Logo de Excélsior                                                        

El Sapo, ¿nuevo liderazgo en CJNG?

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

 

Sólo era una cuestión de tiempo. Con los militares atendiendo más frentes que nunca, desde el robo de hidrocarburos al blindaje de las fronteras, desde la construcción del aeropuerto al creciente control de las aduanas, del aporte de efectivos para la constitución de la Guardia Nacional a la operación de los viveros, y con los marinos combatiendo el sargazo, con una estrategia de seguridad poco clara, los resultados de la lucha contra el narcotráfico tenían que comenzar a ser negativos y así, como decíamos ayer, se le permitió a Trump abrir un nuevo frente para presionar a México.

Debemos insistir en un punto: como ha sucedido con las fronteras y la migración, retomar con seriedad la lucha contra el narcotráfico no debe ser consecuencia de las presiones de Trump, sino de nuestras propias exigencias internas. Los números de ejecuciones, la pérdida de control en varias zonas del país, el incremento del secuestro, el robo y la extorsión indican que la política de seguridad se debe volver a concentrar en combatir a los delincuentes, los comunes y los organizados, más allá de darles continuidad a programas sociales positivos y que deberán tener éxito en el largo o mediano plazo, pero el prerrequisito para ello es que la seguridad cotidiana se garantice al mismo tiempo que se rompen las grandes estructuras del crimen organizado.

La licitud y razones de la exigencia estadunidense pueden ser cuestionables, así como el derecho a reclamar por un problema cuya génesis podemos encontrar en el propio territorio norteamericano, pero resulta incuestionable que los vacíos internos que se dejaron, tarde o temprano, iban a llenarse, no sólo con las presiones derivadas de demanda estadunidense, sino también poniendo en duda la supervivencia de programas bilaterales de apoyo a instituciones y acciones de seguridad pública y nacional, comenzando por la Iniciativa Mérida y terminando con el intercambio de información e inteligencia.

Y quienes terminan ganando en este río revuelto vuelven a ser nuevamente las estructuras criminales, que, ajenas a cualquier discurso de pacificación, se están aprovechando de los vacíos y están migrando sus centros de gravedad hacia liderazgos alternos, emergentes o diversos, otra de las razones del incremento constante de la violencia.

Ese proceso se está percibiendo en todos los cárteles, pero es más notable en el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG). En un video divulgado en redes sociales se manifiesta la probable pérdida de liderazgo de Nemesio Oseguera El Mencho y el fortalecimiento de un joven de 34 años apodado El Sapo o El Rey Sapo, un operador con un perfil violento, a quienes algunas autoridades atribuyen la expansión del CJNG a distintos estados mediante el sometimiento de las estructuras criminales locales. Consecuencia de ello son las recientes masacres en Uruapan e Irapuato, por ejemplo.

Según información de la Administración para el Control de Drogas​ es la agencia del Departamento de Justicia de los Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés), este personaje es originario de Apatzingán, tiene 34 años, se llama Gonzalo y es el brazo derecho y persona de confianza del Mencho. Actualmente, es el jefe de plaza en Puerto Vallarta, considerado el bastión financiero del CJNG, y es responsable del reclutamiento y adiestramiento de nuevos integrantes para la organización. Siguiendo una línea que en el pasado marcaron los Zetas, ha integrado a sus filas a colombianos y guatemaltecos, que cuentan con preparación bélico-militar, lo que se pone de manifiesto en el grado de violencia utilizada contra organizaciones antagónicas y contra las fuerzas federales. Esos grupos llegados de Colombia y Guatemala no son ajenos a la ola de robos sofisticados a casa habitación en la Ciudad de México y otros puntos del país. A El Sapo se le atribuyen los 19 muertos que aparecieron en Uruapan y los enfrentamientos en Guanajuato, donde libra una lucha por el control territorial en contra del Cártel de Santa Rosa de Lima, de El Marro.

Además de en las grandes redes del narcotráfico, El Sapo participa en la venta de droga, la extorsión y el robo de combustible, su operadora financiera es su actual pareja sentimental, a la que el Departamento del Tesoro, incluyó en la lista Kipling por lavado de dinero por sus inversiones en bienes raíces y adquisición de concesiones de transporte público en Jalisco, mediante recursos de procedencia ilícita.

Actualmente, El Mencho, el hombre más buscado en México, se ha visto obligado a ocultarse en la sierra de Jalisco y alejarse de las actividades de la organización, situación que ha aprovechado El Sapo para quedarse con el control operativo del CJNG. Y está a un paso de quedarse también con el liderazgo de una de las organizaciones más peligrosas en México y el mundo.

 

Comparte en Redes Sociales