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Del muro de Trump al cibernético de Biden

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Decíamos ayer que el compromiso del gobierno mexicano de invertir mil 500 millones de dólares en “modernizar” la frontera norte era, en realidad, un tema de agenda interna. Lo es, y no creo que sea un error hacerlo, aunque, como ya sucedió en 2019, esa correcta decisión de política interna se toma como consecuencia de una presión externa, en este caso, de la administración Biden.

México invertirá mil 500 millones de dólares y el gobierno estadunidense unos 3 mil millones, dentro de EU, en modernizar la frontera. ¿Qué quiere decir modernizar la frontera? Se implementarán sofisticados sistemas cibernéticos de seguridad para personas, carga, pasajeros. Los equipos que se instalarán en México serán compatibles, incluso de las mismas empresas, que los que ya se están utilizando en la Unión Americana, de forma tal que, en los hechos, ambos países tendrán acceso a la misma información procesada de la misma manera.

Hace años, durante una visita a la frontera de Sonora y Arizona, los agentes de la patrulla fronteriza me mostraban los equipos que tenían, mucho menos sofisticados que los actuales, que cuentan con reconocimiento facial y muchas otras propiedades, y me decían que el objetivo a mediano plazo era reemplazar una frontera física por una cibernética, que sería mucho más eficiente, segura y fácil de operar. Hacia eso estamos avanzando con esta decisión.

Hace tiempo, desde el 2001, que la Unión Americana está modernizando todos sus sistemas de reconocimiento y escaneo de personas, cargas, transportes. Eso es lo que se compromete a comenzar a hacer México, ya lo hacemos, por ejemplo, con el transporte aéreo, desde los atentados del 11-S. Por supuesto que no se puede controlar toda la frontera de esa manera. Tampoco es necesario, pero sí es imprescindible hacerlo cuanto antes y de la mejor manera posible, en forma coordinada con la Unión Americana.

En los hechos, de lo que estamos hablando es de reemplazar el agraviante muro de Trump, de cal, cemento y piedra, por un muro virtual. No es diferente a lo que en su momento propuso Barack Obama, a lo que proponía como alternativa al muro trumpiano Hillary Clinton y lo que se propone hacer Biden. Si se concreta, tendremos un cambio notable en el manejo de la frontera norte.

La respuesta no puede seguir siendo la de Trump. Como se recordará, el expresidente presumió en 2019 que había “doblado” al gobierno de México, por lo que, a cambio de no gravar con 5% de impuestos a las importaciones mexicanas, la administración López Obrador había aceptado desplegar en su frontera norte y sur más de 25 mil elementos de la Guardia Nacional e implementar el programa conocido como Quédate en México.

Así fue. Es verdad que la política migratoria impulsada por esta administración, al principio de la misma, de abrir la frontera y permitir un libre tránsito sin controles, era insostenible para Estados Unidos, pero sobre todo para México. Ningún país puede existir sin un control de fronteras eficiente. Eso no significa ni cerrar las mismas ni establecer políticas persecutorias, pero no pueden ingresar y deambular por un país con tres mil kilómetros de frontera con Estados Unidos, miles y miles de personas sin control alguno. Se colocaron 25 mil elementos de la Guardia Nacional en las fronteras para contener ese flujo, pero no cabe duda que ni eso alcanza ni tiene demasiado sentido establecer esa política por demasiado tiempo, sobre todo si la tecnología ofrece soluciones mucho más eficientes.

Nuestro problema es otro. Mientras la frontera sur siga siendo tan laxa y porosa, es muy difícil evitar que esos cientos de miles de migrantes no lleguen y se apiñen en la frontera norte. A eso se suma el flujo creciente de mexicanos que están intentando migrar ante lo difícil de la situación social y económica de nuestro país.

En otras palabras, lo que haremos en la frontera norte, sea impuesto o no por la Casa Blanca, es lo que hay que hacer en la frontera sur. Es mucho más difícil y complejo, pero debe haber, por lo menos, una idea estratégica de qué hacer con la migración y la frontera sur, una idea, un plan, que hoy las autoridades no parecen tener, como no lo tienen en muchos capítulos relacionados con la seguridad interior y nacional.

Una de las ideas más viables, que no es en absoluto nueva, es, a partir del corredor transístmico entre Salina Cruz y Coatzacoalcos, establecer allí, en los hechos, una suerte de frontera alterna, tanto física como cibernética, que permita tener ese control que hoy hemos perdido. El problema es que esas obras están muy rezagadas y tampoco están concebidas como lo que deben ser, como una infraestructura análoga, para decirlo de alguna forma, al canal de Panamá. No se está construyendo una autopista, la vía férrea no será de dos vías, en torno a ella se plantea instalar maquiladoras y empresas, pero todo eso está hoy en veremos. Mientras tanto, los que se han asentado en esa región son los grupos criminales que ya tienen control de varios tramos.

Lo importante de la inversión en la frontera norte es que se realice y se haga bien, no tanto si para ello presionó o no Biden. Lo grave es que, sin replicarlo con un plan estratégico en todas nuestras fronteras, sobre todo la sur, terminará siendo, para nosotros, simplemente vano.

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