¿Un líder moderno? (Parte I)
La sensación que despiertan los líderes actuales es el desconcierto, en su mayoría carecen de rumbo, buscan el poder como beneficio personal y no como un servicio; no les interesa la posibilidad de organizar, mejorar, ya no digamos de liderar; en resumen: carecen de visión. Su visión se enfoca en mantener el poder, por lo tanto, todas las actividades están dirigidas hacia ello
Es extraño hablar de líderes modernos, como si se tratara de un tema superficial o de moda, pero lo moderno viene del latín modernus, que significa “reciente o actual”. Es un tema que se les deja a contrataciones para empresas; sin embargo, en el estado actual del mundo, al aceptar que para defender una idea las personas se pueden enfrentar violentamente, estamos autorizando el uso de la ley del más fuerte para tratar de hacer valer una ideología, lo cual pone a la sociedad en la urgencia de pensar quiénes son sus líderes, para que puedan pedirlo a aquellos que se propongan para hacerlo y hacerles ver las consecuencias de imponerse.
En este sentido, es importante comenzar por pensar en qué consiste ser un líder, no sólo en el término tradicional como se ha escrito en toneladas de libros durante los últimos 30 años, sino de críticamente reflexionar, ¿cómo debe ser un líder moderno? El mundo se ha acelerado, quizá por la tecnología, el aumento de población, el cambio climático y la destrucción de recursos, el abuso en el uso de la propaganda, las revoluciones culturales, los cambios de valores y que ha traído el interés. Así, el contexto actual exige un líder más agudo y tal vez poseedor de habilidades nuevas que le ayuden a resolver el hoy. Basta con hacer una revisión de las personas que se ostentan como líderes actualmente (políticos, comentaristas, deportistas, artistas, influencers) para darnos cuenta de que el tema del liderazgo no está resuelto. Si revisamos en lo general los líderes actuales podemos encontrar coincidencias: en primer lugar, frivolidad, un excesivo apego por el buen vestir y el buen vivir, aquí podemos ver que los consultores de imagen han sido exitosos en lograr generar un mercado. Más preocupante aún es encontrar un narcisismo que no sólo es patológico en términos de salud mental, sino peligroso, en el cual se autorizan a anteponer su interés y bienestar personal a los temas de la comunidad en los cuales para acceder al poder parecen estar dispuestos a cualquier cosa, incluido el atropello del bienestar general. Rendidos ante su imagen, se autorizan la estupidez que, como escribe Alfonso Araujo en el libro Contra la estupidez y otras reflexiones acerca de la condición humana: “Es una de esas cosas que es difícil definir con precisión, pero que reconoces cuando ves”. Subrayo el autorizar porque se trata de una actitud, “la estupidez es una mezcla sutil de obstinación y arrogancia. Algunos de estos casos nacen de la ignorancia simple, la cobardía, la debilidad de carácter, el miedo o la coacción, así como hay otros de ceguera obstinada y de una ignorancia que no desea ser superada”, y ésta es la actitud que encontramos, por ejemplo, en la política mexicana. Este tipo de personajes son los que intentan que confundamos popularidad con liderazgo. Por otra parte, es cierto que también ha sido una perversión de la propaganda la “venta” de la esperanza a través de crear imágenes de personas capaces simplemente por efecto de su popularidad. No olvidemos que la popularidad no es otra cosa más que el aplauso que una persona obtiene del pueblo (Diccionario de la Real Academia Española). Sin embargo, nunca un aplauso ha hecho a alguien capaz de dirigir una comunidad. El mundo se ahoga en un presente que privilegia como bien máximo los aplausos y a veces sólo podemos sentirnos testigos de esa manipulación de las masas. Ésta ha sido la directriz de las redes sociales.
La sensación que despiertan los líderes actuales es el desconcierto, en su mayoría carecen de rumbo, buscan el poder como beneficio personal y no como un servicio; no les interesa la posibilidad de organizar, mejorar, ya no digamos de liderar; en resumen: carecen de visión. Su visión se enfoca en mantener el poder, por lo tanto, todas las actividades están dirigidas hacia ello.
Sumidos en esta pobreza de valores y de espíritu sobrecoge la desolación. En estos tiempos tan turbulentos es necesario preguntarse, ¿a qué podemos recurrir para poder obtener una mayor claridad sobre cuál es el mejor proceder? Cuando nos faltan respuestas para el futuro sabemos que es tiempo de conversar con el pasado; no es de extrañarse que la lectura y reinterpretación de los estoicos se encuentre al alza en los últimos años. En algunas de estas reinterpretaciones encontramos la del escritor (convenientemente experto en marketing) Ryan Holiday, que al estudiar a los estoicos propone recuperar la percepción, acción y voluntad, tres conceptos clave del estoicismo cotidiano tan olvidados en los liderazgos actuales. ¿Cuál falta más? ¿Percepción? ¿Acción? ¿Voluntad? Quizá un poco (o un mucho) de los tres.
De manera intuitiva o informada, ¿qué considera el lector que le está faltando mayormente a los líderes actuales? ¿Cuál podría tener una mayor inferencia para aquellos que requieren de un líder?
