical de Petro.

Es de llamar la atención cómo adoradores irracionales no han escatimado en frases como “grande Petro” y otras que pretenden hacer creer que dobló al presidente de la nación más poderosa del mundo porque evitó las sanciones y que, según ellos, ahora ya se deporta a los colombianos con dignidad.

Resulta demencial imaginar que el presidente colombiano dobló a Trump o que ganó algo en favor de los colombianos. Sólo se convirtió en el hazmerreír internacional y redujo la capacidad de negociación de su país a nada. Se convirtió en una muestra más de lo ridículo que pueden llegar a ser algunos gobernantes por sus deseos de notoriedad.

¿LECCIÓN APRENDIDA?

Más allá del dramón del fin de semana, queda claro el mensaje de Donald Trump: Estados Unidos usará su poder económico como arma diplomática predilecta, sin dudar en ejercerlo una y otra vez para doblegar a quien considere necesario. Detrás del aparente berrinche del magnate se esconde una estrategia calculada, con una flexibilidad que le permite retroceder y ajustar el rumbo una vez que logra lo que quiere. Ojalá tengamos claro que esto es sólo la punta del músculo que va a mostrar.

El presidente López Obrador, en su momento, entendió con precisión quirúrgica cómo manejar la danza política con “su amigo” Trump, y ahora la presidenta Sheinbaum sigue esos mismos pasos. Ayer mismo fue reconocida y aplaudida desde la Casa Blanca la “cooperación histórica” con México. Sin embargo, este “vals” refleja una verdad incómoda: la mayoría de los países de América Latina seguimos negociando desde una posición de desventaja ante un gigante que dicta las reglas. Es un recordatorio brutal de las asimetrías que persisten en nuestra región y, aunque resulte indignante, es el tablero en el que nos toca jugar. Es lo que hay. Punto.

POST SCRIPTUM

Es digno de aplaudir el esfuerzo de la Profeco y de su titular, Iván Escalante, al arrojar luz sobre los abusos en los precios del combustible que algunas gasolinerías imponen a los consumidores. Su labor no sólo informa, sino que empodera a los ciudadanos para tomar decisiones. Ahora nos corresponde a nosotros actuar y evitar consumir en esos establecimientos.

Temas: