Logo de Excélsior                                                        

Nueva mezcla, mismos ingredientes

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Hace apenas unas semanas, el presidente López Obrador había anunciado que ya no habría cambios en su gabinete legal y ampliado, pero esta semana, poco antes de que se diera a conocer que sufría un segundo contagio de covid, se dieron a conocer nuevos movimientos que certifican que, para al mandatario, la clave no está en la interlocución ni en la especialización, sino en la lealtad personal, la cercanía y la incondicionalidad de sus funcionarios.

La nueva titular de la Secretaría de Bienestar, Ariadna Montiel, es una de las funcionarias más cercanas al Presidente y la que se ha encargado estos años, desde la subsecretaría del ramo, de los programas sociales, fue la responsable política, también, de la recolección de buena parte de las firmas para la consulta de revocación de mandato con base en los padrones de beneficiarios de los mismos. Trabajó muy cerca de Gabriel García Hernández, quien fue el poderoso encargado de esos programas desde Palacio Nacional, hasta que el Presidente decidió enviarlo de regreso al Senado por razones no explicadas, de donde regresó al gobierno federal para manejar programas hidráulicos en La Laguna. En el pasado, Ariadna fue una operadora clave de René Bejarano, quien, junto con su esposa, Dolores Padierna, a pesar de las derrotas que sufrieron en la Ciudad de México, y especialmente en la delegación Cuauhtémoc, siguen estando en el ánimo presidencial.

La subsecretaria de Bienestar, en reemplazo de Ariadna, es María del Rocío García Pérez, otra operadora de los programas sociales, que da la casualidad que es tía de Gabriel García Hernández. Hay que recordar que en días pasados se anunciaron varios cambios, incluyendo el Banco del Bienestar, donde la ineficiencia ha ido de la mano con negocios poco explicados y explicables, incluyendo una fallida compra de cajeros automáticos al empresario Alejandro del Valle.

El titular de Bienestar hasta el martes pasado fue Javier May, un político tabasqueño de los más cercanos al Presidente, quien ha quedado al frente del Fondo Nacional para el Turismo (Fonatur). En apariencia, es una degradación, pero resulta que el Fonatur es el responsable de la construcción del Tren Maya, una de las tres obras paradigmáticas del presidente López Obrador, que tiene ya varios meses de retraso y cuyo principal tramo, el que va de Cancún a Tulum, se ha visto afectado por marchas y contramarchas, incluyendo un nuevo trazo que requiere de la compra de terrenos de hoteleros en toda la Riviera Maya, por un valor que el gobierno federal estima en unos mil millones de pesos. Habrá que ver con cuánta rapidez se puede realizar la compra de esos terrenos y el costo de los mismos. La obra, que se debería inaugurar a fines de 2023, lleva por lo menos cinco meses de rezago y los proyectos previos se realizaron de tal forma que se toparon con cenotes y socavones o con la imposibilidad de construir sin afectar seriamente la comunicación entre Cancún y Playa del Carmen.

Ayer, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, dijo que para supervisar la construcción del Tren Maya no se necesita un ingeniero, sino un administrador, y a eso va Javier May al Fonatur, aunque tampoco la administración sea su fuerte. Por supuesto, su conocimiento sobre el tema turístico es absoluto. Su desafío será terminar el Tren Maya antes de que concluya esta administración, en colaboración con el Ejército, que se responsabilizará de varias tareas, incluyendo el tramo Cancún-Tulum (sin el mismo terminado, el resto del Tren Maya carece de sentido).

Quien era responsable del Tren Maya y dejó buena parte de ese desaguisado es Rogelio Jiménez Pons, otro hombre cercano al Presidente que se va de subsecretario de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes, donde, entre otras cosas, debe supervisar las obras que intercomunicarán el Aeropuerto Felipe Ángeles y que tienen un rezago notable. Sin esa comunicación con la Ciudad de México (parte de las obras son de la SCT; otras, del gobierno capitalino y del Estado de México; el nuevo aeropuerto estará terminado por el Ejército y podrá entrar en operaciones el 23 de marzo) no será funcional.

Quien ocupaba esa subsecretaría era Carlos Morán, que ahora será el director del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, que hoy parece también medio abandonado por las autoridades. En el AICM las carencias son evidentes, y si bien se dijo que se destinarían recursos para subsanarlas, salvo algunas obras muy puntuales, las insuficiencias de muchas instalaciones están a la luz del día. A eso se suma todo lo referente al espacio aéreo, que tendrá en estas semanas importantes definiciones, cuando las líneas aéreas presenten sus objeciones al proyecto presentado, que contempla la complementación del mismo con el Aeropuerto Felipe Ángeles, el de Toluca y el AICM. Es urgente definir el mismo, porque el Felipe Ángeles entrará en operación el 23 de marzo. Claro, si las obras de interconexión no se aceleran, los vuelos que recibirá para entonces serán, por lo menos, escasos.

Buena parte de estos cambios se deben a ineficiencias y rezagos, pero los funcionarios responsables de los mismos terminan en nuevas posiciones por la cercanía con el presidente López Obrador, lo que vuelve a certificar lo que el propio mandatario ha sostenido: que quiere en los miembros de sus equipos un 90% de lealtad (y cercanía) y un 10% de experiencia. A ver cómo resulta la nueva mezcla con los mismos ingredientes.

Comparte en Redes Sociales