Logo de Excélsior                                                        

El arte y la ciencia de gobernar

Javier Aparicio

Javier Aparicio

El pasado martes 25 de junio, en Ecatepec, durante uno de sus frecuentes viajes para entregar apoyos de los así llamados Programas Integrales de Bienestar, el presidente López Obrador manifestó: “No crean que tiene mucha ciencia el gobernar. Eso de que la política es el arte y la ciencia de gobernar no es tan apegado a la realidad.” Enseguida añadió que: “la política tiene que ver más con el juicio práctico, la política es transformar, es hacer historia”. ¿Será cierto?

Por un lado, es difícil no coincidir con el Presidente en que gobernar requiere gran pragmatismo: las necesidades siempre superarán los recursos disponibles, las circunstancias cambiarán, la información disponible nunca será perfecta y, casi por definición, toda política pública tiene impactos distributivos: beneficiará relativamente más a algunos perjudicando relativamente a otros más. A este cúmulo de juicios prácticos muchos lo consideran, en sentido figurado, como el arte de gobernar.

Ahora bien, si cierta forma de hacer política en efecto transforma —digamos que para bien— a una comunidad o llega a hacer historia, es un juicio de valor que requiere tiempo, distancia y cierto estándar de evidencia. Es por ello que resulta mucho más difícil coincidir con el Presidente con que bastan buenas o nobles intenciones para llegar a tener un buen gobierno, o que lograrlo es posible sin recurrir a la ciencia, la técnica o el conocimiento experto.

Contar con un mandatario honesto que “gobierne con el ejemplo” quizá sirva de algo, pero no es suficiente para acabar con la corrupción porque ningún gobernante puede tomar ni revisar todas las decisiones de su administración: tiene que delegar. Prometer reiteradamente que no se mentirá o no se traicionará al pueblo o que se acabó la corrupción tolerada es igualmente insuficiente si no se cuenta con un diagnóstico inicial de la situación del país, o si las principales decisiones de política pública no se logran explicar o justificar. Si un Presidente descarta las críticas como malintencionada en vez de rebatirla con evidencia, o si afirma contar con “otros datos”, pero nunca los hace públicos, el pueblo no podrá saber si se le está mintiendo o no.

Repetir por doquier la etiqueta de la “cuarta transformación” no implica que, en realidad, esté ocurriendo dicha transformación. Del mismo modo, la etiqueta “programas integrales de bienestar”, no implica que tales programas en verdad sean integrales y mejoren el bienestar. La evidencia importa. Toda evidencia está sujeta a escrutinio e interpretación, pero el punto aquí es que la retórica del cambio no implica gran cosa sin algún tipo de evidencia detrás.

Al arranque del nuevo gobierno, el Presidente anunció una serie de prioridades de política pública: su plan inicial, por así decirlo. El presupuesto de egresos reflejó en cierta medida estas prioridades. Sin embargo, a lo largo de los primeros siete meses de gobierno han cambiado muchas cosas: una marcada desaceleración económica, caídas en la creación de empleos y la inversión, el aumento de la inseguridad y los homicidios, la crisis del huachicol, la crisis migratoria, la crisis arancelaria, las consecuencias no deseadas de la austeridad, el desabasto en el sector salud, rezagos, subejercicios y parálisis en muchas dependencias públicas, entre muchos otros problemas. Algunos de estos problemas provienen de fuera, pero otros tantos han sido consecuencia de las propias decisiones políticas del nuevo gobierno. ¿Ante circunstancias cambiantes, sigue siendo viable su plan inicial?

Detrás de varias decisiones de política pública parece haber una estrategia simple: primero recortar presupuesto, averiguar después y acaso reconsiderar según sea la reacción caso por caso—pragmatismo puro (algo similar ocurrió cuando López Obrador fue jefe de Gobierno del Distrito Federal) ¿Es esta una forma noble de gobernar a un país?

Destaco tan sólo tres problemas de este tipo de pragmatismo: no todas las personas perjudicadas por el nuevo gobierno lograrán hacer visibles sus afectaciones. No todas las dependencias o instituciones afectadas tendrán la misma capacidad de reaccionar. ¿Qué impacto tendrán las “nuevas políticas sociales” si no hay crecimiento económico?

Comparte en Redes Sociales

Más de Javier Aparicio