Niñas educando a niñ@s
Uno de cada cuatro embarazos entre niñas y adolescentes no fue planeado, de acuerdo con el Inegi.
Por Marisol Escárcega
El Día de la Niña y del Niño debería ser una fecha en la que reafirmemos que las infancias están libres de la inseguridad, de rezagos en cualquier sector y, que, por el contrario, están rodeadas de estabilidad económica y emocional. Sin embargo, la realidad es otra.
Hasta 2020, de acuerdo con datos del Inegi, 237 mil 175 mujeres de entre 12 y 17 años se encontraban casadas o unidas. En ese mismo rango de edad, 153 mil 485 ya tenía al menos un hijo.
Que una adolescente esté embarazada significa que su vida dará un giro de 180 grados. Como sabemos, si decide interrumpir la gestación, será señalada por el resto de su vida, no sólo por su familia, sino además por la gente que la rodea, pero si decide continuar con ese embarazo, es muy probable que deje la escuela y trunque su desarrollo personal y profesional.
Mucha gente dirá que “eso le pasa por ‘adelantarse’”, “por no darse a respetar”, “por creer en las promesas del novio”, repito, como si un embarazo se diera por generación espontánea o por obra y gracia de alguna divinidad.
Como sociedad minimizamos las consecuencias de los embarazos no deseados, sobre todo en las adolescentes. La solución inmediata que se nos viene a la cabeza es casar a esa niña con quien la embarazó —si es que éste no elude su responsabilidad— y la entregamos a una realidad en la que automáticamente queda desprotegida y a cargo de otras vidas, porque al unirse o casarse, a las mujeres las hacen asumir el cuidado de la pareja, aunque ésta tenga la misma edad o sea mayor.
Como adultos, jamás reparamos en que las opciones de futuro para una niña o adolescente que se convierte en madre se reducen drásticamente. Si cuenta con el apoyo de la familia, podría terminar de estudiar la secundaria o la preparatoria, y quizás la universidad, pero, si no es así, su futuro estará lleno de carencias.
De ahí la importancia de que como adultos nos acerquemos a las y los niños para hablarles de sexualidad, pero sin tabúes ni camuflar las palabras, como la historia de la abejita y la flor. Recordemos algo, entre más temprana ocurra la primera relación sexual, es más probable que esos menores de edad no utilicen métodos anticonceptivos y, por ende, que haya más posibilidades de embarazos en niñas y adolescentes.
El mismo Inegi nos informa que uno de cada cuatro embarazos entre niñas y adolescentes no fue planeado, y uno de cada diez embarazos no fue deseado, ¿se dan cuenta?
Sumado a esto, es injusto que la responsabilidad de un embarazo sea endilgada sólo a las mujeres, mientras que al varón se le exime de todo compromiso; además, es injusto que se les haga pensar que un embarazo es su castigo por dejarse llevar por las hormonas. No podemos reprocharles el ejercicio de su sexualidad cuando es un acto natural en todos los seres humanos, más bien, deberíamos preguntarnos si como padres o tutores les ofrecimos toda la información y orientación, de manera clara, sobre este tema.
Prevenir embarazos en niñas y adolescentes sí es posible en tanto como sociedad estemos dispuest@s a quitarnos la pena de hablar de sexo, sexualidad, métodos anticonceptivos, ETS, incluso de placer con nuestros niñ@s, y también si las autoridades disponen de recursos para crear campañas asertivas en las escuelas que orienten a los menores de edad sobre estos temas que son de suma importancia para su desarrollo.
Termino con una reflexión que hace unos meses escuché de una conocida. En una plática me dijo que se sentía culpable de no haber sido una “mejor madre” para su hija que estaba por cumplir 16 años, porque cuando nació ella tenía 14 años, “yo era una niña educando a otra niña; no tenía idea de lo que estaba haciendo”.
Que historias y sentires como el de ella no se repitan jamás. La maternidad debe vivirse en plenitud, en paz y no como un castigo.
