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Periodistas de Afganistán en México

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

La salida de Kabul se ha convertido en el mayor puente aéreo de la historia, sólo superado por el realizado por Estados Unidos y Gran Bretaña para aprovisionar Berlín occidental en 1948, cuando la Unión Soviética, literalmente, bloqueó esa ciudad para tratar de integrarla con la parte oriental que controlaba.

Ha habido muchos otros en la historia, como el de la caída de Saigón, la salida de los belgas del Congo con la independencia de ese país o la de los portugueses de Angola, pero ninguno se ha realizado en una situación como las que han impuesto los talibanes con su inesperada, por lo rápida, toma de la capital de Afganistán.

Nadie que haya colaborado con Estados Unidos y los países aliados que intervinieron en Afganistán hace veinte años y que haya participado del intento de modernización, en un lugar notable las mujeres, reprimidas, sojuzgadas y discriminadas por el Talibán, desea permanecer en el país: saben que su destino está marcado.

Son, por lo menos, cien mil personas las que deben salir y muchas más las que desean hacerlo. El puente aéreo es notable, pero las puertas se cerrarán el 31 de agosto y la burocracia migratoria de Estados Unidos tiene a muchos de quienes fueron sus colaboradores, literalmente, en ascuas.

En México vivimos un momento de terrible polarización política, de enfrentamientos y posiciones confrontadas, pero tendrían que existir temas en lo que ese clima político no debería influir. Uno de ellos es la histórica política de refugio y asilo que ha tenido nuestro país con perseguidos de buena parte del mundo. En todo el siglo XX, y lo que va del XXI, la política de refugio y asilo de México ha sido generosa y notable, desde los republicanos de la guerra civil española hasta las dictaduras sudamericanas de los años 70, las guerras civiles de Nicaragua, El Salvador, Guatemala y muchos más.

Ayer se divulgaba en el New York Times cómo el gobierno mexicano, a través del canciller Marcelo Ebrard, había logrado sacar de Kabul a un grupo de periodistas afganos que habían trabajado con ese medio durante años y que no terminaban de obtener permisos para viajar a la Unión Americana. A ellos se unieron reporteros afganos que trabajaron con el Wall Street Journal y se extendió la invitación a los del Washington Post.

Fue un antiguo corresponsal del NYT en México, que había estado cubriendo también Kabul en el pasado, el que una madrugada se puso en contacto con Ebrard para pedirle auxilio. El canciller lo consultó con el presidente López Obrador y en horas se pudo destrabar la trama burocrática que implicaban los permisos que permitieron a esos periodistas salir en algunos de los vuelos del puente aéreo con destino a Qatar y desde allí a México. Quién sabe si se quedarán temporal o definitivamente en nuestro país, la mayoría está tramitando sus permisos para vivir en Estados Unidos, pero ello demorará, por lo menos, un año. Durante ese periodo, o el que sea necesario, México será tierra de refugio, como lo es también del equipo femenino de robótica de Afganistán, cuyas integrantes están ya en nuestro país.

Los periodistas o las jóvenes ingenieras en robótica hubieran tenido un destino negro de quedarse en Afganistán. La decisión adoptada seguramente les ha salvado la vida.

Se podrá argumentar que no les damos la misma bienvenida a miles de migrantes de otros países que llegan a nuestro país. Es verdad, pero también lo es que la migración económica y la política tienen características diferentes. Pero, incluso así, son miles las mujeres, hombres y niños de diferentes orígenes, pero sobre todo centroamericanos, que residen en México, muchos de ellos en su paso a Estados Unidos.

Con un punto que no es menor: muchos de ellos podrían vivir y trabajar en México en forma permanente, pero su deseo es residir en la Unión Americana, y ese proceso tarda, en la mayoría de esos casos, demasiado tiempo y puede prolongarse a veces en forma indefinida. Esos miles son los que esperan una respuesta, en condiciones precarias, en las ciudades de la frontera norte y sur.

Lo de Afganistán, obviamente, es diferente y tampoco estamos hablando de una llegada masiva de refugiados de ese país. Periodistas y mujeres son los que han llegado y se han recibido solicitudes que son analizadas caso por caso, con la premura que la situación exige.

Pero la adoptada es una decisión digna que respeta una política que, afortunadamente y con todas las vicisitudes que hemos vivido, no se ha modificado en sus ejes centrales en más de un siglo. A veces, lamentablemente en muy pocas ocasiones, podemos agradecer que la política se pueda compatibilizar con el humanismo y la libertad.

 

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Los Rolling Stones ha sido la única gran banda surgida en los 60 que sigue en actividad hasta hoy. La muerte de Charlie Watts, su gran baterista y todo un icono de la cultura pop, deja un vacío que quién sabe si se pueda llenar. Para los Rolling, para Mick Jagger, Keith Richards y Ronnie Wood, la muerte de Watts significa mucho más. Como pocos, Watts le dio, desde 1963, a la tremenda máquina de hacer rock y blues de los RS, la cadencia, la técnica y la elegancia del jazz. Es música, pero también comienza a ser el fin definitivo de una época, unas historias extraordinarias. Y la nostalgia es inevitable.

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