180 días de dolor e indiferencia
A seis meses de que el ejército ruso invadió Ucrania, el panorama mundial cambió y lo que se pensaba que sólo sería una amenaza se convirtió en una guerra que nos ha trastocado a todos. Cuando las tropas comandadas por Vladimir Putin convirtieron sus amenazas en ...
A seis meses de que el ejército ruso invadió Ucrania, el panorama mundial cambió y lo que se pensaba que sólo sería una amenaza se convirtió en una guerra que nos ha trastocado a todos.
Cuando las tropas comandadas por Vladimir Putin convirtieron sus amenazas en realidad, Europa y Estados Unidos temblaron ante cómo Rusia no dudó en hacer uso de la fuerza frente a un gobierno al que considera una amenaza. De nada sirvieron los esfuerzos diplomáticos ni mucho menos las amenazas de sanciones a la nación transcontinental.
No faltaron aquellos quienes llegaron a pensar que sería el inicio de la Tercera Guerra Mundial, bajo interpretaciones geopolíticas que tienen más de medio siglo de haber sido rebasadas, pero también fuimos testigos de cómo la misma geopolítica igualmente es dinámica y cómo Rusia tiene a uno de los aliados más poderosos del mundo, China.
Las centenas de miles de desplazados por el conflicto provocaron no sólo indignación mundial, sino oleadas de solidaridad. Cómo olvidar a aquellos reporteros españoles que declaraban que ahora los refugiados eran rubios, europeos, dando a entender que el dolor de ellos era mucho más válido que el de otras personas que buscan refugio a conflictos en Oriente Medio o África.
Desde el punto de vista económico, se exageró hablando de hambrunas mundiales por la gran producción de granos que tiene Ucrania. En efecto, se registraron brotes de inflación mundial que han hecho que países como Estados Unidos tengan la inflación más elevada en cuatro décadas o México, con una tendencia similar no vista en décadas.
Las visiones catastróficas en lo bélico fueron muy exageradas, afortunadamente. No se generó un conflicto regional ni las naciones cercanas se vieron impulsadas a tomar abiertamente partido. Prefirieron la vía de la condena y las sanciones, proteger sus intereses nacionales antes que sumarse al conflicto armado.
A pesar de los bloqueos económicos, Rusia ha encontrado la manera de mantener los flujos de petróleo. Qué lejano parece cuando se daba por un hecho la cancelación del gasoducto Nord Stream, que envía desde Rusia 40% del gas que se consume en Alemania y una buena parte de Europa.
Fuera del impacto económico, no debemos olvidar que siempre los más afectados son los civiles, quienes suman cinco mil 587, de acuerdo a cifras oficiales, aunque se estima que pueden ser decenas de miles; sin contar los más de 6.6 millones de refugiados que han dejado todo atrás con tal de sobrevivir.
La invasión de Rusia a Ucrania se ha convertido para prácticamente todo el mundo en una noticia más. Ya no conmueven los estragos de la guerra, mucho menos las muertes, tristemente nos hemos acostumbrado al dolor ajeno, pero no olvidemos que somos generaciones que desconocen un mundo en paz.
Pocos son los que ya tienen intención de tomar acciones de protesta, muchos los que todavía se preguntan si aún se mantiene el conflicto y buscan consuelo en informaciones vanas, como que se recuperó la liga de futbol de Ucrania y que sus equipos podrán participar en la Eurocopa.
El miedo ha pasado para la humanidad y se ha enquistado en creer que esto no es mucho más que una de las guerras que diariamente azotan al mundo. Ha pasado la sorpresa por la región y la raza de las víctimas, ha llegado una suerte de normalización que, aunque lo neguemos, nos insensibiliza.
Tampoco hay que olvidar que incluso la guerra es un negocio, sobre todo para las empresas que se dedican a su fabricación, quienes hoy hacen su agosto en Estados Unidos y Europa, quienes no han escatimado esfuerzos para continuar enviando armamento a Ucrania.
Hace unos días, Volodímir Zelenski y su esposa mostraron que han caído en la frivolización de la guerra al salir en la portada de Vogue, ubicándose en las antípodas de la pareja que estaba dispuesta a tomar el fusil para defender su patria, muy acorde al protagonismo mediático que ha utilizado el presidente desde el inicio del conflicto.
Todo esto nos remite a aquella teoría que destacaba que las nuevas guerras serán televisadas, aunque hoy, además de la televisión, las redes sociales son un escaparate al conflicto, donde incluso el presidente ucraniano ha realizado transmisiones en vivo en redes sociales con el campo de batalla como fondo.
