Complicidad criminal

Una nueva jornada de marchas y protestas por el Día Internacional de la Mujer. Otra noche en la que los noticiarios abriremos con imágenes de la violencia, mujeres encapuchadas, pintas y desmanes. Nada más. Nos lamentaremos de la destrucción en los monumentos, ...

Una nueva jornada de marchas y protestas por el Día Internacional de la Mujer. Otra noche en la que los noticiarios abriremos con imágenes de la violencia, mujeres encapuchadas, pintas y desmanes. Nada más. Nos lamentaremos de la destrucción en los monumentos, edificios y comercios que resulten vandalizados, mientras cientos de feminicidas y millones de machitos de manual se irán a la cama murmurando: “pinches viejas locas”, mientras otros repetirán al unísono “ésas no son formas”, “feminazis”.

No podemos esperar menos de una sociedad que en un simple e insignificante partido de futbol lanza en coro un grito homofóbico, justificándolo casi como usos y costumbres.

El llamado al paro nacional, el 9 de marzo, no ha logrado la convocatoria ni el eco que resonó en 2020. Una jornada de protestas donde los triunfos del #MeToo y los triunfos legislativos se desdibujan frente a la sombra de una pandemia interminable y los vientos bélicos que retumban en Europa del este.

Un año más donde seguramente no pasará nada, porque ninguna autoridad a ningún nivel de gobierno logra emprender acciones eficaces para disminuir la violencia contra niñas, adolescentes y mujeres.

Cabe destacar que el combate a la violencia de género no es exclusivo del Estado. También como sociedad estamos reprobados, ya que la mayoría de estos casos se dan al interior de las familias y no en la calle o perpetrados por el crimen organizado.

PAÍS DE SALVAJES

La violencia machista en contra de las mujeres se incrementó casi 3% en 2021, en comparación con 2020. Pero no son sólo los feminicidios, es la violencia familiar, las violaciones, el acoso sexual, la trata, el matrimonio forzado, el trabajo sin retribución, la descalificación, los insultos y la impunidad.

Las cifras oficiales son escandalosas, más de 10 feminicidios diarios en un país donde la mayoría de los crímenes ni se denuncian y, de los que se denuncian, más de 95% se queda perdido en una carpeta de investigación repleta de errores. Es un país donde los feminicidios pueden ser catalogados como homicidio doloso o crimen pasional por falta de capacitación del sistema de justicia.

Pero no sólo es la violencia, también es la desigualdad. Mientras en un país civilizado la brecha salarial es menor a 10%, en México llega a 30 por ciento.

¿Pero qué podemos esperar de un sistema que te victimiza y replica prácticas del machismo institucional?

¿Para qué revictimizarse si en nueve de cada diez casos no pasará nada?

¡Hasta la justicia en este país es machista!

LAS QUE ESTÁN EN EL OLVIDO

Si yo le preguntara quién es la persona más vulnerable en este país, ¿cuál sería su respuesta?

La mía, una niña indígena y discapacitada. Por más triste que parezca, esa niña está condenada a experimentar situaciones que un varón ni siquiera imagina, que probablemente por ser indígena será pobre y que su discapacidad la convertirá en una persona mucho más proclive a violencia, al abuso sexual y al abandono.

Pero muchas de nosotras no somos conscientes de esas realidades, incluso muchas de las que salen a marchar. Lo más probable es que usted y yo protestamos por la equidad salarial (tan lejana aún), por eliminar el acoso y la misoginia en nuestros centros de trabajo, por el acceso al aborto legal para todas, la impartición de justicia y el fin de la violencia feminicida.

Pero, ¿quiénes van a protestar por las niñas violentadas y abusadas por sus propios padres? ¿Las que trabajan, las que son vendidas u obligadas a casarse? ¿Quién pondrá en la mesa la violencia, marginación y abuso sistemático contra las mujeres indígenas?

Así como se impulsa y aplaude la legislación contra el acoso digital o la pornovenganza, luchemos por aquellas que están silenciadas bajo el telón de los usos y costumbres.

Pero también para que los varones reconozcan que nacer y crecer en un país como éste les coloca en una situación de privilegio y que también otras mujeres miren que hay realidades, capacidades y privilegios diferentes a los suyos.

POST SCRIPTUM

Autoridades omisas, impunidad desbordada, policías ineptas son culpables de la tragedia del fin de semana en el partido de futbol en el estadio de La Corregidora. ¡Sí! Y, también, los borrachos, los violentos, el crimen organizado y los resentidos. Usted y yo.

Las redes sociales se llenaron de lamentaciones y señalamientos, de hashtags tan arcaicos y whitexicans como “me dueles, México”. Mientras señalamos, olvidamos nuestra participación y complicidad en la escalada de violencia y putrefacción del tejido social de este país.

No es la 4T ni la herencia de Felipe Calderón, somos nosotros. La indiferencia y normalización de la violencia nos convierten en criminales omisos.

Nuestra permisibilidad al escuchar discursos tan absurdos como inverosímiles y nuestro desdén al decir “ya nada va a cambiar. Cada día estamos peor”.

Y tú, ¿qué haces para que éste sea un mejor país? Por mi parte, analizaré si aporto algo o sólo me quejo y —tras la catarsis— volteo a otro lugar.

Lo más lamentable es que en ese estadio había niños que, después de este hecho tan lamentable, normalizarán esa violencia que hiere y mata a diario en este país sin conflicto armado, pero con casi la misma cantidad de muertos donde sí hay una guerra declarada.

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