La generación sin casa

Los jóvenes en México lidian con una sensación de frustración ante la falta de futuro.

La Generación Z, nacida entre 1997 y 2012, enfrenta una paradoja: mientras se proyecta que para 2040 acumulará 74 billones de dólares en ingresos globales, actualmente muchos de ésta viven al día, atrapados entre la incertidumbre económica y la ansiedad por el futuro. Este grupo, que hoy se encuentra en su adolescencia y juventud temprana, vive con una conciencia aguda de los retos sociales, ambientales y laborales que marcarán su trayectoria vital.

De acuerdo con el informe de Deloitte 2024, 56% de los Gen Z vive al día y 30% no se siente financieramente seguro. En América Latina, y particularmente en México, esta realidad se intensifica por la alta informalidad laboral, la precarización del empleo juvenil y la escasa movilidad social. Los jóvenes mexicanos se enfrentan a un mercado laboral que no reconoce su preparación académica, con empleos mal remunerados y pocas prestaciones.

Un estudio de la UNAM subraya que, además del desempleo, los jóvenes en México lidian con una sensación de frustración ante la falta de futuro. La Asociación Psiquiátrica Mexicana detectó el incremento de casos de ansiedad y depresión en personas menores de 25 años, muchas veces relacionados con el desempleo o la precariedad económica.

A esto se suma un fenómeno sociológico emergente: la “generación sin casa”. El Centro de Estudios Espinosa Yglesias concluyó que la posibilidad de que un joven de clase media pueda adquirir una vivienda es cada vez más lejana, lo cual ha provocado cambios en la estructura familiar y en las aspiraciones personales. Muchos regresan al hogar paterno tras haber intentado independizarse o nunca lo logran del todo. Esto genera un círculo vicioso de dependencia económica y emocional que impacta su desarrollo personal.

El panorama económico ha llevado a una parte importante de esta generación a vivir una “crisis de la mediana edad” anticipada. El estudio de Arta Finance indica que 38% experimenta altos niveles de estrés financiero y laboral, lo que los obliga a retrasar decisiones clave como la compra de una vivienda, independizarse o formar una familia.

A pesar de todo, la Generación Z no ha perdido la esperanza. El estudio Voices of Gen Z muestra que está comprometida con el cambio social. Es una generación pragmática, pero idealista, que cuestiona el statu quo y exige coherencia entre discurso y acción, tanto en políticos como en empresas. Para ellos, trabajar no sólo es una cuestión de subsistencia, sino de sentido. Valoran profundamente que su trabajo tenga un propósito y que sus empleadores se alineen con sus principios.

Muestran una fuerte preferencia por modelos flexibles. No es casual que muchos demanden semanas laborales de cuatro días o esquemas de trabajo remoto. Esto refleja una necesidad urgente por balancear la vida personal con la profesional en un mundo hiperconectado.

En términos económicos, 42% ha comenzado a ahorrar más que antes, identificándose con el movimiento Financial Independence, Retire Early, que promueve la independencia financiera y la jubilación anticipada. A esto se suma un fuerte compromiso con el consumo responsable: comprar ropa de segunda mano, privilegiar marcas sostenibles y exigirles transparencia.

El South Florida Journal of Development encontró en el programa de Jóvenes Construyendo el Futuro, en 2024, que 94% de los participantes consideraron haber adquirido experiencia útil para futuros empleos. Sin embargo, 63% indicó que no se cumplieron plenamente las características del programa en sus lugares de trabajo, y 80% señaló que no recibió una capacitación adecuada.

No es una generación perdida; es una generación en busca de estabilidad y sentido. Su mirada, aunque crítica, está cargada de posibilidades. Si se les da la oportunidad de incidir, pueden ser los protagonistas de un cambio profundo en nuestras sociedades. Nos toca, como sociedad y autoridad estar a la altura del desafío.

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