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La Cumbre de los Ángeles

Julio Faesler

Julio Faesler

 Estados Unidos preside la próxima Cumbre de las Amé­ricas en junio. De acuerdo con los documentos pre­paratorios, en ella se trazarán las acciones que los países del continente habremos de emprender para alcanzar una prosperidad justa y equilibrada dentro del marco de la democracia.

La agenda de la cumbre próxima se compone de varios capítulos relativos al desarrollo económico-social de los paí­ses miembros, el Estado de derecho y el respeto a los dere­chos humanos. Se destaca la participación del sector privado. A este respecto es interesante notar que el coloquio describe a los participantes como accionistas, stakeholders, término típicamente empresarial usado en las reuniones de Davos.

El tono de la cumbre corresponde al lenguaje que se está utilizando en prácticamente todo el mundo, hasta en China para hablar de programas de desarrollo. Ese país ha amal­gamado la antigua tradición de Confucio con la doctrina de Marx envolviéndola en la estructura capitalista empresarial.

Es este tono que ha suscitado el rechazo de los que prefie­ren la solución política diametralmente opuesta, la izquierda, al reto del desarrollo socioeconómico. Señalando las injusti­cias e inequidades que el modelo capitalista empresarial ha generado están convencidos de la interpretación del socialis­mo científico marxista como ruta correcta hacia el desarrollo. He aquí la raíz del rechazo a la realización de la Cumbre de las Américas que ven como propuesta del capitalismo con intenciones hegemónicas de Estados Unidos.

El contraste entre las dos posiciones, una que ve en el ca­pitalismo la vía hacia el progreso y la otra que ve el camino dirigista estatal hacia el genuino bienestar es lo que está en juego en la asistencia a la cumbre de junio próximo.

En México se avivan preocupaciones sociales ya expresa­das en la Constitución de 1917, buscando el progreso general. El ejercicio de las proclamadas libertades individuales dejó el campo abierto a decisiones que, desde la perspectiva so­cial, son inaceptables por inequitativas y el papel del Estado consiste en establecer normas al comportamiento individual que impidan injusticias en el reparto de los frutos del desa­rrollo sin disciplina.

El que la Cumbre de Los Ángeles sea anunciada por el pre­sidente Biden como el foro en que promueve la democracia como instrumento de los valores del capitalismo liberal indi­vidualista plantea para los que no están de acuerdo con esta ruta, hacer lo posible para cambiar la dirección del evento o simplemente no participar en él.

Los gobiernos de izquierda de algunos países latinoa­mericanos al igual que el de México, cuyo Presidente, de formación rural de izquierda, se encuentran en el dilema de mantener en alto sus políticas o aceptar el llamado a la solidaridad americana continental en la que Biden excluye a los países que no practican la democracia al estilo liberal.

AMLO ha decidido por poner en jaque la propuesta de Es­tados Unidos, exigiendo que se extienda la invitación a todos los países sin excepción. La decisión desencadena diversas observaciones inevitables. En primer lugar, la solidaridad de AMLO con sus colegas de izquierda tiene que ver si ella añade algo a las posiciones que han sustentado a lo largo de recien­tes tiempos. El que la OEA sea la organizadora del evento lleva a recordar que en 1962, Cuba fue expulsada. Nicaragua no ha aceptado reingresar a ese organismo, en tanto que Ve­nezuela ha sido denunciada por irregularidades electorales.

La intención de AMLO es la de debilitar la posición de Biden como promotor de su país como centro hegemónico mundial contando con el respaldo de los ”jugadores” eu­ropeos y otros países aliados en intereses estadunidenses financieros y militares. El desafío mexicano va directo a la coordinación económica cifrada en el T-MEC que AMLO no pudo más que evitar en los últimos momentos la inclusión del capítulo de energías. El proyecto Norteamérica consiste en convertirse en el polo económico, industrial, financiero y militar que se contrapone al crecimiento de China, 10 veces mayor en población, que está dando todos los pasos para ser la potencia mundial incuestionable.

El tema radica en la rivalidad de las fórmulas que cada potencia emplea para cimentar la hegemonía que se propo­ne: la liberal empresarial o dirigismo estatal. Para México no debe darse ese dilema. El desarrollo en términos de bienestar popular debe ser pragmático, sin etiquetas. Es ésa la solución que no parece entenderse.

Independientemente de la disyuntiva mencionada, AMLO encuentra en la Cumbre de las Américas la ocasión para pro­poner la creación de una unidad político-económica conti­nental americana que imagina ser semejante a la Comunidad del Carbón y Acero que dio origen al Tratado de Roma y a la actual Unión Europea. El distractor de nuestros crecientes problemas internos adolece, empero, de una significativa di­ferencia: la entidad supranacional de la posguerra fue entre países e intereses que estaban consolidadas. El llamado de AMLO a una comunidad de las Américas sin más base que una retrógrada ideología populista no tendrá más resonancia que la que le regalen las mañaneras.

Antes de lanzar fantasías a los anchos espacios mundiales, México tiene que contar con el desarrollo fuerte e inclusivo de que AMLO se dedica diariamente a destruir. La vía de las iz­quierdas rijosas, desarticuladas, desorganizadas y, ante todo, acreditadamente ineficientes para sus propios objetivos de bienestar y, por ende, desprestigiadas, es la que nos condena al mismo mísero atraso en que se hallan los países empeña­dos en llamarse de izquierda. Hace tiempo, China y Rusia, los dos grandes históricos exponentes del socialismo científico, lo abandonaron para emprender caminos más efectivos.

Las injusticias e inequidades en que cae el capitalismo empresarial por inspirarse en el individualismo liberal tiene que corregirse aplicando los principios de solidaridad e in­clusividad. La equidad es la receta para la felicidad.

México ya desperdició la mitad de un sexenio porque el Presidente encadenó la suerte nacional al desperdicio de su potencial. El tiempo se acorta.

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