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Guerra al huachicol: ¿cuál es la estrategia?

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Los saldos de la guerra contra el huachicol, a un mes de su inicio, siguen siendo, por lo menos, dudosos. Señaló el presidente López Obrador, este fin de semana, que se logró reducir el robo de combustible de un equivalente de mil 200 pipas diarias a 200 y que eso implica un ahorro de cuatro mil millones de pesos. Es verdad, pero no se puede olvidar que se evita el robo de combustible porque los ductos están en muchos casos cerrados, el aprovisionamiento por pipas no es suficiente para garantizar el abasto de gasolina y buena parte del centro del país sufre de desabasto, sobre todo en Jalisco y Guanajuato. La refinería de Salamanca está cerrada sin fecha de apertura y si bien se dice que hay 400 detenidos y que se han congelado 37 cuentas bancarias, lo cierto es que no tenemos un sólo detenido o un margen de decomisos equivalente a un delito que, según el gobierno, genera 60 mil millones de pesos de utilidades anuales.

El Gobierno Federal no ha explicado, hasta el día de hoy, cuál es la estrategia en la guerra contra el robo de combustible, cuáles son los objetivos y cómo se concretarán. Hace exactamente un mes, el presidente López Obrador dijo que el robo de combustible en realidad no se realizaba masivamente en los ductos, sino en las refinerías, pero, días después, cerró los ductos y provocó (por la falta de previsión y organización de los responsables del área) un fuerte desabasto de gasolina. También se cerraron algunas refinerías, como Salamanca, pero salvo una denuncia que resultó en investigaciones sobre los responsables de áreas de seguridad de Pemex no hay noticias de detenidos importantes ni de desarticulación de organizaciones criminales participantes en este negocio ilegal.

Se mencionó que el desabasto no había sido provocado por una disminución en las compras de gasolina en el exterior, como adelantó The Wall Street Journal, y se descalificó a ese periodo como poco serio, pero poco después Pemex informó que, efectivamente había reducido en diciembre en 49 por ciento las compras de gasolina en el sector.

Los ahorros, asegura el Presidente, son de cuatro mil millones de pesos, pero las pérdidas por el desabasto suman, según las cámaras empresariales, hasta diez mil millones. Mientras todo eso sucede, un aliado del gobierno, la CNTE, por una serie de demandas que ni siquiera quedan claras, tiene desde hace casi dos semanas bloqueadas las vías férreas que parten del puerto de Lázaro Cárdenas sin que autoridad federal alguna intervenga para garantizar el tránsito por esas vías federales, con un costo también de miles de millones de pesos de pérdidas y afectaciones muy serias en sectores agrícolas y, sobre todo, en la industria automotriz.

¿A nadie en el gobierno le parece insensato el movimiento de la Coordinadora? Y vaya que esa organización ha sido beneficiada y lo será aún más en el futuro. Por lo pronto, incluso sus presos, aunque estuvieran detenidos por delitos tan deleznables como el secuestro de niños, han sido amnistiados y en Michoacán reclaman, sin que se sepa bien a bien por qué, cinco mil millones de pesos para levantar el paro, y ya les dieron dos mil millones.

El Presidente sigue defendiendo a la Coordinadora e, incluso dijo el fin de semana que ése y otros sindicatos como el SME (el tristemente célebre Sindicato Mexicano de Electricistas que tenía secuestrada la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, con pérdidas millonarias, inmanejables para el Estado, y que cometieron cualquier cantidad de actos de vandalismo) eran “ejemplares”.

No se entiende entonces qué es lo que se quiere lograr y cómo. Por supuesto que combatir el robo de combustible es no sólo una obligación del Estado, sino también una lucha que la sociedad debe respaldar. Lo que sucede es que más allá de eso, nadie ha explicado cuál es la estrategia, qué es lo que se busca, cuáles son los objetivos concretos y, medianamente, los tiempos para lograrlo.

Y en buena medida eso sucede porque no hay funcionarios que puedan o quieran explicarlo, ya que el único vocero es el propio Presidente en una lógica de comunicación apabullante en un sentido, pero vacua en otro: el Presidente no gana nada en las conferencias de prensa matutinas en las que le va muy bien y pierde en las que comete errores o no es muy claro. Hoy, ninguno de esos errores o falta de claridad han sido demasiado costosos, pero lleva menos de dos meses de gobierno. Faltan años de una dinámica que puede ser terriblemente desgastante si no comienzan los secretarios de Estado y otros funcionarios a dar la cara y salir de su zona de confort (donde hay que decirlo los ha dejado el propio Presidente que se ha transformado en la única voz del gobierno).

El hecho es que no conocemos cuál es la estrategia del gobierno en muchos ámbitos, incluyendo la guerra contra el huachicoleo, más allá de frases generales como la lucha contra la corrupción. Incluso, los avances de la agenda legislativa terminan siendo relativos porque muchos legisladores pecan de creativos y parece que la comunicación entre éstos y el Ejecutivo no siempre es tan precisa como debería serlo. Hay buenas intenciones pero éstas no son suficientes cuando se debe gobernar y hacerlo para todos.

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