Revictimizar
Comenzamos a viralizar imágenes de los chicos, pero en situaciones en las que a su familia les gustaría recordarlos.
Por Marisol Escárcega*
Por allá del año 2014, a la redacción de un semanario regional donde trabajaba llegó un padre de familia. Habló conmigo y con el responsable de la página web del medio. Nos pidió hacer un ejercicio: teclear un nombre. Lo hicimos y enseguida Google nos ofreció al menos 20 enlaces donde se referían a él. Resulta que había sido secuestrado y asesinado de manera brutal. El caso fue muy sonado.
Nos dijo: “Él es mi hijo, o lo era...”. Nos pidió amablemente que borráramos todas las notas en nuestro sitio que se referían a ese caso, ¿la razón?, cada vez que alguien tecleaba su nombre inmediatamente aparecían las imágenes de su cuerpo sin vida y no quería que su familia, especialmente, sus nietos, se encontraran con tales fotos algún día. “Ése que encontraron no era mi hijo, él no era eso que yo cremé... cada vez que alguien le da un clic a una nota que se refiere a él nos están matando otra vez”.
Como periodistas, nunca nos habíamos preguntado qué aparecía en la pantalla cada vez que se tecleaba un nombre. Hicimos nuestra parte, bajamos todas las notas de aquel terrible caso, y en lo sucesivo no volvimos a subir imágenes de ese tipo para que ninguna otra persona volviera a pasar por ese dolor, la revictimización.
Esta palabra significa, en términos simples, volver hacer víctima a la víctima. La primera vez que la escuché fue a principios del nuevo milenio cuando entrevisté a la abogada feminista Bárbara Yllan por el feminicidio de Ernestina Ascencio Rosario en Zongolica, Veracruz. Cuando me explicó el concepto tenía lógica que revictimizar significara lesionar otra vez física y/o mentalmente a una persona que había sido sujeta de un delito.
El tema lo traigo a colación por el caso tan terrible en Lagos de Moreno, Jalisco. No hay persona de mi entorno que no haya visto, al menos, la fotografía en donde se ve a los cinco jóvenes golpeados. La mayoría vio y reprodujo el video. Una acción, por demás irresponsable, lastimosa y con nula empatía.
Sin embargo, lo que me llamó la atención es que, las mujeres, particularmente aquellas que nos identificamos con el movimiento feminista, no sólo no vimos esas imágenes ni reprodujimos el video, sino que nos organizamos para pedirle a nuestros contactos que no lo hicieran, que no revictimizaran más a esos jóvenes.
Comenzamos a viralizar imágenes de los chicos, pero en situaciones en las que a su familia les gustaría recordarlos, como jugando futbol, sonriendo, en una comida con amigos, bailando, en un viaje o, simplemente, compartimos fotos de paisajes, de lugares hermosos. Esta acción también la implementamos cuando se filtraron las imágenes del feminicidio de Ingrid Escamilla. Subimos fotos de ella o de paisajes para que cuando alguien la buscara en alguna red social o buscador de internet, no salieran aquellas fotos de su cuerpo sin vida.
Resultó, gracias al tratamiento que le dimos las mujeres, porque a diferencia, cada hombre con el que platiqué del caso de Jalisco me preguntó: “¿Ya viste el video?”. Cada uno de ellos lo bajó, lo vio infinidad de veces y lo pasó a sus contactos y éstos hicieron lo mismo provocando una cadena interminable.
Me estremece que lo único que se haga sea reproducir esos videos y compartir esas imágenes. No hay ni un asomo de sensibilidad en las personas que reenvían este tipo de materiales, y si necesitan que alguien de su familia sea la siguiente víctima para empatizar, entonces desde ahí ya están en problemas.
Si la siguiente soy yo, si mi cuerpo es encontrado destrozado, no quiero que me recuerden así, porque, efectivamente, ésa no seré yo, ésa no fue mi vida. No caigamos en el juego, dejemos de viralizar la brutalidad que vivimos y empecemos a canalizar en acciones la digna rabia que nos ha dejado la violencia que hay en el país. Exijamos a las autoridades que cumplan con su deber de velar por la integridad de tod@s y dejemos de revictimizar.
