El evangelio según Morena

El castigo para los disidentes no es menor: el destierro del paraíso de los programas asistencialistas, la amenaza de perder el apoyo económico convertido en instrumento de control electoral.

En el México contemporáneo, los principios democráticos, la justicia y los derechos humanos deberían ser la columna vertebral de nuestro sistema político. Sin embargo, los hechos recientes muestran que el partido en el poder ha redactado su propia versión de la moral pública, una doctrina flexible que acomoda la conveniencia política sobre los principios. Un evangelio que predica la regeneración nacional, pero practica la impunidad, el doble rasero y el autoritarismo disfrazado de voluntad popular.

Esta semana, el país ha sido testigo de tres episodios que resumen con crudeza esa doble moral. El primero, indignante por su simbolismo, fue el respaldo de Morena y su gobierno al diputado Cuauhtémoc Blanco, señalado de una presunta violación equiparada. En lugar de permitir que la justicia actuara sin cortapisas para ambas partes, se impuso la consigna.

Es un acto que no sólo revictimiza a las mujeres, sino que contradice de forma cruda la promesa de la titular del Ejecutivo: “Conmigo llegaron todas”. ¿Qué significa ese “todas” cuando los agresores son encubiertos por el poder?

En un intento por deslindarse de uno de los episodios más vergonzosos en el país, donde los feminicidios llegan a cifras inconcebibles, se afirma que el presidente “no lo sabe todo”. Una declaración que contrasta con la del mentor López Obrador, quien durante años sostuvo que en México “no se mueve ni una hoja sin que el presidente lo sepa”, aludiendo así el control absoluto de sus antecesores y al simbolismo del nuevo testamento.

¿Significa esto que ahora sí hay cosas que se mueven sin control presidencial? La animadversión a los movimientos feministas, y singularmente a los colectivos de las madres buscadoras, pareciera ser parte del ADN de este movimiento político.

Mientras tanto, el escándalo internacional por el campo de exterminio descubierto en Jalisco ha desvelado el alto grado de permisividad con el que operan los grupos criminales en regiones enteras del país. Lejos de asumir responsabilidad, se culpa a administraciones pasadas y se evita cualquier autocrítica.

Esa negativa sistemática a la autocrítica responde a una estrategia cuidadosamente construida: la creación de una realidad alterna desde la cúspide, donde la palabra del líder sustituye el análisis, y el relato oficial se convierte en dogma de fe.

Esta narrativa es verdad incuestionable, y quien la contradiga —sean colectivos, periodistas, académicos o ciudadanos— es condenado al fuego eterno.

El castigo para los disidentes no es menor: el destierro del paraíso de los programas asistencialistas, la amenaza de perder el apoyo económico convertido en instrumento de control electoral. En este evangelio político, el perdón no se gana con la razón, sino con la sumisión.

Pero el episodio más grave, por su impacto estructural, es la captura del Poder Judicial mediante unas elecciones que son una simulación de democracia. Bajo la promesa de que el pueblo elegirá a jueces y magistrados, lo que se pretende es desmontar el sistema de contrapesos para que sólo una voz mande.

Esta semana, la jueza Juana Fuentes, lideresa de la Asociación Nacional de Juzgadores, conocida como JUFED, denunció ante la ONU, la Organización Internacional del Trabajo y el Parlamento Europeo la presión y manipulación política de este proceso, alertando al mundo sobre la amenaza que enfrenta la independencia judicial en México.

Una encuesta reciente revela que sólo 10% de los mexicanos votará en la llamada “histórica y democrática” elección judicial, lo que abre la puerta para que ese pequeño porcentaje sea movilizado por Morena. Una elección sin información, sin garantías, sin transparencia, no es democracia: es un acto autoritario del cual le pasarán factura a usted y a todos.

El evangelio según Morena habla de justicia, de paz y transformación. Pero sus actos son de doble moral. Ha sido escrito desde la soberbia del poder absoluto.

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