Por esfuerzo propio

La abogada de quien se habla reitera su confianza en que las elecciones concluirán de manera favorable en beneficio del país.

En esta columna me he enfocado en escribir sobre temas legales que pudieran ser de interés para las y los lectores. En esta ocasión quiero dedicarle este artículo a una persona que me sorprendió positivamente mientras me desempeñé en el cargo que recientemente culminé, sobre todo por lo que ha alcanzado en los últimos meses. Una abogada que ha logrado estar en donde está por esfuerzo propio.

Todo inicia con la sorpresiva noticia de que ha logrado colocar su nombre en las boletas para la próxima elección del 1 de junio, proceso en el que muchos de nosotros quedamos en el camino, y otros ni siquiera se atrevieron a intentarlo. Se inscribió para ser magistrada de Disciplina Judicial, pasó todas las etapas y hoy forma parte de un selecto grupo de mexicanas y mexicanos que compiten por un lugar en el Poder Judicial y que ya forman parte de la historia de nuestra nación.

Dado lo anterior, me dispuse a llamarle y preguntarle la razón de hacerlo, y con ello, conocer qué la motivaba y un poco más de su historia. Su respuesta fue tan simple y contundente como que le encanta vigilar que se cumpla con la normatividad, y que las personas servidoras públicas hagan bien su trabajo y de manera honesta. Cabe mencionar que tiene una larga trayectoria y experiencia en la materia.

La segunda de cinco hermanos, cuatro mujeres y un varón; su madre dedicada a atender un restaurante en Tláhuac y su padre realiza actividades de mantenimiento de casas. Crecieron todos avecindados entre la Ciudad de México y el Estado de México, lugar donde ella estudió la licenciatura en Derecho, en la Universidad Autónoma del Estado. Ante el cuestionamiento expreso sobre cuál es su mayor aspiración o sueño, sin dudarlo, responde que ser parte de nuestro máximo tribunal constitucional en el país, ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Me interesa saber un poco más de su trayectoria, porque no obstante que hayamos compartido casi seis años de labores, nuestro trato fue meramente profesional. Su primer empleo, me contesta con una sonrisa muy natural, fue al trabajar los fines de semana a la edad de 15 años en una pescadería de un mercado en Tláhuac, donde ganaba 70 pesos al día. Su primer puesto en el servicio público fue en un órgano fiscalizador de la alcaldía en la que creció, en 2008; terminaba en ese momento sus estudios universitarios y la habían asignado a una de las plazas más bajas que existen en la estructura.

Considero que es tiempo de preguntarle sobre sus motivos para ingresar al proceso con su propio esfuerzo, sin intermediación o apoyo de alguien. Con un toque de franqueza, acepta que no creyó que fuera a pasar las etapas, pero que le interesaba arriesgarse y provocar un resultado. Para su sorpresa, fue aprobando cada una de ellas hasta llegar, como se dijo, a la boleta electoral.

Concluye, determinada como siempre me pareció, que confía en el proceso, y que ahora, aún más, cree en la democracia, en la manera en que se pavimentó todo el camino para llegar a las votaciones. Me comenta que vislumbra en el futuro a un México con un Poder Judicial fortalecido y reitera su confianza, con fundamento en lo que ha vivido, en que las elecciones concluirán de manera favorable en beneficio del país.

Actualmente es casada, con dos hijos pequeños de ocho y seis años. Desempeña un cargo de alta responsabilidad en el gobierno de la Ciudad de México y cuenta con un grupo importante de colaboradores dentro de su área.

He cuidado no mencionar su nombre con toda intención por cuestiones electorales y que no se confunda con una falsa promoción al voto de mi parte. Mi intención es únicamente reconocer su trayectoria y desearle éxito en lo que emprenda, lo merece. Le agradezco que me haya permitido compartir su historia en nuestra Área Común.

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