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Aeropuerto, el tiro en el pie

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

No sé con quién ha hablado o qué ha pensado López Obrador en las últimas semanas para decidir echar por la borda el trabajo realizado durante los tres primeros meses después de su elección. Pero lo cierto es que comenzado octubre, salvo decisiones muy específicas, su discurso y acción se ha dedicado a romper todo lo que construyó después de su extraordinaria elección del primero de julio. Y la cereza de ese pastel ha sido la decisión respecto al nuevo aeropuerto.

Nadie con seriedad puede pensar que esa decisión fue tomada en forma autónoma por “el pueblo”. La consulta fue amañada, convocada por su partido, por funcionarios quienes también habían decidido qué querían, no tuvo el menor control ni legalidad, incluso, así no hubo forma de que votara más que el uno por ciento de la población, aunque se comprobará que se podía votar dos, tres cuatro, seis veces sin control alguno, pese a que se mostraran videos de casillas vacías donde los integrantes de las mismas cruzaban alegremente, una tras otra, boletas favorables a Santa Lucía. Ni modo, el pueblo habló.

Pero también lo hicieron los mercados que quitaron calificaciones de inversión, tiraron el peso, pronosticaron aumentos de las tasas de interés, aceptaron que habrá demandas nacionales e internacionales y sembraron la desconfianza en un campo que se había trabajado desde meses atrás para que la seguridad en la estabilidad que brindaría el nuevo gobierno se hiciera conciencia en la población y los inversionistas.

Santa Lucía no tiene viabilidad como solución aeroportuaria y eso lo han dicho todos los actores especializados en el mundo de la aviación. La única voz discordante, de una empresa francesa perdió el asidero desde que se supo que ese estudio, hecho en tiempo récord y a un costo de 200 mil dólares, se basó en las opiniones d el constructor José María Riobóo, al que sentaron ayer mismo en el presídium de la conferencia de prensa donde se anunció que su propuesta sin proyecto es la que se llevará a cabo.

El próximo secretario de Comunicaciones y Transporte, Javier Jiménez Espriú reconoció que se perderán, sin posibilidad de retorno, 40 mil millones de pesos al cancelar Texcoco. Empresas como BBVA Bancomer estiman esa pérdida en 200 mil millones. Ayer en Times Square, en Nueva York, los espectaculares de Bloomberg y Morgan Stanley ponían como noticia principal que México, literalmente, “tiraba a la basura 13 mil millones de dólares del aeropuerto en el primer test de López Obrador”. Horas después, Morgan Stanley le retiró la calificación de inversión al país.

No tiene sentido. Andrés Manuel López Obrador ganó con una mayoría que le dio respaldo legislativo como para poder asumir una nueva etapa de desarrollo del país, prácticamente, sin riesgos.

Consolidó su mandato en las semanas siguientes a las elecciones con un discurso de concordia. Sobre el aeropuerto pidió la opinión de los especialistas que unánimemente le dieron el respaldo a Texcoco.

Hay involucrados en esa obra de infraestructura recursos por casi 200 empresas nacionales y muchos de los principales consorcios extranjeros del sector, pero también ahí están los recursos de distintas Afores, sobre todo Inbursa, y de inversionistas pequeños y medianos que pusieron sus ahorros en la Fibra E.

El desafío de López Obrador es garantizar la seguridad, luchar contra la pobreza y la corrupción. Para eso lo votaron millones de mexicanos. Y para todo eso se necesitan recursos, participación y un gran acuerdo de todos los sectores productivos del país. Santa Lucía sigue siendo hasta el día de hoy una idea.

No hay un proyecto, ni siquiera una visita de campo con estudios estructurales. No hay una plan de comunicaciones para enlazar los tres aeródromos de los que se habla (Toluca nunca pudo enlazarse para vuelos comerciales por problemas climatológicos, hay numerosos días de niebla y de altura).

Los expertos internacionales sostienen que no se puede incrementar la operación aeroportuaria manteniendo simultáneamente el actual aeropuerto y Santa Lucía, simplemente porque sólo hay una sola ruta de aproximación. No hay ni siquiera un presupuesto serio de lo que se piensa gastar y cómo financiarlo.

Sinceramente, no lo entiendo. Y creo que buena parte de quienes apoyan y colaboran con el presidente electo tampoco lo entienden. Pero resulta que no están dispuestos a contradecirlo, quizá, porque él no escucha las críticas y las consideras productos de enemigos e incluso de golpistas.

El presidente electo ha recordado en estos días la caída de Francisco I. Madero, pero tiene una mala lectura histórica: a Madero no lo tiró la prensa, sino una suma de malas decisiones políticas, incluyendo el respaldo que le dio al traidor Victoriano Huerta y una distancia con la realidad que chocó con los intereses creados, pero también con las expectativas. Eso alimentó la traición. Lo contrario es confundir los síntomas con la enfermedad. Y darse un tiro en un pie siempre es una pésima decisión política.

 

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