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¿Tiene futuro el feminismo en la 4T?

Ivonne Melgar

Ivonne Melgar

Retrovisor

 

Ser feminista significa reconocer, visibilizar y desmontar los códigos, las leyes, los actos de poder y las prácticas sociales que normalizan las condiciones de desigualdad en que viven y se desarrollan las mujeres.

Esa causa defendida con disciplina, empeño y gradualidad por muchas generaciones y que hace 67 años cristalizó en el derecho al voto, experimentó en México un giro que es planetario y que aquí inicia con las movilizaciones de la diamantina rosa, en 2019.

Los gritos del “ya basta”, “ni una más” y “nos queremos vivas”, con el performance de El violador eres tú incluido, le abrieron paso al protagonismo de la denominada generación igualdad, impaciente por concretarla y dispuesta a romperlo todo ante la impunidad con la que se han normalizado las violencias contra las mujeres.

Son las jóvenes de los pañuelos verdes en señal de defensa del derecho a decidir y las que hace una semana pintaron la valla de Palacio Nacional con los nombres de las víctimas del feminicidio y que el lunes 8 de marzo intentaron romperla.

Son jóvenes que se escandalizan del silencio de las familias cuando sus niñas y adolescentes han sido violadas por alguien que debía cuidarlas; de las empresas que toleraban a los acosadores consumados; de la resignación que otras generaciones tuvimos ante el miedo a la noche en las calles; y de la justicia ciega cuando alguna se atreve a denunciar.

Mas este movimiento, que tiende a adquirir un carácter popular, no es un impulso espontáneo o fortuito, sino el catalizador de una nueva ola feminista con raíces profundas y que antes ya construyó políticas públicas, leyes, pensamiento académico, instrumentos electorales y alianzas estratégicas entre activistas, legisladoras, funcionarias, ministras y magistradas que han compartido una agenda desde la Conferencia de Beijing de Naciones Unidas, en 1995.

Sin embargo, después de 25 años de construir diversos bienes a favor de la igualdad de género, las feministas políticas se vieron divididas por un liderazgo presidencial sin precedentes en la historia contemporánea que decidió marcar distancia con esa agenda.

Pero esta semana, en medio de la confirmación de que las legisladoras y activistas de Morena no fueron escuchadas en su ruego de quitarle la candidatura a Félix Salgado Macedonio, y de las marchas de las jóvenes, que tienen prisa por la igualdad, gracias a la determinación de diputadas feministas salió adelante el dictamen de la reforma en materia de igualdad de género y paridad. Se trata de un proyecto que modifica 29 artículos de la Constitución y que, entre otros aspectos, obliga al Estado a castigar las violencias de género y que busca garantizar la autonomía reproductiva, el matrimonio igualitario y los derechos de las personas intersexuadas, puntos que ya están generando resistencia entre la Iglesia católica y evangélica y organizaciones civiles afines que trabajan deliberadamente contra la agenda feminista.

Y si bien parlamentarias feministas clave como la coordinadora del PRD, Verónica Juárez, y la diputada Martha Tagle, de MC están en la primera fila de su defensa, esta vez la determinación de los representantes de Morena hizo la diferencia al conseguir los votos a favor de la reforma en la Comisión de Puntos Constitucionales, donde este jueves salió adelante el dictamen con 19 votos a favor, cuatro en contra del PAN y cuatro abstenciones del PRI y del PES.

La presidenta de la comisión, la morenista Aleida Alavez, defendió la autonomía reproductiva como un concepto avalado por la Suprema Corte y que garantiza el derecho a decidir de manera libre, responsable, informada y segura sobre tener hijos o no, el número e intervalo entre éstos, “así como a recibir servicios para acceder al más alto nivel de salud sexual y reproductiva”. Y negó que se trate de una legalización del aborto disfrazada.

El vicecoordinador de la bancada mayoritaria, Pablo Gómez, y la presidenta de la Comisión de Igualdad de Género, Wendy Briceño, también defendieron el dictamen, mientras Porfirio Muñoz Ledo se comprometió a buscar su viabilidad.

Y si bien una reforma constitucional necesita de otros grupos parlamentarios para alcanzar las dos terceras partes de la votación, ésta sería posible si Morena resuelve ir hacia adelante. Porque, como dijera el exgobernador de Coahuila, el diputado Rubén Moreira (PRI): “Nunca antes tanto pensamiento de izquierda ha estado concentrado en la Cámara y ésta es la oportunidad de reconocerle más derechos a las mujeres y hombres y, de un día para otro, cambiar la realidad a su favor”.

Falta, sin embargo, el visto bueno de Palacio Nacional, desde donde se han empujado los cambios antes inimaginables, como la regulación de la mariguana esta semana.

Una de las principales impulsoras de esta reforma, la morenista Lorena Villavicencio, afirma que “la Cuarta Transformación será feminista o no será”.

A juzgar por las descalificaciones que hacia el movimiento de mujeres ha lanzado el presidente López Obrador, resulta previsible que optará por la resistencia machista.

Pero sus legisladores confían en que prevalecerán los derechos a favor de las mujeres y esta será la oportunidad de saberlo.

 

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