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Historia presente

Juan Carlos Talavera

Juan Carlos Talavera

Vórtice

Hay un libro ilustrado que se burla de aquellos hombres que, en la antigüedad, afirmaban que la cabeza de la mujer era más pequeña y, por tanto, sólo tenía capacidad para coser y jugar al croquet. Así lo capta la ilustradora y escritora Jacky Fleming (Londres, 1955) en El problema de las mujeres (Editorial Anagrama, 2017), compuesto por 112 cuadros que rescatan a la mujer del basurero de la historia.

Su trazo es agudo y cada lámina puede consumirse como un bocado amargo, porque nunca faltan esos hombres cultos e inteligentes que describen a la mujer como biológicamente inferior, sin capacidad para salir de noche porque tiene una mala visión nocturna y, por tanto, debe vivir en la esfera doméstica para hacer cosas no muy complejas, como cuidar niños, fregar el suelo, lavar sábanas y coser botones. ¡Uf!

Y si alguna mujer escapaba a caballo o en bicicleta, pues debía montar a la amazona o a mujeriegas, es decir, colocando las dos piernas hacia el mismo lado de la montura y así evitar el despertar sexual. ¿Y si se sentara a horcajadas con pantalones bombachos? Bueno, era tildada de lesbiana.

La autora también se burla de los miriñaques —estructuras ligeras con aros de metal que mantenían ahuecadas las faldas de mediados del siglo XIX—, que entorpecían las actividades femeninas y daban pie a que fueran descritas como lentas, propensas a sofocarse o con músculos antiestéticos que podrían hundir sus perspectivas de matrimonio. En el peor de los casos podrían tropezar, caer y enfrentar el peligro de perder la virginidad.

Además, critica los corsés y la “debilidad de la mano femenina”, su exclusión de las academias de arte y pone en el banquillo a figuras como Charles Darwin, Jean-

Jacques Rousseau, el barón de Coubertin, John Ruskin –enemigo del vello púbico femenino–, Arthur Schopenhauer, y recuerda que “en los 700 años que separan a la compositora, escritora, filósofa y científica Hildegarda de Bingen (1098-1179) de Jane Austen (1775-1817), la escritura femenina se vio con malos ojos porque requería pensar, y eso interfería con la maternidad”.

Todas estas imágenes, captadas con maestría por el trazo afilado de Fleming, hoy podrían parecer chuscas o totalmente superadas. Pero temo que sólo sean la suma que abona a una realidad que mutó en forma de violencia contra las mujeres, en el caso de México, sobre un escenario de tres mil 750 niñas, adolescentes y mujeres asesinadas tan sólo en 2020, y lo convierte en un terreno fértil para que las mujeres vuelvan a tomar las calles este lunes, en el marco del Día Internacional de la Mujer.

Es seguro que la pandemia no las detendrá, porque las cifras son aterradoras. Además, todos deberíamos admitir que conocemos a decenas de mujeres que en el último año también enfrentaron maltrato, discriminación o violencia física, sin que gran parte de las incidencias aparezca en alguna estadística.

En mi caso se cuentan por decenas y al menos una, muy cercana, terminó en el hospital y debió tramitar una orden permanente de restricción domiciliaria. “¡Por poco no la cuento!”, me dijo un mes después de la agresión, con cierta pena y la certeza de que deberá permanecer alerta.

Esto sucedió pese a la estridencia de las protestas de 2020, cuando cientos de mujeres volvieron a denunciar las estampas de horror que guarda esta ciudad, hoy amurallada. No hay duda, les atemoriza no volver a casa mañana o volver y no poder salir al siguiente día, les preocupa el transporte, las calles, los desconocidos y hasta los más cercanos.

Ojalá que, en un futuro no muy lejano, estas escenas que despiertan sentimientos de peligro, zozobra y rabia, no terminen por llegar a la literatura para ser retratadas en un libro que volverá a usar estiletes de ironía para revelar que el pasado es presente y que el futuro es aún más terrorífico.

 

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