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La cumbre de Los Ángeles

Julio Faesler

Julio Faesler

 

Estados Unidos será el anfitrión en junio de la Novena Cumbre de las Américas. Encuentro iniciado en 1994 que reúne a jefes de Estado y de gobierno, ministros de asuntos exteriores y altos funcionarios de entidades públicas y privadas.

La importancia de las Cumbres de las Américas se aprecia en la asistencia del presidente o vicepresidente de Estados Unidos. La agenda se compone de temas críticos como derechos laborales, salud, desarrollo económico y social de los países miembros, así como del Estado de derecho y respeto a los derechos humanos.

Destaca la participación del sector privado. Quienes colaboran en las sesiones son considerados, sin distinción, como interesados en el éxito colectivo por lo que se les identifica como stakeholders, término empresarial usado en las reuniones de Davos y en todo mundo sobre programas de desarrollo.

Se tratarán asuntos críticos, como migración, cadenas de producción, violencia y cambio climático, trazando rutas de acción que los países habrán de emprender para alcanzar, en el marco de la democracia, prosperidad justa y equilibrada.

Ver a la democracia como instrumento del pragmatismo económico es lo que rechazan amplias áreas de la izquierda, que censuran las injusticias e inequidades que el modelo capitalista de derecha ha propiciado e, incluso, inducido.

Hay búsqueda de otras vías de desarrollo. Hasta ahora, la invitación formal al evento del presidente Biden no incluye a los países considerados “no democráticos”. Se manifestaron los que no están de acuerdo con la exclusión de ciertos países. El llamado de Biden a la acción continental supondría la presencia de todos, sin excepción.

El presidente de México, con formación de izquierda, declaró que no asistiría si EU no invita a Cuba, Nicaragua y Venezuela. Su decisión ha sido secundada por Bolivia, Honduras, Belice y Guatemala. Pero la solidaridad de AMLO con sus colegas de izquierda poco añade a las posiciones que llevan tiempo sosteniendo. Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, de motu proprio se salió de la OEA cuando fue acusado de lavar dinero y el gobierno de EU congeló los activos de su familia, y no aceptó la invitación de regresar al organismo. Nicolás Maduro, de Venezuela, tampoco asistirá, existe una orden de arresto en EU. Sólo el presidente Díaz-Canel podría ir, como ya lo ha hecho en las dos últimas cumbres de Perú y Panamá.

Existe un interés especial por parte de Biden en que México asista a la cumbre. Le pidió al exsenador Christopher J. Dodd que hablara con el presidente mexicano. La plática virtual del miércoles 18 de mayo duró una hora 40 minutos. Dodd tomó nota de las consideraciones de AMLO y prometió una pronta respuesta de Biden. Marcelo Ebrard comentó que sería un “hecho histórico” el aceptar no excluir a ninguna nación en la cumbre de

Los Ángeles. Coincidente con el repudio de la izquierda a la OEA, que funge como secretariado de la cumbre, AMLO detectó en el desencuentro la ocasión para ventilar su propuesta de crear una unidad político-económica continental, inspirada en el origen a la actual Unión Europea, para reemplazar a la OEA.

Si Biden invita a los tres países, habrá sido luego de las concesiones que les ha hecho esta semana. Para Cuba, por ejemplo, se restablecerá el programa creado en 2007 y suspendido por Trump en 2017, en el que ciudadanos o residentes estadunidenses podrían solicitar que sus familiares viajen a EU y soliciten una autorización de trabajo mientras se procesa su estatus de residente legal. También eliminar el límite de las remesas familiares de mil dólares por trimestre. Para Venezuela, Biden permitió a la petrolera Chevron negociar una licencia con la estatal PDVSA. Hay en el conflicto señales paralelas de distension. Serán problemas doctrinales o de simple incapacidad operativa superable, pero afectan condiciones diarias de personas reales.

Los choques doctrinales están imbricados en lo político. Está el propósito de descalificar el evento, visto como una nueva versión mal disfrazada del imperialismo histórico estadunidense. Subyace más profunda en la irreconciliable contraposición de sistemas político-económicos, sean capitalista-empresarial o socialismo personalista, que solemnizan con el adjetivo de democrático.

En la confusión mundial actual, México debe retener su opción de deslindar su desarrollo de ideologías o hegemonías que impiden completar alianzas internacionales que coincidan con su historia y cultura. El país participará, independiente de ismos, sin prejuicios inútiles, a la ansiada cumbre.

La coyuntura es mundial y en saber sortearla está la superviviencia de México como nación digna, dinámica e independiente.

 

 

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