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Cuba Stone

Joselo

Joselo

CrockNICAS MARCIANAS

Hace unos meses me llegó la invitación para escribir una crónica que se incluiría en un libro, Cuba Stone (Tusquets, 2016), donde habría dos invitados más: Javier Sinay, periodista argentino, y Jeremías Gamboa, escritor peruano. Me dijeron sus nombres como de pasada, pues tenían prisa por saber si tenía disponible la fecha para ir a ver a los Rolling Stones en el concierto que darían en La Habana, Cuba. Obviamente dije que sí sin ver mi agenda: ¡Claro que puedo! ¡cancelo todo!

Mi entusiasmo duró poco, pues de esa agenda no revisada saltó una fecha de los Tacvbos en USA que no me permitía aceptar la invitación. ¡Chin! No sería la primera vez que por tocar en un concierto de mi grupo me perdiera de un evento al que muero por ir. Resignación: es una de las tantas cosas que he aprendido en este trabajo. Pero horas después resultó que había un malentendido de fechas y todo se acomodó. ¡Cuba, ahí vamos! Me dieron un boleto de avión, una clave de reservación en un hotel en La Habana y la consigna de escribir 60 páginas con lo que sucediera en el concierto. Creo que ni siquiera escuché cuando era el dead line, ni pensé que 20 mil palabras no se escriben así como así. Ya tenía mi boleto de avión en la mano y nadie me lo iba a quitar. Ninguno de mis conocidos rechazaría semejante propuesta. Aun los que son ingenieros y no se dedican a escribir. Fue a mi regreso, ya que había pasado todo, que me puse a revisar mis experiencias, que me di cuenta que para ser un buen cronista se necesita tener una actitud más valemadrista que la mía, pensar que la vida no vale nada y meterte en cualquier cosa con tal de lograr un buen texto.

Leonardo Tarifeño tiene un libro magnífico: Extranjero siempre. Crónicas nómadas, en donde en cada capítulo es, más que crónicas, una aventura del autor. En una de ellas se hace cadenero de un antro, esa persona que está a la entrada de la disco o bar que te deja o no te deja entrar. Leonardo se caracterizó como uno de estos personajes y por medio de claves lo iban aleccionando en el gran misterio de quién pasa y quién no. De repente Leonardo, en su papel de cadenero, no quiere dejar pasar a alguien y resulta que es una persona muy poderosa, pero poderosa de manera turbia. Qué terror. Los que él quería dejar entrar no eran los correctos y a quien negó la entrada era el mejor cliente.

En otra ingresa a Oceánica, haciendose pasar por un adicto en recuperación. Aunque algunos doctores o empleados de ahí lo saben, en cierto momento lo tratan como uno más y ¡quieren dejarlo encerrado! “Todos tenemos cola que nos pisen” parece que es la consigna. En la crónica relata el encuentro con algunos de los que pasan varias temporadas ahí y conoce a la hija de un narco que, si no se cuida, lo pudo meter en problemas.

A la hora de escribir mi texto de los Rolling en Cuba entré en una crisis. Me di cuenta que no tenía el oficio de periodista, que sólo había ido a ver el concierto como un fan más, sin buscar experiencias ni ir preguntando a quien se me pusiera enfrente el por qué estaba ahí. Le pregunté a Tarifeño cómo podía resolver mi crónica y me dijo: “tu escribe, cuenta lo que te pasó, no hay de otra”.

En cuanto lo terminé, le di mi texto de los Rolling Stones en Cuba a Leonardo para que me hiciera comentarios. Lo leyó y me dijo que estaba bueno. Que lo notaba fresco y directo: “¡felicidades! este es un paso más en tu carrera de escritor”. Sí, fue una experiencia nueva, es mi crónica más larga. Pero leyendo las del maestro Tarifeño me dan ganas de ponerme en riesgo, como Hunter S. Thompson y su periodismo Gonzo, ¡quiero peligro! Quiero que me pasen cosas extrañas antes de morir, comer insectos extraños, viajar a tierras exóticas, vivir en exceso, ir a toda velocidad...

Ay, perdón, debe ser la mid life crisis. Deseo sentirme joven otra vez. 

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