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Biden, ¿y ahora?

Jorge Camargo

Jorge Camargo

En política, no tomar una decisión es, en los hechos, hacerlo. Amarrarse a la aventura de Trump del fraude electoral hasta el final, sin duda confirmó el grado de compromisos que el gobierno de Morena hizo con el político que más ha violentado la soberanía de México y, por su conducto, la dignidad y derechos humanos de los migrantes centroamericanos.

Morena no es un gobierno de izquierda, es una mixtura de expriistas, perredistas, y todo lo que usted, lector, pueda imaginar. Es más de lo mismo. Y por ello no extraña esa alineación con Trump, al que incluso le ayudó a hacer campaña en su propia tierra.

El argumento de no reconocer el triunfo de Biden bajo la premisa de que se esperaría al fallo oficial, alegando haber sufrido en carne propia “la cargada”, no fue más que una salida que movió a la risa en los círculos diplomáticos de Washington.

Y ahí justamente se ejemplificaron las similitudes del derrotado Trump con la del candidato López Obrador en las elecciones de 2006. Los analistas del Partido Demócrata veían claramente cómo la resistencia del republicano y sus acusaciones de fraude tenían como objetivo minar la credibilidad de su sistema electoral, y compararon el efecto que, de manera similar, ocurrió en México.

Para ellos está claro que ambos políticos obedecen al mismo racional de demeritar las instituciones. Desviándonos momentáneamente, podemos decir que el exhorto del INE al titular del Ejecutivo federal para no interferir en las elecciones del 2021 dio justo en el blanco y confirmó el diagnóstico demócrata.

Recuérdese el desliz del “ya cállate, chachalaca”, expresado por el candidato AMLO en marzo del 2006 en contra del presidente Fox, quien decidió meterse discursivamente a la elección. Y hoy se pone en el mismo lugar, reclamando libertad de expresión.

No, no la hay cuando se ocupa la más alta función como servidor público. Hay límites entre expresión y propaganda.

Regresando al tema, la estrategia de no mirar a Trump a los ojos y dejar que nos utilizara políticamente no va a tener réditos con Biden.

Las lecturas de que el canciller Marcelo Ebrard tiene conexiones con los demócratas son correctas. Él estuvo cerca de la campaña de Hilary Clinton, luego de vivir en el extranjero por el hostigamiento de las autoridades capitalinas por supuestas irregularidades en la construcción de la Línea 12 del Metro, cuando fue jefe de gobierno del Distrito Federal.

Pero eso no bastará y hay cosas que tampoco le ayudan. La inconsistencia es reveladora. Por la noche, el canciller anunció que era demasiado temprano para saber quién sustituiría a la embajadora Martha Bárcena; a la mañana siguiente, el ciudadano Presidente anunció al secretario de Educación como sucesor.

Las decisiones del gobierno de Morena están, metafóricamente, como un jaguar a la mitad de las vías del Tren Maya frente a la agenda de Joe Biden, y sin duda las presiones que ejercerá su administración no se evadirán mirando al piso.

Biden ha dejado muy claro que sus socios comerciales deberán asumir una política de energías limpias y nosotros vamos en la ruta contraria: regresamos al carbón como fuente de energía y al combustóleo para la generación de electricidad. Construimos una refinería, cuando varios países de Europa ya pusieron fecha límite para el uso de combustibles fósiles en vehículos. No tenemos y ni se le ve valor a una economía sustentable.

El sector empresarial estadunidense buscará que se presione a la administración de Morena para respetar los acuerdos en materia de energía que fueron incumplidos y existe un mecanismo por medio del cual éste lo conseguirá naturalmente, el T-MEC.

Las complicaciones para el gobierno de México se ampliarán debido a que la futura agenda binacional esboza tres elementos cruciales. El primero —bajo el principio de corresponsabilidad—, el combate al narcotráfico, en el que somos omisos y está por aprobarse la legalización del consumo del cannabis. No se olvide que Biden es impulsor del Plan Colombia.

El segundo, es el respeto a los derechos humanos y México ha sido evidenciado por la ONU por la crisis de feminicidios y muertes por el crimen organizado. Y, tercero, la democracia sindical, en un esquema en el que, si el país quiere ser una opción en lugar de China, debe dar certidumbre jurídica, pero aquí las instituciones autónomas están bajo acecho.

Este espacio hace votos de mucha paz para todos y abraza las ausencias que la violencia y el covid han dejado en nuestros corazones. Que cualquiera que sea su creencia espiritual, los arrope. Y que nadie nos separe como mexicanos.

 

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