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Abasto citadino

Juan Carlos Sánchez Magallán

Juan Carlos Sánchez Magallán

 

Tenochtitlán tuvo su centro comercial de abasto, el Gran Tlanechicoloyan, lugar donde reunían cosas, alimentos, animales, objetos y una gran diversidad de productos para el consumo de las personas.

Fundado en el año 1325 por la tribu mexica, este tianguis fue el corazón de una gran afluencia multiétnica, centro de intercambio cultural al que asistían comerciantes conocidos como pochtecas, provenientes de toda la geografía mesoamericana, e individuos especializados en el comercio a larga distancia entre las regiones del vasto territorio mexica. Este tianguis realizaba sus actividades al aire libre.

Los historiadores relatan que diario concurrían 30 mil personas, según Francisco Cervantes de Salazar; 60 mil, decía Hernán Cortés; 80 mil, Alonso de Suazo; Bernal Díaz del Castillo aseguraba que “solamente el resonar y zumbido de las voces y palabras que allí se producían se escuchaban a más de una legua”.

El trueque fue moneda de cambio, comerciando producto por producto y, cuando tenían alto valor, se cambiaban por cacao, cañones de pluma de ave llenos de oro en polvo, navajas en forma de medialuna labradas con hojas de cobre martilleado y algunas telas.

Este gran tianguis prehispánico del Valle de México es el primer antecedente del abasto de la CDMX, siendo sustituido por el mercado San Juan, ubicado a un costado de la Alameda, dejando de funcionar por la inundación de la ciudad en 1629, migrando los comerciantes a la plaza principal del Palacio Virreinal (hoy Palacio Nacional). Este mercado, El Volador, que surtía a los tianguis de la ciudad (como Iturbide, Jesús, Santa Catarina y Cruz del Factor, Vizcaínas, la Paja, Concepción y Loreto, entre otros), se incendió en 1870, desapareciendo con el porfiriato en 1914.

El famoso Mercado de la Merced comenzó a funcionar en 1863, siendo inaugurado en 1880. En 1900, el abasto comercial se realizaba en 12 mercados, destacando La Merced, San Juan, San Cosme, Martínez de la Torre y el Baratillo de Tepito. La Merced fue el mercado por excelencia siete décadas, por su cercanía a los embarcaderos de La Viga.

La ciudad, en constante crecimiento urbano y poblacional, pronto pasó de 700 mil habitantes en 1900 a un millón en 1930 y tres millones en 1950.

Pronto, La Merced se vio rebasada por la creciente demanda de los consumidores, provocando grandes congestionamientos viales, con problemas serios de carga y descarga de los productos.

Así, en 1970 se anunció la construcción de la Central de Abasto, expropiándose 324 hectáreas a los chinamperos de los ocho barrios de Iztapalapa. Con mil 741 bodegas; mil 437 destinadas a frutas y legumbres, y 304 a abarrotes y víveres; así, en 1982 se realizó la reubicación de 2 mil 900 bodegueros.

La inauguración formal se realizó en 1982; dos meses después de inaugurada, ya se vendían en sus instalaciones 13 mil toneladas de alimentos al día, con operaciones monetarias arriba de los 400 millones de pesos y con una afluencia diaria de 80 mil personas.

Actualmente, la Central de Abasto se mantiene en actividad las 24 horas, los 365 días del año. Sin duda, es el máximo centro de mayoreo de productos de la nación. A su sede llegan flores y hortalizas, frutas y legumbres de toda la geografía nacional que, a su vez, regresan a las grandes ciudades que integran la conurbación metropolitana, siendo más de 15 mil productos los que se comercializan todos los días, incluidas aves y cárnicos.

Datos de la administración de la Ceda indican que diariamente ingresan a sus instalaciones más de 500 mil personas y 20 millones de habitantes compran y distribuyen el 30% de la producción hortofrutícola del país. Por ello, sólo después de la Bolsa Mexicana de Valores, tiene el segundo lugar en los flujos de recursos monetarios del país. Sí, sólo que en efectivo. Impresionante, ¿o no, estimado lector?

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