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El Plan de Pemex desafía los mercados

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Hay varias malas noticias en la presentación del Plan de Negocios de Petróleos Mexicanos para el periodo 2019-2024. La principal es de forma, pero resulta de fondo: no estuvo en la presentación el nuevo secretario de Hacienda, Arturo Herrera. Las diferencias de Herrera, y antes de Carlos Urzúa y de otros miembros del equipo presidencial, con la política energética es evidente, tanto como lo es el apoyo del presidente López Obrador a la misma. La reacción de los mercados fue transparente: cayó el valor de los bonos de la petrolera, pese a que ayer aumentó el precio del crudo.

Estamos hablando de un proyecto que implica una reducción de la carga fiscal de Pemex de 128 mil millones de pesos e inversiones muy importantes en un momento en el que está en juego la calificación de la deuda de Pemex y, por ende, del propio gobierno de México y donde son muchas las dudas que el propio plan deja sin despejar. La principal es de dónde sacará recursos la Secretaría de Hacienda para compensar esa reducción de la carga fiscal de Pemex: el discurso de cortar la corrupción no alcanza ni remotamente para ello; recortar más el presupuesto, sencillamente, no se puede y tampoco se quiere hacer una reforma fiscal para aumentar la recaudación y mucho menos endeudarse. Y agreguemos que, pese a la oposición casi abierta de Hacienda, se hará la Refinería Dos Bocas, que costará, según la Secretaría de Energía, unos ocho mil millones de dólares, pero las empresas constructoras estiman que no puede realizarse con menos de 15 mil millones de dólares. La pregunta primera y evidente es, por ende, cómo se financiará este plan de negocios.

Tampoco se explica cómo se sustentará el incremento de la producción, porque se quiere incrementar en nada menos que en un millón y medio de barriles, pero en los 22 pozos de los que se habla sólo se pueden extraer unos 300 mil barriles extras diarios.

Se eliminaron las rondas petroleras y los farmouts, las dos figuras en las que se sustentaba la Reforma Energética para la participación del sector privado. Y se crean los Contratos de Servicios Integrales de Exploración y Extracción, a través de los cuales las empresas privadas aportan el 100% de la inversión para la exploración y producción de crudo en un campo y reciben una remuneración en dólares por cada barril de petróleo producido. En otras palabras, son inversiones que van a su propio riesgo, pero con las que, además, los inversionistas no participan en forma alguna en la comercialización y en las utilidades de la misma. No es un modelo propicio para fomentar la inversión privada, sobre todo, de grandes empresas.

Habrá que ver cómo reaccionan potenciales inversionistas y acreedores, de la mano con las calificadoras. Si cae el grado de la deuda de Pemex, será el prólogo de la caída de la calificación de México y las consecuencias económicas serán, por lo menos, delicadas.

Ayer, el presidente López Obrador habló sobre su propio modelo de desarrollo, que calificó como una “economía moral”. Cómo relacionar el conjunto de normas, creencias, valores y costumbres que dan forma a la moral (por lo menos en su definición no religiosa, basada ésta en el bien y el mal) con la economía real y los mercados, es algo que cuesta explicar. Lo cierto es que en ese esfuerzo el gobierno federal sigue pensando que modificará la visión y el espíritu de los mercados y los desafía con una lógica ajena a los mismos.

En este capítulo, como en otros, no se puede responsabilizar al pasado de las consecuencias de las acciones impulsadas, porque, simplemente, se están reemplazando las normas e instrumentos del mismo. Lo que se evalúa es el presente y el futuro y serán los mercados, los inversionistas y los acreedores los que decidirán el futuro de Pemex y el del país. No va a estar fácil.

 

Romo

Más allá de coincidir con el diagnóstico económico que hizo Urzúa sobre las razones de su renuncia, desde siempre hemos dicho que su enfrentamiento con Alfonso Romo debía entenderse más como un capítulo de luchas palaciegas. Y en ese tenor pareciera existir el interés de que, salido Urzúa del equipo presidencial, también hay que sacar a Romo. En realidad, se equivocan en la descripción de Romo y en lo que llaman su conflicto de interés: Romo no es monedita de oro, pero es un hombre con una visión personal más amplia de lo que aseguran y no es parte del consejo del grupo financiero Vector desde 2002, tampoco lo son sus hijos. La pregunta es si se trata de una equivocación deliberada.

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