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Un Chapa Bezanilla para la 4T

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

 

El presidente López Obrador se equivocó ayer cuando dijo que si Mario Aburto tiene otra versión sobre el crimen de Luis Donaldo Colosio, cometido hace 27 años, su gobierno lo protegerá. Aburto es el asesino confeso de Colosio, el caso está juzgado y sentenciado desde hace un cuarto de siglo, las pruebas de que Aburto mató a Colosio son terminantes.

Como decíamos ayer, puede haber otras vertientes y relaciones con el caso Colosio, como la del narcotráfico que podrían, a pesar del tiempo transcurrido, profundizarse aún más, pero en todas esas vertientes Aburto sigue siendo el asesino de Luis Donaldo.

Reabrir el caso como lo pretende la CNDH es regresar a los tiempos de Pablo Chapa Bezanilla, aquel fiscal especial que destruyó las investigaciones de los asesinatos del cardenal Posadas Ocampo, de Colosio y de José Francisco Ruiz Massieu, y que le hizo un daño al sistema de justicia del que el país, al día de hoy, no se ha podido recuperar.

Chapa Bezanilla primero decidió la tesis y detuvo a los presuntos responsables y después trató de buscar pruebas que se ajustaran a lo que él quería encontrar. Con los casos de Raúl Salinas y de Othón Cortez (aquel joven al que Chapa acusó de ser el segundo tirador en el asesinato de Colosio, que murió hace unos pocos meses por secuelas de su injusta detención), Chapa inició la nefasta práctica de filtrar información falsa a los medios para sustentar investigaciones de las que tenía resultado a priori y en las cuales, por conveniencias políticas coyunturales, tenía definido quiénes serían los responsables.

En el caso Colosio, se quería llegar al Estado Mayor Presidencial, vía el general Domiro García Reyes, para golpear esa institución y llegar, a su vez, al entonces presidente Salinas: si no había pruebas, se inventaban, como la estrecha relación familiar de Othón Cortez con Domiro, que, sencillamente, era falsa. Cuando, junto con Joaquín López-Dóriga, publicamos en agosto del 96 el libro Domiro, un largo, desgarrador testimonio del general García Reyes, convencido de que sería detenido, horas después de grabarlo, por Chapa Bezanilla, explicando su visión de la campaña y de lo sucedido en Lomas Taurinas, Chapa Bezanilla emitió un comunicado acusándonos a los autores de obstruir la justicia, en realidad, amenazándonos, pero horas después Chapa Bezanilla nos convocó a una reunión privada, reconoció que con la publicación del libro se le había caído el caso contra Domiro y Othón Cortez, pero nos ofreció, entonces, todo “lo que quisiéramos”, literalmente, para “hundir” a Raúl Salinas.

Le dijimos que primero nos diera la información, supuestamente nueva, que tenía sobre el caso y que la valoraríamos. No volvió a hablar con nosotros, pero semanas después se sacó el as que tenía bajo la manga: el cadáver de Muñoz Rocha enterrado en el jardín de una propiedad de Raúl Salinas (¿quién no recuerda la imagen macabra, absurda, de Chapa con el cráneo de la supuesta víctima en una bandeja?). La trama era de una mala novela: una bruja, que antes había sido líder de colonos priistas; la amante despechada de Raúl Salinas, María Bernal (entonces ya establecida en un cómodo departamento instalado por Chapa); la inhumación clandestina del cadáver del suegro de la bruja, enterrado clandestinamente en la casa de Salinas y el “hallazgo” de éste.

Todo para sustentar una investigación que antes tenía como único elemento de prueba el testimonio de uno de los detenidos, Fernando Rodríguez, él sí, uno de los organizadores confesos del atentado, que en su séptima declaración, y previo pago de medio millón de dólares y el descongelamiento de todas sus propiedades, recordó, un año después del atentado, que Muñoz Rocha le había dicho que detrás del mismo estaba Raúl Salinas, y de otro “testigo” que, increíblemente, habría entrado a la casa de Raúl Salinas, sorteando todo su cuerpo de seguridad para presenciar el momento exacto en que el hermano del entonces presidente, con un bate de beisbol, mataba a Muñoz Rocha (por cierto, una escena copiada de la forma en que Al Capone, protagonizado por Robert de Niro, mata a un mafioso que lo había traicionado en el filme Los Intocables, una de las películas favoritas de Chapa desde que, en el marco de la manipulación mediática, comenzó a ser llamado el “Eliot Ness mexicano”).

Chapa, un investigador mitómano, corrupto, incapaz, fue destituido, investigado, huyó a España, fue deportado, castigado penalmente en México y tiempo después quedó en libertad. La última noticia que tuvimos de él fue que se dedicaba a defender narcotraficantes en el estado de Morelos.

 

  • NARRO

Por sexto día consecutivo, el presidente López Obrador se lanzó contra la Universidad Nacional, en un discurso injusto con la UNAM, con sus directivos, sus estudiantes, sus trabajadores. Pero ayer se centró en el exrector José Narro Robles. Se volvió a equivocar: Narro Robles es un académico de toda la vida, un político progresista a carta cabal, el mejor rector que ha tenido la UNAM en años, el hombre que organizó el congreso universitario de 1989, que logró canalizar el movimiento del CEU hacia una reforma de la universidad y que permitió, con esa apertura, que muchos jóvenes que participaron en él, como Claudia Sheinbaum, no fueran perseguidos, sino becados para hacer maestrías y doctorados en el extranjero. Narro es mucho más progresista, culto, demócrata y buen funcionario que muchos que pregonan serlo.

 

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