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La Guardia Nacional, en un falso debate

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Ningún tema será más debatido después del informe presidencial de ayer que la iniciativa para incorporar formalmente la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional, iniciativa que, finalmente, no será preferente, por la sencilla razón de que la bancada de Morena quiere sacarla fast track en el Congreso.

Me parece que el debate sobre la Guardia Nacional es uno de los más desafortunados que hemos tenido, en el cual, a la cerrazón presidencial, se ha sumado una negativa igual de absoluta de buena parte de la oposición. Decíamos ayer e insistimos hoy que faltó voluntad y política para avanzar en un capítulo clave para nuestra seguridad. Tampoco ayuda el deterioro que vemos en la situación de seguridad y la cerrazón para analizar y volver a discutir esa estrategia.

Yo no estoy en contra de que la Guardia Nacional sea parte de la Defensa Nacional. Al contrario. Ahí ya está desde que se aprobó la creación de ese cuerpo que reemplazó a la Policía Federal en un proceso atropellado y que podría haber sido mucho más terso.

Sería deseable una reforma constitucional en ese sentido, pero la decisión política ya está tomada y será vía una reforma de ley. El 16 de septiembre, durante el desfile de la Independencia, en el cual por primera vez el 70% de los elementos que participarán en él serán de la Guardia Nacional, se verificará esa integración que, insistimos, se ha dado desde el primer día de existencia de la Guardia Nacional.

Decíamos aquí hace algunas semanas que la GN debe ser valorada como lo que intenta ser: una policía nacional, pero en vez de ser civil, como lo pretendía la extinta Policía Federal, es, en los hechos y aun sin la reforma, una estructura militar, mucho más que civil, en la Sedena. Estoy convencido de la necesidad de una policía nacional, y en la coyuntura actual, el que la GN sea parte de la Defensa Nacional es, por lo menos operativamente, algo que tiene toda la lógica del mundo: no hay otro espacio institucional dónde ubicarla. Sus elementos, su infraestructura, su presupuesto, su equipo, sus mandos, provienen del Ejército casi en su totalidad.

Pensar hoy, o en 2024, en cambiar radicalmente esa realidad, a lo único que llevaría sería a destruir una institución que implica el mayor gasto, presupuestal y político, en seguridad que se ha hecho en muchos años en el país. Una institución que puede, debe ser, perfectible y que creo que requiere una mucha mayor participación de civiles en su estructura, aunque sea parte de la Sedena, porque ése debe ser el espíritu de cualquier institución policial, pero que no nos podemos dar el lujo de reinventar sexenalmente.

Los números de la GN han sido positivos: lo confirma el grado de confianza que una institución, aún muy joven, genera en la ciudadanía, similar, un poco por debajo, al del Ejército o la Marina. Los decomisos de drogas, armas, la capacidad operativa de la Guardia Nacional han crecido en forma importante y sustentable durante estos tres años desde su entrada en operación. Le falta, y mucho, avanzar en inteligencia e investigación, uno de los temas que se tratarán en esta reforma legal.

La GN debe dar ya un paso adelante en la persecución del crimen; en sus aspectos operativos, debe dejar de ser contemplada como una policía que contiene y reacciona, que vigila territorio, para ser asumida como una fuerza operativa mucho más firme, que se adelante a los hechos, que imponga condiciones en lugar de reaccionar ante las mismas. Y eso se logra con mucha y buena inteligencia e investigación.

En el gobierno se insiste, con un mal argumento, en que la GN debe incorporarse a la Sedena para que “no se eche a perder”, para que no se “corrompa”. No es verdad: cualquier institución es tan sana o se corrompe tanto como sus medidas de control interno lo permiten. Las razones por las cuales la GN debe permanecer muy cercana a la Defensa son otras, sobre todo operativas. Hay innumerables instituciones civiles que no se “echan a perder” y, cuando eso ocurre, ninguna lo hace sola, en todo caso, depende de las responsabilidades, el control y la auditoría que se hagan de ella.

Tampoco, ya lo hemos dicho, todo estaba “echado a perder” en la desaparecida Policía Federal. Ésta fue una institución naciente que creció en forma exponencial y que en muchos momentos fue rebasada por su propio crecimiento y en ocasiones por su mala relación con las fuerzas militares y de procuración de justicia, federales y estatales. Pero la PF proporcionó cuadros y estructuras muy importantes, y contó con infraestructura clave, en parte, después desechada, tanto en áreas de inteligencia como en la Plataforma México.

Lo que no se debate es la inexistencia de un modelo policial nacional, con espacios y participación estatal e incluso municipal, donde la GN, como no pudo lograrlo la PF, sea el modelo sobre el que se construyan y homologuen las policías locales. Cuando hay policías locales operativamente fuertes, como en la Ciudad de México o estados como Yucatán, Coahuila o Nuevo León, es donde mejor puede funcionar y se puede complementar la GN. Donde se debe comenzar de cero, como en Michoacán, Guerrero o Zacatecas, es donde la GN se enfrenta a mayores problemas, operativos y estructurales.

Necesitamos una Guardia Nacional que sea la columna vertebral de un sistema policial que abarque todo el país y con el que aún no contamos. Y eso se ignora en el gobierno y en el Congreso.

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