Indignación y votos

La mayoría de los votos son inútiles. En una elección de mayoría relativa, los votos que no favorecen a alguno de los dos punteros de la contienda son irrelevantes para el resultado. Incluso, si se vota por alguno de los punteros, es muy probable que ese voto también ...

La mayoría de los votos son inútiles. En una elección de mayoría relativa, los votos que no favorecen a alguno de los dos punteros de la contienda son irrelevantes para el resultado. Incluso, si se vota por alguno de los punteros, es muy probable que ese voto también sea irrelevante para el resultado final. La única forma en que mi voto será determinante en el resultado es que la contienda entre ambos punteros esté perfectamente empatada… y que sólo falte un voto, el mío. Sólo en ese caso mi voto habrá decidido la elección. De modo que si la contienda favorece a alguien por un cómodo margen, la probabilidad de que mi voto sea decisivo en el resultado es muy cercana a cero. Este resultado matemático es ineludible y por ello suele decirse que votar es “irracional”.

El misterio, entonces, no es el abstencionismo —el cual, de hecho, sería bastante racional— sino ¿por qué vota tanta gente? La respuesta desde la sicología política es que la decisión de votar es más expresiva que racional. Al parecer, una gran parte de las decisiones de voto no tienen mucho que ver con la infinitesimal probabilidad de ser determinantes, sino con ese misterioso deseo de algunos ciudadanos por participar en una decisión colectiva, hacer oír su voz, o bien seguir cierta obligación cívica o ideológica que los lleva a las urnas a emitir un voto que será irrelevante en el resultado. No todos tienen esa proclividad y por eso hay tasas variables de abstencionismo.

Pero hay más. Si votar es un acto expresivo matemáticamente irrelevante, ¿qué hay de malo o indeseable en anular un voto? Después de todo, el voto nulo puede verse también como un pequeño acto irracional de protesta. Y digo irracional porque los actos de protesta tampoco soportan un análisis costo-beneficio: al igual que los votos, la mayoría de las protesta son inútiles. Quizá por eso muy pocas protestas son numerosas y aún menos son exitosas. Si estás indignado con el statu quo, ¿cuál es la mejor forma de manifestarlo, el voto nulo o el voto de castigo? El voto nulo es una protesta genérica contra “todos los partidos”. Si uno quiere hacer patente su indignación de ese modo, difícilmente podrá ser convencido de votar por algún partido en particular. Pero una consecuencia ineludible del voto nulo es dejar inalterado el resultado electoral: ganarán o perderán los mismos.

Algunos argumentan que, a mayor voto nulo, es más probable que los partidos se sientan obligados a tomar cartas en el asunto. Puede ser, aunque esto supondría que los líderes partidistas —tan insensibles hasta ahora ante las demandas ciudadanas— de súbito serán sensibles al voto nulo de los indignados. Puede ser.

Consideremos ahora una forma muy sencilla de voto de castigo: votar en contra del partido en el poder en cada demarcación. Esto implicaría, por ejemplo, no votar por el PRI, PVEM o Nueva Alianza en la mayoría de los distritos para diputados federales; votar en contra del PRD para la Asamblea Legislativa, en contra del PAN en Sonora, Guanajuato o la delegación Benito Juárez, o bien en contra del PRI en Nuevo León o Campeche. En contraparte, habría que votar por la fuerza política con mayores probabilidades de derrotar a aquellos partidos en el poder: un voto de castigo útil.

La probabilidad de que este voto de castigo funcione es infinitesimal, cierto, pero, a diferencia del voto nulo, tendría mayores probabilidades de alterar el resultado electoral. ¿Qué le dolerá más a los líderes partidistas? ¿Un voto nulo indignado, o un voto de castigo igualmente indignado que le cueste una curul, gubernatura o alcaldía?

                Twitter:@javieraparicio

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