Un tipo de soledad masculina
En muchas ocasiones la presencia del poliamor no se trata simplemente de una prueba de virilidad, sino de buscar de manera desesperada una conexión real, donde se puedan expresar partes de sí mismo que no se permite con las “amistades” ceñidas a la convención social. Los varones que no se pasan actuando esta búsqueda viven en un mundo introspectivo
Como todo en esta vida, no se puede generalizar, quizá no poder generalizar es de las pocas generalizaciones posibles, éste es el caso de un tipo de soledad masculina.
Si algún varón se identifica con el caso probablemente podrá sentir alivio o, tal vez, hasta compañía al saber que en ese estar solo no está solo. Esa soledad no quiere decir que no tenga amigos, sino que muchas veces se tiene la impresión de no poder compartir del todo ese lugar difícil, complejo, de duda en el que se pueda estar. Parecen decirse que tienen una imagen que cuidar.
¿Puede ser una conducta del aprendizaje? Sí. Quizá sí. Los hombres no lloran, legado de una idea arcaica, machista y frustrante para los hombres, la cual puede tener dos vertientes: 1) desafortunadamente sostenida por muchas mujeres, que les pueden pedir que sean fuertes, que sean un sostén para ellas o para su familia, 2) por la imagen que tienen de lo que debe ser el ser un hombre. Estas dos vertientes son efecto de un sistema conservador y patriarcal.
Las mujeres hemos pasado por un camino más complicado.
En la infancia, las relaciones pueden ser más competitivas, se juega la pertenencia a grupos, los vínculos de la mejor amiga y todas las relaciones complejas y complicadas de inclusión y exclusión. Estas vivencias provocan que aprendamos a ejercitar distancia, su pleito, su distancia, su enojo, su perdón, el olvido y, finalmente (con suerte, pero sí muchas de las veces), sacar adelante la relación. Esta intensidad no fue parte (la mayoría de las veces) de la vida de los niños, en su propio medio con sus pares, esto se escucha con un “los niños son más fáciles”, “agarran un balón y lo resuelven jugando”. Estas ideas son parte de la idealización de los géneros.
Los hombres también pueden encontrar apoyo, consuelo y escucha, éste es el mejor apoyo, porque es un espacio en el que pueden pasar cosas. Esta escucha puede ser una amistad, algún colega de trabajo o una psicoterapia. En este último caso, salvo que los niveles de ansiedad sean altos, puede pasar mucho tiempo antes de que el varón pueda sentir que se puede hablar de temas difíciles, de esos que parecen demasiado grandes y que se guardan, casi como un secreto. En raras ocasiones se encuentra un amigo o un colega de trabajo con quien hablar, quizá durante un viaje o fuera del ambiente social que lo mantiene condicionado, en esos espacios se atreve a conversar de manera más profunda. Y esos encuentros son dignos de celebrarse.
De forma compleja, existe otro vínculo posible con el que es posible puedan “abrirse”, y que es dentro de un vínculo femenino. Esto es muy complicado, porque, si bien no requiere que el vínculo se convierta en amoroso, también puede ser que ese espacio de cariño se confunda con amor, lo que podría pasar de una relación de amigos a una erótica-amorosa, y que esto se dé en una sucesión y repetición de búsqueda-encuentro-vínculo de nuevo. Pero la soledad no se va, porque no se mantiene el vínculo. En muchas ocasiones la presencia del poliamor no se trata simplemente de una prueba de virilidad, sino de buscar de manera desesperada una conexión real, donde se puedan expresar partes de sí mismo que no se permite con las “amistades” ceñidas a la convención social.
Los varones que no se pasan actuando esta búsqueda viven en un mundo introspectivo, se acostumbraron a aceptar a esa imagen que el libro Los hombres son de Marte y... o sea, la metáfora de la cueva, en la cual los hombres, al encontrarse en momentos de dificultad, se encierran sobre sí mismos, meditabundos tratan de resolver (o atravesar) el problema por sí solos. Cabe aclarar que algunos se sienten muy cómodos en ese estado, no lo llamarían soledad, sino estar bien consigo mismo. Algunos han conquistado ese lugar, otros sienten la necesidad de apego y buscan pasar ocupados siempre con alguien más. Acaso esa relación de pareja se mantiene porque sienten que, de alguna manera, esa persona los conoce mejor que nadie, sin que hayan tenido que hablar y ese lugar de reconocimiento, sin hablar, les proporciona consuelo.
Queda para muchos, que no para todos, la sensación de no tener una banda de amigos, una tribu. Están los eventos deportivos en los que se juntan para disfrutar y compartir televisión, se ven, se conectan y los temas giran alrededor del evento. Pero difícilmente se encuentra ese acercamiento que no sea necesariamente de negocios, para muchos, ese ángulo les permite encontrarse con otros. Algo falta. Reconocer esto es, al menos, un pequeño dolor, porque lo cierto es que el ser humano es un ser social que requiere de otros para vivir sus afectos (desde el amor hasta la ira pasando por el miedo) y, de no hacerlo, hay algo que falta.
...Y éste es un tipo de soledad masculina.
